“¿¡Uy!, usted montando en bus si tiene carro?”, me dijo una señora al salir del trabajo cuando esperaba el 782, en un paradero del SITP en Bogotá hace unos días. “Sí”, le dije, bastante molesto. Inmediatamente me pregunté por qué andar en un carro, solo, ocupando espacio, me hacía más ‘cool’ o más “elegante” ante los ojos de algunas personas. Los argumentos de comodidad, confort y tiempo, al final, fueron relativos y ese día entendí que parte del problema de movilidad bogotano es culpa de nosotros, los ciudadanos, ese esnobismo pendejo que nos hace una sociedad aspiracional y pobre (mentalmente) que no nos permite aportar con soluciones.
Normalmente, cuando tomo el bus, el trayecto tarda 50 minutos de ida y 40 de regreso. En el carro particular son 40 minutos de ida y 35 de regreso. Muchas veces me toca permanecer de pie una parte del recorrido. Pero al pensar que estoy ocupando menos espacio y quitándole un carro más a esas calles trancadas, llenas de gente iracunda pegada del pito, me tranquilizo. Además, la diferencia de tiempo no es tan dramática. Además, me ahorro dinero e incomodidades.
Falta mucho, culturalmente, para que todos aportemos y resolvamos un poco en el tema de movilidad. Qué más quisiera, personalmente, que poder tomar la bicicleta para ir a trabajar, pero las ciclorutas son insuficientes, peligrosas y están en mal estado. Es innegable que al Distrito el tema se le salió de las manos, que hay deficiencias en la implementación del Sistema Integrado de Transporte Público, la malla vial es un desastre y que no hay incentivos suficientes para que uno se baje del carro, pero nos toca poner de nuestra parte.
El primer problema cultural que nos aqueja es que la gente aún está acostumbrada a las viejas latas sardineras que recorren las calles (aunque se suponía que el 1 de junio debían salir de circulación) y que paran en cualquier parte, sucias, llenas de gente apeñuscada y sin Dios ni ley. La guerra del centavo sigue vigente.
Hace poco le pregunté a una señora de servicios generales por qué no prefería los buses del azules del SITP que eran más cómodos y decentes: “No, mi doc., son muy lentejos, eso paran en todos los paraderos y le toca a uno caminar (SIC)”. Al parecer, nos cuesta respetar normas prestablecidas. También presencié a un señor a quien un bus no le paró en una estación no determinada, recordándole a la madre al conductor, muy al estilo del “usted no sabe quién soy yo”, diciéndole que era un pobre diablo y que se iba a quedar sin su mísero trabajo. Una pena. Si queremos aportar, pongamos el granito de arena y cambiemos el chip de ventajismo que tenemos.
Otro de los problemas culturales proviene de muchos de los conductores, que no parecieran conscientes de que llevan gente, no ganado. Es triste ver a señoras de la tercera edad golpearse la cabeza ante los fuertes frenazos, o ver un carro particular (como sucedió el pasado viernes 3 de julio, frente al centro comercial Metrópolis, trepado en un sardinel por el golpe que le pegó un bus del SITP, por sobrepasarlo de forma más que imprudente, temeraria. A los conductores deberían capacitarlos para que manejen con cordura y sin poner en peligro la integridad de quienes vamos adentro. Esto acercaría a más personas que buscan soluciones de movilidad, y que podrían bajarse del carro para subirse al bus.
¿Y cómo pago? Pues, sí, pregunta muchas veces difícil de responder. Como el SITP funciona por medio de tarjetas “tullave”, las cuales resultan en ocasiones imposibles de recargar debido a que no hay claridad sobre los puntos de pago, la gente debe recurrir al bus tradicional, al taxi o a caminar. Hay que incentivar el uso del bus dando facilidades de acceso a la gente. Qué triste ver los SITP vacíos mientras los viejos y destartalados que transitan la misma ruta van repletos.
Personalmente estoy cansado y triste de ver a la ciudad parada. También sé que, como ciudadano, tengo el deber de contribuir. Los invito a todos para que nos “subamos al bus” y pongamos nuestro granito de arena. Es evidente que el Distrito fue incapaz de implementar el Sistema Integrado de Transporte Público, pero esto no puede ser pretexto para sentarnos a lamentarnos y no hacer nada. Esta perorata no es a favor o en contra de un político, es para que todos asumamos nuestra responsabilidad y ayudemos a mejorar la calidad de vida de los que habitamos Bogotá.