Confieso que compré en diciembre un llavero con el trofeo de la Copa del Mundo para que me acompañe todos los días. Como nunca antes, este año he vivido la emoción de un torneo de fútbol como el que se celebrará en Brasil (cuando era niño, lo normal era a ver a Colombia en el Mundial, la época del Pibe, Rincón, Faustino, Leonel). Y la ilusión del ídolo, del enorme ‘tigre’ quien a punta de fútbol y Keratina nos hizo enamorar de su lacia cabellera, de ese salto majestuoso y de una pegada formidable. Radamel Falcao nos hizo creer que podríamos hacer historia en la tierra de la samba con su presencia goleadora.
Pero como si nos hubiese caído una maldición, como si hubiésemos retado fuerzas divinas, un jugador de un equipo de categorías inferiores en Francia le propinó una entrada criminal por la espalda a nuestro héroe y plop… Un país en vilo, llorando la suerte del ligamento cruzado anterior del enorme Radamel.
Hace unos días un video mostraba a la reina de una secta (o religión) discriminar –biblia en mano- a los discapacitados. Indignados, corrimos a repudiarla, a buscarle nexos con todo tipo de oscuros personajes; a pedirle explicación por sus humildes mansiones y por querer (en el nombre de Dios) tener un avión privado para poder predicar. Sus pastores amenazaban con que el diablo nos castigaría. Y lo hizo. Desde que vi la noticia de Falcao, la única explicación que le he querido encontrar a tan mala suerte es que como “María Luisa (Piraquive) es la hija de Dios”, y nosotros como Nación nos metimos con ella, tenga. Nos castigó.
En el nombre de nuestra Selección Colombia deberíamos solicitar a todas las entidades oficiales que no investiguen más a la Iglesia Ministerial de Jesucristo Internacional; que le den al Mira el umbral así solo obtengan dos votos; que el senador Baena pueda predicar y no ir nunca (como casi nunca lo hace) al Senado a trabajar; que apoyemos que hayan sacado a Iván Moreno -no al encanado hermano de Samuel- de esa iglesia por confesar abiertamente su condición sexual; que no destapemos los posibles enriquecimientos ilícitos de este templo; que consigamos nuevos cirujanos plásticos para María Luisa; que permitamos que los fieles de esa iglesia den el diezmo, o más, sin que nos aterremos porque se rompen familias para que con esa platica bendigan al señor (Baena)…en fin. No retemos más a esta gente, porque nos hacen castigar, nos llega el diablo y de golpe el próximo en la lista de desquites divinos de los Piraquive es el Dr. Pékerman.
Hermana María Luisa, si en verdad eras la ungida, devuélvenos a Falcao.