Desde Texas, USA…

Una frase muy de moda por estos días por aquello de las clases virtuales es “apaga tu micrófono”. En ingles “mute yourself” que suena aún más fuerte, pues implica que los niños desde Kinder están aprendiendo antes que a socializar y trabajar en grupos, a callarse, a silenciarse a sí mismos.

Entiendo perfectamente que es necesario, para el orden y para que las maestras puedan dar su clase en paz, apagar el micrófono y silenciar las interferencias de los 25 hogares que tienen abiertos en sus salones de clase virtuales, pero me preocupa lo que implica.

Me preocupa que estemos silenciando a los niños antes de darles una voz. Si de algo estoy orgullosa es que a mis hijas les he dado una voz desde niñas y que en mi infancia siempre la tuve. A la hora del almuerzo siempre se debatían temas y se oían opiniones. Los jóvenes deben aprender a ser oídos, a tener y hacer respetar sus opiniones. Lastimosamente no solo este virus y la tecnología los está silenciando, también lo hace la desesperanza.

Tristemente la política aquí o allá se ha convertido en un circo de ataques personales. Con poco debate sobre las ideas y mucha grosería. Aquí, en Estados Unidos, pienso que para mí el voto se ha convertido más en  una cuestión de principios, que va más allá de las ideas políticas.

Algunos piensan que no hay que entrar en polémicas con cierto tipo de gente con la que no se puede discutir. Pero yo no me resigno al silencio. Ahora, como ciudadana americana, mi voto es mi voz y por eso expongo acá algunas de las cuestiones en las que creo:

No me silencio, ni quiero que los jóvenes lo hagan. Mi voto es mi voz, pero también mi voz es mi voto.