Algunas veces, las manos desatoran lo que hay estancado en la garganta, lo que es tan putamente jodido decir. Seguro es por eso que hace rato no escribía.
¿Tendré miedo de decirme unas cuantas verdades?
Para este texto opté por ser más clásica, poniendo a disposición cuaderno y esfero, queriendo ver si en la escritura libre lograba hablarme de forma honesta. La honestidad no es siempre suave, ya sabemos que a veces cae como una bandada de insectos.
Pues bueno, pasé mucho tiempo pensando en las palabras con las que iba a llenar esta hoja (hacer corriente de consciencia no es mi mayor virtud). Mientras daba vueltas y vueltas, mareada entre un pensamiento y otro, me entraron mil ganas de saber conducir, para salir de borondo por ahí, en búsqueda de algún letrerito en la carretera que hiciera sus veces de señal divina, en lugar de estar patinando en mi cabeza.
Imaginé vagamente algunas opciones:
“Precaución, zona de alto riesgo de derrumbe (emocional)”.
“No hay retorno, pero este camino lleva al mar”.
“Pare y tómese un café con Baileys”.
“A 144 km, un abrazo de mamá”.
“Al final del túnel, She´s a rainbow de los Rolling Stones ”.
Pero mientras eso pasa y me decido al fin a dejar de postergar el curso de conducción, ¿adónde lleva rodar por estas líneas?
Quisiera decirles que mientras escribo he desbloqueado otro nivel de introspección. Que soy una vieja llena de claridad, que ya encontré todas las respuestas a los cuestionamientos que me acosan en las noches y que logro dormir apenas cuento la segunda oveja, pero la verdad es que no. No tengo ni putita idea. Ojalá la iluminación tuviese un interruptor más visible para no llegar a este punto de revolcar desesperadamente en el alma.
Quisiera parar de escribir, porque empieza a doler.
Quisiera parar de escribir, porque no encuentro belleza en el caos.
Al empezar esta frase, tuve que hacer una pausa, se me nubló la mirada, quise llover por un rato (largo rato).
¿Adónde lleva rodar por estas líneas?, vuelve el cuestionamiento.
Así que imagino vagamente estas opciones:
“Prohibido aparcar, vamos a dar las vueltas que sean hasta encontrar el camino”.
“Ceda el paso y déjele todo a El hombre de los dados (el libro que está en la biblioteca y habla del azar)”.
“Prohibido girar en U, y volver al drama”.
“A pocos metros, galletas con leche para calmar la ansiedad”.
Al llegar a este párrafo hice una pausa, esta vez opté por la última señal y ya voy por mi tercer paquete de galletas, que va haciendo un camino de moronas sobre el cuaderno.
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