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Alejandro y Beatriz habían ahorrado toda su vida para hacer el viaje de sus sueños ¡un viaje en Crucero!  Pero ya no era un sueño, ahora era una realidad para los cuatro, contando también a Catalina y Juan José, sus hijos adolescentes.  Llegaron en horas de la tarde a Barcelona, inmediatamente fueron al hotel, se registraron y se dirigieron a sus habitaciones. Alejo estaba ansioso, emocionado, no paraba de moverse y de hablar; al verlo así, Betty les propuso ir al muelle, podrían cenar por allí. En el lobby le dieron algunas indicaciones.

Monumento a Cristóbal Colón en Barcelona. Imagen de Vicens Dorse en Pixabay.
Imagen 1. Monumento a Cristóbal Colón en Barcelona. Imagen de Vicens Dorse en Pixabay.

Llegaron al famoso lugar donde se encuentra la estatua de Cristóbal Colón, señalando al mar, unos dicen que señala a las Américas, el cielo estaba con un azul intenso.  Alejo miraba asombrado todo a su alrededor y suspiraba. Caminaron por el lugar y luego se acercaron a un restaurante que les recomendaron en el hotel, “The Chipirón”, su especialidad los mariscos.  Ingresaron y tomaron asiento, pidieron la carta.  Les sugirieron probar la bandeja de “Chipirones”, preparada con un tipo de pequeños calamares fritos, ordenaron algunas bebidas y una bandeja para probarla.

—¡Por Dios! ¿qué es esto?  —dijo Cata luego de probarlos, ella no era amante de los mariscos — ¡Qué delicia!

—¡Verdad! Crocantico, rico, parece un chicharroncito de esos tostaditos, crujientes ¡muy buena elección! —anotó Alejo sonriente, mientras se saboreaba acompañado de una espumosa y fría cerveza.

Pidieron otro plato de chipirones y una entrada más, mientras conversaban animadamente de su experiencia en el trayecto aéreo intercontinental y de su primer día en tierra española.  Alejo ya se encontraba relajado y feliz.

Los Trasatlánticos.

Antes de dormir, recordó a su abuelo Marquitos, quien le hablaba de los “Transatlánticos”, los cuales ahora recibían el nombre de Cruceros, ellos perdieron vigencia con la entrada de los grandes aviones en la década de los años 60. Marquitos siempre tuvo la ilusión de viajar en ellos y conocer a Sevilla, España. Le encantaban este tipo de embarcaciones, tenía un enorme cuaderno con recortes de periódicos y revistas que hablaban sobre ellos. De niño, a Alejo le impresionaron las historias que su abuelo le contaba sobre el accidente del Titanic, en el cuaderno había muchos recortes conmemorativos sobre dicho suceso.  También, había artículos del Queen Mary y del famoso Queen Elizabeth 2, del cual decía que era “simplemente majestuoso”.  Recordaba también, que en el cuarto del abuelo había un viejo retablo con una publicidad de un trasatlántico que viajaba entre España y América, quizás de la “Royal Mail Line” o de la “Cunard Line”.  Así, Alejo logró conciliar el sueño, pensando en su abuelo y en los buques.

El Ingreso.

El Crucero.
Imagen 2. El Crucero. Imagen de Vicens Dorse en Pixabay.

Fueron al puerto en taxi, a lo lejos se observaba el enorme crucero esperándolos. Cuando llegaron bajaron sus maletas y se dirigieron a uno de los counters que estaba asociado a sus tiquetes, correspondiente a la cabina y el sector del barco.  Advirtieron que había muchos mostradores y filas, luego se enteraron que la capacidad de aquel buque era de 4.100 pasajeros y 1.700 tripulantes, que media de largo 329 metros (eslora), 45 metros de ancho (manga), 63 metros de alto (francobordo), simplemente era ¡inmenso!  Mostraron sus tiquetes y pasaportes, entregaron sus maletas, estaban ansiosos por ingresar a aquel “edificio flotante”.  Era indescriptible lo que sentían en ese momento, se registraron, les dieron las instrucciones de seguridad y uso de los chalecos salvavidas, ingresaron por unas amplias escalas que los dirigía al quinto piso, estaba entapetado, se veían cafés, tiendas de ropa y de tecnología, una librería, bares, mesitas y sillas al lado de las tiendas, parecía la calle de una ciudad.

Tomaron el ascensor en busca del camarote asignado en el piso trece, llegaron a un pasillo similar al de un hotel con sus respectivas puertas a lado y lado.  Ingresaron, vieron que las maletas ya estaban allí y sobre la cama un mensaje de bienvenida con unos chocolates belgas. Les sorprendió el pequeño tamaño de las habitaciones, unos veinte metros cuadrados, pero más aún, lo bien distribuido que eran; contaba con una cama “Queen” y dos literas, una de ellas salía del techo y la otra se convertía en sofá, a lo “transformers”,  además, tenía ducha, sanitario, lavamanos, mesita de noche, roperos y un balcón hacia el mar.  Felices revisaban todo con detenimiento, pues el lugar era bien utilizado y sobrio, guardaron sus prendas, salieron al balcón por un momento.  El Crucero estaba a punto de zarpar, la idea era ver la partida desde la cubierta superior.

