—Flaco, hermano, cómo te parece que falleció Vicky, la Menuda —le dijo Alonso. Alberto no lo podía creer, quedó desconcertado. Junto a Claudia, Margarita y Ángela, a Lucy y Eliza, conformaron un grupo de amigas que marcó una generación en la Facultad de Ingeniería. Se conocieron en los pasillos de la u, siendo todas muy diferentes tanto física como emocionalmente; pura diversidad, la trigueña, la rubia y la morena, la extrovertida, la callada y la risueña, la juiciosa y la alocada, la ordenada y la olvidadiza. Su “Centro de Operaciones” era la cafetería Comfamita y sus “Oficinas Satélites” estaban en Tronquitos, Artes o Juguitos, cafeterías de otras facultades. Donde estuviesen se hacían notar por sus risas y alborotos.
Imagen 1. ¡Amigas! Collage tomado de Simon Maage y Matheus g-o de unsplash.
Alberto era amigo de una de ellas, de Margarita. Se conocieron en la casa de su tía. Amable y delicada, siempre con una sonrisa a flor de piel; en aquel momento ambos estudiaban bachillerato, después, al mismo tiempo, pasaron a la de Antioquia. Lo curioso es que solo compartieron una materia en el primer semestre, sin embargo, se siguieron viendo casualmente en el campus.
La salsa, el rock y el pop eran los géneros musicales que reinaban. Avanzaba el apogeo del rock en español; brillaban ídolos como Michael Jackson, Madonna, Menudo, Bosé, Cyndi Lauper, Charlie García. El bluejeans dominaba el vestuario juvenil, sin embargo, unos coloridos y ajustados jeans causaban sensación, al resaltar la figura femenina de manera especial, los RDJ; también eran furor las prendas con hombros descubiertos. Pero el top del top fue la aparición de los botines de colores, los Reebok freestyle, azules, blancos, rojos… ¡fantásticos! ¡Y lo cool que calzaban! Para completar, el peinado en boga era el famoso Copete Alf.
Imagen 2. Moda Bogotana en el año 1987. Tomado de @historia_bogota en X.
Nuestras amigas no fueron ajenas a estas influencias, de repente aparecieron con su propio look, lleno de llamativos colores, peinados y todo tipo de trajes. Por su atrevida pinta las bautizaron como “Las Menudas”, en alusión al grupo Menudo.
Margarita se transformó, las prendas ceñidas dejaron ver su voluptuoso cuerpo. Manejaba su belleza con naturalidad, hablaba con seguridad, se empoderó, convirtiéndose en el centro de las miradas. Ahora al grupo lo rondaban los muchachos más pintosos y musculosos, los de “sonrisa Pepsodent”, los play. Al igual que los famosos, a su alrededor se tejió un manto de misterio y conjeturas. No faltaron las críticas y rumores, los halagos, y los detractores, tanto masculinos como femeninos. Una vez, un compañero angustiado se les acercó por un comentario sobre ellas, Eliza sin inmutarse contestó:
—¿Envidia? Es mejor despertarla que sentirla —lo miró con altivez y continuó con su tarea como si nada.
—¡Qué se muerdan un codo! De malas como una motoneta —sentenció Vicky. Todas rieron sin entender cómo rimaba una cosa con la otra. Así eran ellas, las malas vibras les resbalaban.
Una tarde Alberto salía de la u y se encontró con Carlos Enrique, Quique, uno de los mejores amigos de Las Menudas. Andaba cargado de paquetes. Se saludaron efusivamente, se ofreció ayudarle y lo acompañó. Llegaron al Centro de Operaciones y contempló extasiado a Claudia. Nadie sabía que su sonrisa lo derretía y cómo le fascinaban sus dulces ojos verdes. ¡Estaba más tragado! Pero ni modo, era inalcanzable. De lejitos tímidamente las saludó, eran las divas de la facultad, y ellas, sonriendo, también lo saludaron. Margarita al verlo exclamó:
—¡¿Albertico?! ¡No puede ser! Albertico ¡qué alegría! —las demás miraban sorprendidas.
