Hablo ingles, pero no es mi primer idioma y eso lo marca a uno como hispano en Estados Unidos. Es un “broken english”, un inglés roto, como dicen cuando uno lo habla con acento.
Cuando mi hija estaba en primero de primaria en Milwaukee, Wisconsin, su maestra me pidió que si quería hacer una presentación para los niños sobre Colombia. Muy entusiasmada me llevé libros, fotos, les mostré en donde quedaba en el mapa, tenia hasta una muñeca de Shakira y arequipe para darles algo de comer. Cuando llevaba por lo menos 15 minutos hablando en mi mejor inglés uno de los niños levantó la mano e inocentemente me preguntó: “¿Hablas inglés?”… Me dieron ganas de llorar, pero por supuesto me morí de la risa y le contesté que aunque no lo creyera, eso estaba pretendiendo hacer. La maestra con mucha vergüenza conmigo le explicó que yo tenia acento, pero que eso no quería decir que no hablara el idioma. Desde ese momento he sido siempre muy consciente de lo que significa para uno tener acento y no solo verse diferente, sino sonar diferente.
Para poder trabajar y estudiar en otro país, muchos hemos estudiado o tomado cursos de idiomas. A unos se les facilita más que a otros. Pero la verdad es que con el tiempo y la práctica, sin darse cuenta, si uno se lo propone, un día quizá sueña en ingles y aprende a pensar en ese idioma que no es el suyo. Aunque mi vida transcurre en los dos idiomas y casi sin pensarlo cambio de uno al otro y lo hago en mi trabajo sin problema. La verdad es que cuando abro la boca para hablar en ese lengua extranjera las palabras y las ideas no me fluyen igual. El vocabulario no es el mismo. El acento siempre está presente. Me siento limitada y menos inteligente, es la realidad. La cuestión, debo confesarlo, es acentuada cuando las hijas lo miran a uno con compasión y te preguntan: “¿que es lo que quieres decir mami?” y entonces uno cae en cuenta que aunque se sentía en medio de una película hablando tan fluido como los personajes de la serie ‘Friends’, las amiguitas adolescentes te están viendo como si llevaras sarape y sombrero y estuvieras pidiendo direcciones como Cantinflas, ni siquiera como Sofia Vergara. Pasa cuando uno traduce literal un dicho o un chiste o cuando intenta pronunciar palabras que se le enredan. Pasa que uno se acompleja y entonces se auto-limita.
A pesar de que somos alrededor de 50 millones de personas en Estados Unidos que hablamos español, lo triste es que creo que tenemos un complejo de inferioridad porque en este país desafortunadamente no se valora la educación bilingüe y la mayoría de norteamericanos no ven la necesidad de aprender otros idiomas (ese sera un tema de otra entrada). Muchos nos ven con recelo y hostilidad. Les molesta si nos oyen hablar español y no les gusta que hablemos con acento o que nos cueste trabajo pronunciar ciertas palabras, por lo tanto nos sentimos intimidados. Esa hostilidad, sin embargo, no debería ser causal, ni mucho menos una limitante. Lo cierto es que por el mero hecho de ser bilingües nuestros cerebros están mas desarrollados y tenemos miles de ventajas que las personas monolingues no tienen. Eso nos debe hacer sentir orgullosos y lo debemos aprovechar.
La actitud que tomemos frente a nuestro acento es fundamental para las oportunidades y metas que tengamos como extranjeros. Lo confirmé hace poco cuando vi una promoción de un curso que realiza Pilar Ortiz, una amiga comunicadora que vive en la Florida y que lo llama “Say yes to success” y esta dedicado justamente a eso: a ejecutivos latinos que buscan entablar conversaciones profesionales y quieren hacerlo con seguridad. “Los participantes aprenden a estructurar sus pensamientos con palabras claves, organizar sus ideas y proyectar un mensaje efectivo con el inglés que saben. No enseño inglés- afirma Pilar. Se trata de ganar confianza y soltarse. Como dice uno de mis estudiantes que logró una promoción en su trabajo corporativo: el hablar con acento no quiere decir que piense con acento”.
Cuando estábamos en la universidad, viajamos juntas con Pilar a California y recuerdo que a ella le daba pena hablar inglés. Hoy en día me cuenta que después de trabajar en Tampa. en un noticiero en español en donde no necesitaba el inglés, decidió meterse a la universidad, y allí aprendió a desenvolverse. A quitarse el miedo y lanzarse al ruedo. Aunque su acento es marcado, eso no la intimida, ni la limita y de hecho en 2015 se convirtió en la primera hispana en presentar el podcast Voices of Experience de la Asociación Nacional de Conferenciantes (NSA por sus siglas) todo en inglés y dirigido a 4000 oradores en el mundo. Un gran ejemplo a seguir.
Para quienes viven en ciudades muy hispanas en donde creen no necesitar el inglés tampoco creo que esa sea una buena opción. A pesar de los limitantes y el recelo de algunos, este país tiene muchas oportunidades y es importante hablar el idioma para poderlas aprovechar. Los limitantes se las pone uno mismo. No hay que pensar que nuestro ingles es “roto”. No lo es. Tenemos acento, que es diferente.
Mas información sobre «SAY YES TO SUCCESS» con Pilar Ortiz en https://bit.ly/2UF7wDR