Juan Manuel Santos. Foto: EFE.

Cierta tarde de octubre leí una noticia que me puso feliz. El presidente Santos estaba indignadísimo por la noticia del cartel de jueces y otros funcionarios corruptos que capturaron en el juzgado de Paloquemao en Bogotá. No podía de la felicidad. Saltaba y abrazaba a cuanto transeúnte me encontré en mi camino de regreso a casa. Ahora sí seríamos un país justo, moderno y seguro, porque nuestro presidente se indignaba ante todos los casos de corrupción.

Sin embargo, al ingresar a mi casa tomé mis píldoras de Memorín de 20 gramos, recomendada por mi doctor para recuperar la memoria, tan necesaria en estas tierras con hechos que pasan al olvido en cuestión de días.

Es tan potente el medicamento, que comencé a recordar inmediatamente ciertos casos que deberían indignar hasta al más ‘socialbacan’ de los colombianos; pero que, curiosamente, nunca el presidente Santos se pronunció. ¿Qué habrá pasado?, me pregunté. ¿Será que Santos no lee noticias?

Me parece raro porque en un evento al que asistió el presidente hace algunos días lanzó  frases que emocionarían hasta al más incrédulo de sus críticos. Con el tema de los jueces corruptos dijo textualmente: “¿Será acaso en la formación de nuestros abogados? ¿Estamos transmitiendo adecuadamente valores a nuestros jóvenes universitarios en las facultades de Derecho?”

De no creer, ¿verdad? Reclamando a los cuatro vientos el porqué somos tan corruptos. Preguntando en qué fallamos, en qué tenemos que mejorar. ¡Grande, Presidente!

Quien no conozca de verdad a este presidente, aplaudiría a rabiar ese discurso. Pondría su mano en el pecho, y con la lágrima en el ojo, lloraría al saber que tiene un presidente tan transparente. No vería la hora de que llegaran las elecciones para salir corriendo, incluso con lluvia, frío, hambre y sed, a votar para reelegir a este padre de la patria. Tan honesto y tan entregado a su patria.

Santos no recuerda -seguramente no ha tomado sus píldoras- cómo hace unos meses lideró una reforma a la justicia, que, claramente, era un esperpento que beneficiaba más a magistrados y senadores, entre otros compinches, que a personas como usted o como yo. Tan tenebrosa era esta reforma que, cuando la sociedad la criticó, tuvo que salir a decir que no sabía de algunos ‘artículitos’ y por eso decidió retirarla. Sí, ya le creímos, presidente.

Retomando su charla en contra de la corrupción y de cómo esta destroza los países –aún hay gente que cree que el único problema en Colombia son las Farc y las bacrim– permítame preguntarle, Presidente: ¿Qué mensaje le está mandando usted a esos estudiantes de administración de empresas que sueñan crear su empresa, cuando usted mantiene en el cargo de embajador al señor Carlos Urrutia, a pesar del escándalo que rodeó la firma de abogados Brigard y Urrutia que él presidió, con el andamiaje tramposo que realizaron para apoderarse de terrenos baldíos pertenecientes al Estado? Aquí el enlace http://www.colombiaemb.org/node/1313

Esto sin mencionar otros funcionarios suyos amigos del todo vale, de la trampita. ¿Cómo hacemos, presidente? Porque es muy lindo exigir transparencia y ética para todos, pero no protestar cuando quién está metido en líos es amigo nuestro.

¿Qué tal si le damos unas clases de ética empresarial a algunos de sus embajadores y ministros, presidente Santos?

 ¿Más píldoras para la memoria, Presidente?

Usted se escandalizó con el caso del tenebroso magistrado Henry Villarraga. “La justicia tiene que dar ejemplo de probidad. El país lo exige”, declaró indignado. Entonces ¿por qué se quedó callado en el caso de otro magistrado con un pasado oscuro como lo es el señor Alberto Rojas?

¿Y ante las denuncias de la elección tramposa del Procurador Ordóñez? No leí ningún mensaje suyo, presidente.

¿Y los escándalos de Interbolsa? sí, los mismos que donaron dinero a su campaña. ¿O esas otras empresas que buscan, con ayuda de su gobierno, legalizar la trampita para apoderarse de unos terrenos que no les pertenecen?

¿Y sus amigos Kiko Gómez o Piedad Zuccardi? con quienes usted se tomaba fotos felices y sonrientes en eventos sociales y políticos, y ahora están presos por presuntamente tener vínculos con paramilitares, entre otros delitos. ¿Será por los voticos que le pusieron en la costa?

Revisando sus mensajes por redes sociales y por otros medios no leo un solo reclamo suyo ante estos casos. ¿Justicia selectiva? ¿No molesten a mis amigos? ¿O cómo es el asunto, presidente?

Qué pensaría Bertrand de Speville, quien escribió el libro Superando la corrupción, y donde el presidente Santos hizo el prólogo, al ver cómo este presidente de los colombianos se indigna con unos casos y con otros pasa de agache.

En un aparte del prólogo dice: “… se crea una Comisión Nacional para la Moralización, encabezada por el Presidente de la República”. ¡Qué ironía!

Se es corrupto o no. Se es cómplice o no. Simple.

Pero yo lo entiendo, Presidente. Se viene la reelección. Hay mucha mermelada por repartir y muchos votos por comprar.

¡QUÉ LEJOS ESTAMOS!

 

Sobre el autor de este blog:
LuisÉ Quintero
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