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¿Hay algo que pueda parecer más estúpido que lo que hizo Elon Musk mandando un carro al espacio? Se estima como un esfuerzo inútil, una pérdida de recursos innecesaria, otra forma de contaminar el espacio con basura humana, que hubiera sido igual a hundir el mismo vehículo atado a un bloque de cemento en el mar. Los brazos cruzados y la mirada desconcertada han sido el juicio de quienes consideran su territorio el realismo práctico.

Pero no hay idea inspiradora que no pase por parecer un absurdo y eso explica que a muchos de quienes han corrido el riesgo de anunciarlas, han terminado en la hoguera o en el escarnio público. Afortunadamente hay otros que aún no temen entregarse a los brazos de lo imposible, arengando a participar en la representación de la visión que tienen para quienes quieran seguirles.

Elon Musk, el presidente de Tesla, quien hace parte de aquellas fuentes inagotables de inspiración, ha cautivado con la idea de enviar uno de sus conocidos vehículos al espacio. Para quienes soñamos, los ilusos, la belleza de la escena del vehículo en órbita tripulado por un maniquí de astronauta está en su excentricidad. La idea romántica de haber lanzado una botella al mar, y la gracia de las contramarcas de las piezas del vehículo: «Made on Earth by humans».

Cohete en el espacio

Detrás de la emoción (¿o conmoción?) que pueda causar este acto que para muchos no tiene sentido, está el significado mismo que encierra la grandeza de las aspiraciones que tiene esta empresa a la cual, a pesar de no tener aún una tajada significativa del mercado mundial, la tierra le quedó pequeña. También busca con este acto simbólico transmitir «cómo hacen las cosas» en Tesla, cuál es el espíritu de innovación y gritar que está dispuesta a correr el riesgo de ser calificada como estúpida.

Ahí radica la importancia de mandar un carro al espacio y, afortunadamente, Colombia no carece de quienes han sido capaces de enfrentarse al ridículo para inspirar con ideas que van más allá de lo comprensible para una sociedad dispuesta a temerle al futuro. La expedición botánica, la revolución de los comuneros, la creación de la OEA, el Pacto Cafetero, la séptima papeleta, la Constitución del 91, la reparación de las víctimas en medio del conflicto, y otros tantos emprendimientos de nuestra historia, fueron en su momento vistos como idioteces que sólo cobrarían sentido con el paso de los años.

Asimismo, firmar el acuerdo de paz con las FARC ha sido como mandar un carro al espacio. Los críticos, aferrados al pasado, no han ahorrado esfuerzos para demostrar el fracaso y la inutilidad de dicho esfuerzo: recurriendo al miedo, indicando lo que «se hubiera podido hacer mejor», y empleando cada una de sus energías para que sus sentencias de fracaso a tan absurdo emprendimiento se cumplan. El acuerdo de paz orbita en el espacio de la historia sin rumbo definido, tan pequeño como puede ser un momento con respecto a los cientos de años de vida republicana que hemos vivido y los muchos que nos faltan por recorrer. No se sabe cuál será su puerto final. Sin embargo, y afortunadamente, está ahí afuera, existe como una idea inspiradora que sólo cobrará sentido cuando hayan pasado los años, y ese minúsculo punto en el espacio se haya convertido en un hecho que, probablemente como pasará con el carro de Tesla, cobrará relevancia cuando haya sobrevivido al implacable paso del tiempo.

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