Antes quizá llegábamos con el regalo en la mano, nos sentábamos en un sofá, departíamos con los demás, nos reíamos con los comentarios de algunos, criticábamos de frente o en silencio a otro, comíamos y elogiábamos la comida, mientras algunos niños quizá se quedaban sin comer porque no les gustaba el menú y partíamos el pastel mientras cantábamos “happy verdi”. Tal vez hablábamos solo con aquel que nos tocó al lado y nunca supimos qué hace la sobrina a la que vemos poco y con la que no conversamos mucho. Los que estamos lejos sólo nos enterábamos de la crónica cuando alguien generoso nos contaba alguito y, a veces, si teníamos suerte, nos llamaban para participar quizá en una parte de la serenata por Facetime y eso si no se les olvidaba el teléfono en una mesa con la imagen del techo.

Ahora, en esta “nueva realidad”, nuestras reuniones familiares son virtuales, sin regalos en la mano, a no ser una foto o una sonrisa, o un mensaje inspirado que tienen que escuchar todos. Nos hacen falta los abrazos y por supuesto la comida compartida. Pero siguiendo el mantra de mi mamá que repite “todo me gusta y nada me disgusta”, me gustaría, como ella, poderla aplicar para todo y por ello aquí me propongo a enumerar una serie de ventajas que nos trae esta tecnología, que nos facilita los reencuentros, así como la creatividad que ha inspirado el encierro, ahora que este virus ha impedido que nos veamos en persona:

Los que estamos lejos estamos presentes, con nuestros cielos distintos, iluminados aun quizá cuando allá ya es de noche. Podemos mostrar nuestros paisajes y entorno. Compartir un pedacito de esa, nuestra cotidianidad lejana para muchos. Presentes en nuestras casas, que pocos conocen y que presentamos con orgullo, hasta con nuestros perros que, animados también, participan un rato.

Aunque los de siempre acaparen la atención, si alguien generoso se anima a preguntarle a la sobrina por su vida, todos nos podemos enterar de lo que hace y sus proyectos.

Como uno se ve en la pantalla, el hecho mismo de uno verse la cara que está haciendo es una ventaja, porque como decía una de mis profesoras favoritas, “hay que poner cara de inteligente, a ver si uno se vuelve.”

Si ponemos cara de aburridos se nota demasiado, claro, pero siempre está la posibilidad de levantarse por un rato, irse a echar un motoso sin necesidad de pedirle a la tía prestada la cama.

Así mismo si unos acabaron de estar, como dicen en México, simplemente se levantan y se van, los niños sin molestar a la mamá y los grandes a la pareja, sin los gestos que al final todos notamos.

Claro nos hace falta la comida compartida, pero al mismo tiempo cada uno come lo que quiere y es una excusa para compartir recetas e ideas.

Tendremos más motivos y anécdotas para el recuerdo. Nos reiremos quizá del tiempo que pasábamos explicándole a la mamá cómo conectarse y los casi 20 minutos que teníamos que esperar para que encontrara cómo conectar el micrófono para poderla oír.

Nos acordaremos siempre de la serenata virtual con aquellos cantantes destemplados que tuvimos que escuchar mientras nos veíamos nuestras propias caras de angustia cuando la muchacha tenia que subir la nota. Pero que después sirvió para que nos animáramos a seguir en el karaoke.

Los cumpleaños, celebraciones y reuniones ahora son más creativas. A pesar de las pérdidas y las dificultades económicas que ha traído esta pandemia, la gente ha creado espacios y soluciones diferentes.

Allá, en Colombia, consigues todo tipo de desayunos en cajas que vienen con decorados bellos y son deliciosos, te envían regalos especiales y originales, los floristas que no pueden exportar crearon suscripciones, te llevan pasteles a domicilio, en fin, toda suerte de maravillas, que, de nuevo, nos benefician a quienes estamos lejos, porque podemos estar presentes de alguna manera con detalles que antes no se ofrecían.

Aquí, en Estados Unidos, en cambio se pusieron de moda los desfiles con carros decorados y los jardines con letreros para celebrar de manera alternativa, pero igual con la intención de salir adelante con los emprendimientos y negocios afectados por la pandemia.

Todos esos detalles ayudan para que lo esencial permanezca. Como dijo la esposa de un primo: “No incomodan las siestas, ni las mandadas a shhhh, ni las caras aburridas, ni la auto-pauta, ni las críticas, ni siquiera las salidas de escena”.“Estuve feliz con mi cumpleaños virtual, afirmó mi mamá, como si estuviéramos juntos. Mejor doy reverso y celebro uno menos con este tipo de celebraciones que rejuvenece”.  Al final lo que importa es mantener los lazos familiares y la cercanía, es lo fundamental, así tengamos que echar mano de la tecnología y la creatividad.