Zarpando del puerto

Juntos llegaron a la cubierta principal, los cuatro observaban la ciudad al frente, de repente sonó la bocina o sirena del barco, este empezó a avanzar lentamente.  Los pasajeros miraban sonrientes, atrás iba quedando el puerto y la ciudad de Barcelona.  Alejo, aferrado al barandal, miraba emocionado el horizonte, sus hijos estaban a su lado, al igual que su esposa.

Saliendo de Barcelona.
Imagen 3. Saliendo de Barcelona. Imagen de Madles_pl en Pixabay.

—¡Esto es hermoso! —manifestó Betty sonriendo.

—¡Divino! —expresó Cata agitando su mano en señal de despedida.

—¡Hum! —se le escuchó decir a Alejo, miraba fijamente el mar, no podía hablar, tenía un nudo en la garganta, se le encharcaron los ojos.  Tosió un poco para aclarar la voz, pero no le salían las palabras, Cata lo abrazó, le dio un beso en la mejilla y le preguntó extrañada:

—Papi, ¿estás triste?

—¡No, para nada! —le dijo tomando aire, mientas se limpiaba los ojos —es que estoy muy, muy emocionado con esto.  Nunca pensé que este mar fuera tan bonito, que este momento fuera tan especial.

Su esposa e hijos lo abrazaron, luego Juanjo abrió sus brazos sintiendo la brisa de lleno, era una sensación de libertad inigualable.

“Nací en el Mediterráneo”

Se fueron adentrando en el mar, azul, calmado y enorme, el sol brillaba y el viento acariciaba sus rostros.  Alejo les dijo:

—Siempre soñé con ver algún día el Mediterráneo, pero no creí que lo lograría —continuó —saben, se me viene a la memoria la canción de Serrat “Mediterráneo” ¡ay, ya me puse sentimental! ¿Les conté que la escuché por primera vez cuando la cantó un pelao del colegio de mi pueblo?  ¿Será que me gusta porque llevo sangre española en las venas?  —entonces tarareó:

“Quizás porque mi niñez
sigue jugando en tu playa,
y escondido tras las cañas
duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor
por donde quiera que vaya…”

Entonces, su familia lo acompañó también cantando, sabían lo mucho que le gustaba esta melodía.

“…Yo, que en la piel tengo el sabor
amargo del llanto eterno,
que han vertido en ti cien pueblos
de Algeciras a Estambul…”

—Papi, sabemos lo mucho que te gusta esta canción.  Queríamos compartir contigo una pequeña sorpresa después de la cena, pero qué mejor momento que este — expresó Cata.

—¿De verdad? ¿Me tenían una sorpresa?  —preguntó.

Con el marco de aquel atardecer y el azul del mar, sacó de su bolso una tablet, buscó un vídeo, los invitó a juntarse para verlo y explicó:

—Papi, conseguimos este vídeo de Mediterráneo especialmente para ti, interpretado por dos cantantes que te fascinan: Ana Belén y Joan Manuel Serrat.  ¡Que lo disfrutes! —y le dio “play”.

Alejo empezó a mirarlo emocionado y sorprendido, aquel era un detalle muy especial de su familia, que maravilla oír la letra, escuchar la música, verlo y sentirlo al mismo tiempo.  Pero la sensación era más grande que él, “…a tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos…”, se le aceleró el corazón, sintió escalofrío, las lágrimas se le escapaban, escuchaba cantar a las dos poderosas voces españolas, sus hijos lo abrazaban.

jugando con la marea te vas, pensando en volver
eres como una mujer perfumadita de brea
que se añora y que se quiere,
que se conoce y se teme…”

Entonces, lo invitaron a tomarse una copa vino en un restaurante cercano para celebrar este momento único y emotivo. Conmovido avanzó, se imaginó a su abuelo sentado, con una sonrisa que le llenaba el rostro, feliz, al lado de su retablo, contando historias de transatlánticos a sus nietos.  Alejo, estaba cumpliendo su sueño, pero también, el de su abuelo Marquitos.

Atardecer.
Imagen 4. Atardecer. Imagen de D. Koch en Pixabay.

 

Articulo anterior.

 

Referencias 

Joan Manuel Serrat y Ana Belén  - "Mediterráneo" (Mucho más que dos 1994)

Joan Manuel Serrat - Mediterráneo (Subtitulado e ilustrado)
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Me gusta disfrutar en familia y con amigos. Me fascina escribir relatos y anécdotas de la vida cotidiana. Soy Ingeniero de Sistemas, crecí en Medellín, viví en Bogotá, Guayaquil y Cali. Gracias por sus lecturas y comentarios.

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