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Seguramente los ha percibido sobrevolando en conciertos, eventos culturales y deportivos o zonas custodiadas; los drones son cada vez más comunes en el espacio aéreo y han facilitado múltiples actividades para las organizaciones públicas como privadas. Con ellos, ahora se pueden realizar tareas complejas en menor tiempo, como monitorear la seguridad, realizar videos, entregar paquetes y, además, son un elemento clave para bajar el tráfico vehicular, el nivel de accidentes viales y la contaminación. Sus usos siguen creciendo de manera importante a medida que se consolidan como un nuevo jugador tecnológico sin tripulantes en los aires y las estimaciones en el mercado para los drones presentan cifras positivas pues, en 2025, se prevé que generen un volumen de negocio de 12.600 millones de dólares, según la consultora Tractica.

Sin embargo, estas oportunidades vienen con grandes desafíos, especialmente para quienes administran los espacios aéreos y los aviadores que, hasta ahora, habían tenido los cielos únicamente para ellos. Los drones se volverán cada vez más autónomos, pero se integrarán con la aviación tripulada, lo que plantea una clara necesidad de establecer nuevas clases de espacio aéreo para adaptarse a la escala y complejidad de las operaciones. Una gestión poco controlada podría poner en problemas la seguridad operacional, más aún, teniendo en cuenta que alrededor de 200 mil vuelos de aviones despegan y aterrizan todos los días alrededor del planeta.

Cada uno de ellos cumple su plan de ruta gracias a sistemas de gestión de tráfico aéreo tradicionales que fueron diseñados y desarrollados para rutas bastante fijas entre destinos, es decir, aeropuertos, así como aeródromos y pistas de aterrizaje. No obstante, con los drones como un nuevo jugador del espacio aéreo, se le está poniendo la lupa a la flexibilidad, teniendo en cuenta que sus desplazamientos parten y llegan más o menos a cualquier lugar, en cualquier momento, y utilizan un espacio aéreo más bajo para conectar pueblos y ciudades, calles y comunidades e individuos.

En la actualidad, los vuelos de los drones se encuentran en un espacio aéreo segregado con observadores en tierra o con el piloto manteniendo un contacto visual sin ayuda de otras herramientas. Pero la tecnología se ha convertido en una aliada para estos dispositivos brindando oportunidades significativas de eficiencia, productividad y seguridad que permitan tener un mayor control más allá de la línea de visión.

Es por eso que las plataformas UTM digitales, o de tráfico aéreo no tripulado, han comenzado a ser un referente para gestionar cómo se mueven los drones en el aire. La clave es buscar un mejor acceso al espacio aéreo que se traduzca en seguridad.

Solo imagínese que cualquier persona pueda volar un dron en inmediaciones aeroportuarias mientras que su avión despega a una alta velocidad. El riesgo sería muy alto; pero las plataformas UTM, basadas en la nube, ya permiten proporcionar autorizaciones de vuelo automatizadas para los usuarios de drones, establecer rutas de vuelo y monitorear su presencia en el espacio aéreo de baja altitud para garantizar que no haya conflictos con otras aeronaves.

Más que solo una ayuda tecnológica, las UTM están proporcionado seguridad operacional para un espacio aéreo en el que cada vez más entran nuevos jugadores con una baja regulación. Estos servicios están siendo clave para el intercambio de datos de monitoreo, para priorizar la ocupación del espacio aéreo y, además, para proporcionar acceso controlado a fuentes de referencia críticas, como servicios aeronáuticos y de registro. Es importante tomar acción, de la mano de la tecnología, para controlar y mejorar la forma como los drones se movilizan por los aires alrededor del planeta, pues ya los aviones no son los únicos en los cielos.

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