Se abalanzó, lo abrazó y le dio un beso en la mejilla, se sonrojó. Emocionada y feliz les contó quien era él, también les habló de su tía, de sus buñuelos y natilla en diciembre. Pasó un brazo sobre sus hombros, Alberto notó que alrededor algunos muchachos se morían de física envidia por estar en sus brazos tal como lo estaba él, con la sexi, con la Sofía Vergara de Ingeniería. Conversaron un rato y lo invitaron a la “kermés” que tendrían en la terraza de una de sus casas; miró a Margara quien asintió, y se fue con ellas.
Se instalaron cómodamente en la azotea, Quique preparaba una de sus especialidades, cubalibre, brindaron, mientras en la grabadora se escuchaba música variada. La reunión transcurre amenamente, chisme va, chiste viene, tienen sus propios dichos y claves, cuentan divertidas anécdotas, la risa es incontenible, Alberto la está pasando maravillosamente. Acaba un cóctel, pierde la cuenta de cuántos se ha tomado, le aflojan la lengua. —¿Será que me le declaro a Claudia? ¡es tan bella! —piensa, suspira. — ¡Ay, no! No soy tan valiente —se dice con resignación.
Pasado un rato, todas hablan con tanta tranquilidad y franqueza, que él se llena de confianza y de vez en cuando mete la cucharada. De nuevo está a punto de decirle algo a Claudia —No, no, ¡aterriza! — Mejor se contiene. Se queda pensativo, con la mirada perdida en las luces de la ciudad. —Más bien, les pregunto lo que todos queremos saber, ¿si les da rabia que hablen de ellas? ¿Por qué quieren llamar la atención? ¿Qué les molesta de los demás? — La insolencia le puede, se acerca a Quique, le pide otro cubalibre para llenarse de arrojo.
—Beto ¡de una! Ni que estuviéramos bravos —le dice mientras ríe y recibe su vaso, le echa el doble de ron, unos toques de limón y se lo entrega.
Vuelve y toma asiento, las observa. —Eh, qué bobada. Yo les tengo que preguntar, sino es ahora, entonces ¿cuándo? —se envalentona. —¡Aquí fue! —respira profundo, acomoda su cóctel sobre una mesita, con decisión se va levantando. Escucha un grito, sorprendido levanta la cabeza, todas lo van rodeando mientras cantan:
“La gente me señala
me apunta con el dedo
susurra a mis espaldas
y a mí me importa un bledo”
Con gestos felinos se mueven.
“¿Qué más me da?
Si soy distinta a ellos.
No soy de nadie
No tengo dueño”
Retroceden y se acercan rítmicamente.
“Yo sé que me critican
Me consta que me odian
La envidia les corroe
Mi vida les agobia”
La coreografía es perfecta.
“¿Por qué será?
Yo no tengo la culpa
Mis circunstancias les insultan”
Cantan a rabiar, entusiasmado se les pega y las acompaña.
“Mi destino es el que yo… decido.
El que yo elijo para mí.”
Saltan, agitan los brazos, con el alma gritan:
“¿A quién le importa lo que yo haga?
¿A quién le importa lo que yo diga?
¡Yo soy así, así seguiré!
¡Nunca cambiaré!”
Avergonzado comprendió que Las Menudas crearon su propio estilo, colorido, irreverente, alegre, porque era su grito de rebeldía, ¡su identidad! ¡Viva la vida! Y a todas estas, ¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga?…
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Cuento que participó en el «II Concurso de cuentos Revista Universidad de Antioquia 2023». Tema: drama y mucha música.
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Relato anterior
Mijo, ¿descompletó la platica del mercado?
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Referencias
YouMoreTv – Espectáculo. 28 jul 2014. Alaska y Dinarama «A Quién Le Importa«. Recuperado feb. 2024 https://www.youtube.com/watch?v=2uQhdDtdXg0
De las peorcitas canciones de Alaska, me quedo con ni tu ni nadie y perlas ensangrentadas,de resto….malo con ganas
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Jairo, primero, ¡gracias por el leer el cuento!
Y segundo, entre gustos no hay disgustos.
¡Feliz día!
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Muy buena la redacción y presentación descriptiva de una epoca que movio a un par de generaciones, pero a quien le importa…..
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Hola Mauricio.
Muchas gracias por leer el cuento y por tus amables comentarios.
¡Feliz día!
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