No podemos ser indiferentes. Todo el mundo vio en sus pantallas el asesinato del afroamericano George Floyd ahogado por la rodilla de un policía en Minnesota mientras gritaba angustiosamente que lo dejaran respirar. Las protestas y las marchas no se hicieron esperar. En muchas ciudades de este país (Estados Unidos) y en otras ciudades del mundo, la gente ha salido a la calles no solo a mostrar solidaridad con el movimiento Black Lives Matter– “Las vidas negras importan”- sino también a pedir una reforma drástica al sistema de justicia que históricamente ha cometido injusticias con la comunidad afroamericana. La gente está indignada además con Trump, un presidente bully, sin ninguna empatía, que ha respondido con violencia y amenazas.

Sería pretencioso y absurdo venir a pontificar sobre el tema del racismo en Estados Unidos, sobre el que no soy experta. Aunque sí ha habido momentos en los que he sentido algo de discriminación, porque sé lo que se siente estar en medio de un grupo de blancos americanos que se molestan porque uno es más «oscurito» y tiene acento, tengo clarísimo que no es comparable a tener que educar a los hijos para que si los detiene la policía, por ejemplo, muestren sus manos y expliquen todo el tiempo lo que hacen para que no les vayan disparar . Mi empatía desde una posición privilegiada sería demasiado pretenciosa, lo repito. Por eso mi objetivo ahora es la de buscar aprender más, informarme sobre el tema del racismo y sobretodo reflexionar, y a eso los quiero invitar.

Creo que muchos nos excusamos porque sentimos que no nos atañe porque no somos, ni pretendemos ser racistas. Decimos cosas como: “eso es el racismo arraigado de Estados Unidos”, “yo no soy racista, tengo amigos de color”, “en Colombia no somos racistas, somos clasistas” . Y así nos lavamos las manos.  En aras de la reflexión veamos unos números:

De acuerdo con la NAACP, la Asociacion para la promoción de gente de color (National Association for the Advancement of Colored People), aunque en el 2015 la población afroamericana e hispana representaban el 32 % del total de EE. UU., el número de gente encarcelada de esas razas era del 56 %. Y de acuerdo con este mismo organismo, los afroamericanos son 5 veces más apresados que los blancos en este país. Otros estudios indican que una vez en la cárcel, las sentencias para la gente afroamericana son 19.1 % más largas que las de los blancos condenados por los mismos delitos.

Otros estudios de organismos de salud y educación especializados en disparidades afirman que los niños negros tienden a ser expulsados de la escuela más que los blancos en un 35 %, y estadísticas recientes muestran cómo estas comunidades han tenido la mayor cantidad de víctimas de coronavirus en este país, pues 58 % de las muertes se han presentado en condados con población predominantemente negra.

Las disparidades son innegables. El tema de la marginalidad social de las comunidades afroamericanas tiene raíces históricas profundas en las leyes de segregación en Estados Unidos y a pesar de la lucha del movimiento de derechos civiles, hay aun mucho camino por recorrer.

Pero ahora veamos el tema de Colombia. ¿Podemos decir realmente que no somos racistas?

En Colombia, de acuerdo con el DANE, en el 2018, 4,671,160 de personas se autoreconocen como lo que se denomina población negra, afrocolombiana, raizal o palenquera (NARP), es decir el 9.34 % de la población nacional. Los datos de disparidad son muy tristes:

El 31.3 % de esta población solo tiene estudios de primaria. El 81 % de los afrocolombianos se dedican al trabajo informal. El 36.3 % tiene un rezago escolar, el 20.7 % no tiene acceso a una fuente de agua mejorada y el 13 % vive en condiciones de hacinamiento. Todo esto de acuerdo con un estudio presentado con el censo del 2018.

Me pregunto entonces ¿podemos decir que no somos racistas, cuando a nuestra comunidad afrocolombiana la tenemos tan marginada y abandonada?

No nos digamos mentiras: desde pequeños nos han enseñado que somos más bonitos si tenemos la piel blanca. Los monos ojiazules son los más queridos por las tías, a los morenitos nos han echado estropajo para ver si nos blanqueamos y sino ¿por qué nos pintamos el pelo para parecer más monas? (rubias para mis amigos de otros países que me leen)… Creo que ya es hora de que reflexionemos, exorcicemos nuestros demonios y dejemos de decir que «trabajamos como negros», no solo porque suena mal, sino porque está mal y es una expresión racista. Cuidemos nuestras palabras y nuestras acciones. Revisemos nuestras ideas preconcebidas e inadecuadas. Que estas marchas y protestas nos sirvan para pensar, para ser mejores seres humanos y para votar por los que mejor representan nuestros valores.