… “Allí estaban tus noches,

Todavía con las estrellas de otro mundo,

Y allí tu amorosa soledad, tu vida, tus recuerdos.

Y allí estaba yo como una angustia para ti…»

Fragmento del Poema Mi Padre, el inmigrante de Vicente Gerbasi

Me encuentro con este bello poema de Vicente Gerbasi, abuelo de mi buena amiga Nathalie y suspiro por mis hijas. Ellas con la etiqueta de hijas de inmigrantes. Esa etiqueta con la que nacieron y que no eligieron. Que elegimos nosotros, sus padres, la verdad sin mucha consciencia. Me preguntan como imaginaba yo que serian mis hijos cuando tenia su edad, cómo fantaseaba cuando aun ellas no existían. No lo sé. No recuerdo haber pensado en eso. Quizá porque asumía que no podía ser muy diferente a la manera como yo había crecido. No estaba en mis planes salir de Colombia, ni mucho menos formar una familia fuera de mi patria. Ellas, como adultas jóvenes, conscientes de las diferencias culturales, tienen muy claro que a sus futuros hijos los van a formar con valores hispanos arraigados.

“Yo quiero que mis hijos puedan disfrutar de reuniones familiares», dicen. “Que tengan primos y que puedan jugar con ellos. Que sepan lo que son las arepas». Esas estrellas de otro mundo como dice Gerbasi, pesan mas de lo que uno se imagina…

Ellas marcadas por esas cuestiones singulares, culturales, se fueron descubriendo diferentes de sus compañeros de colegio con los años…

Se avergonzaron con la mamá que no siempre la entendían los amiguitos. “Do you speak English?”, me dijo un compañerito de la mayor cuando cursaba 1 de primaria y yo ya llevaba 20 minutos exponiendo para su clase sobre Colombia, en lo que yo pretendía era mi mejor inglés.

Entendieron que no todos comían como ellas… “¡Guácala! qué es eso?” Le dijeron a la chiquita cuando saco su termo con ajiaco en el colegio.

«¿Cómo que nunca has visto el Superbowl?  ¿No comes el queso?», le dijo una profesora a mi hija Mariana cuando ella le explicó que no podía hacer la tarea porque en su casa no había ninguna tradición sobre el Superbowl y por lo tanto le tocó terminar escribiendo sobre los gritos que pega el papá viendo los partidos de Santa Fe.

“A mi me hubiera gustado poder tener como tú, mis amigas del colegio, con las que todavía compartes, con las que estudiaste toda la vida», me dice mi hija de 22 años quien antes de graduarse de bachillerato ya había pasado por 7 colegios y no porque quisiera, ni por mala estudiante, sino por cuenta de nuestras mudanzas, de esta vida de oportunidades que llamamos nosotros, pero que para ellas significó un cambio de vida, un ajuste, un desajuste mas bien, una nueva adaptación.

Mi vida, mis recuerdos de infancia son verdes y con olor a pasto mojado. Fines de semana y vacaciones llenas de primos en la finca de mis abuelos en Boyacá. Las sábanas que se sentían húmedas por el frío en la noche. El cuadro del Divino rostro que no nos dejaba dormir. Las obras de teatro que yo organizaba. El olor a establo. La leche con natas recién ordeñada. Los pesebres con musgos y las mesas del comedor llenas de gente, de tíos y familiares. Los adultos de un lado, los niños del otro. Las ollas grandes de sopa. Los piquetes. El olor de la ternera asada. Todo tan distinto para mis hijas.

Sus recuerdos serán mas de asfalto. De aviones. De desiertos. De Centros comerciales. Quizá han podido vivir algo de esa, la Colombia de sus padres, a retazos, en cada vacación en donde nos empeñamos en no perder esos recuerdos. Tenemos la fortuna, esa con la que no cuentan quienes son mal llamados ilegales o quienes son refugiados, de poder volver con frecuencia y de repasar las carreteras con las tiendas con quesillo y almojábana en esos viajes tan nuestros. Aun mejor cuando se comparte con los primos, porque entonces quedan grabados los recuerdos de los juegos, de las bromas, de lo vivido.

No lo planeé antes de que nacieran, pero así es. Mis hijas son no solo bilingües, sino biculturales. Han sido mi angustia en los momentos que han sufrido por causas de esas diferencias. Por la vergüenza o quizá la discriminación de las que puedan haber sido víctimas. Pero eso quizá las ha hecho crecer y valorar. Contrario a la gente que cree que hay que asimilar por completo la cultura del país en donde se vive, yo creo que uno no puede negar sus raíces y es importante que los hijos conozcan de donde se viene y quienes son, aprendan bien el idioma de sus padres y se sientan orgullosos de su cultura.

“Mira bien el verde para que se te quede grabado en las pupilas”, me dijo algún día mi mamá cuando recorríamos algún paisaje de Colombia en nuestras vacaciones. Esas son mis estrellas. Esas estrellas que ahora hacen parte de mis hijas y que también harán parte de las generaciones por venir. Me enorgullece pensar que mis recuerdos y mi amorosa soledad estarán siempre presentes. Gracias Don Vicente Gerbasi por recordármelo.