Durante el año que llevo como bloguero en este espacio, he recibido todo tipo de comentarios como «Los tatuajes son para criminales y prostitutas» o «Debería decirle a las personas las consecuencias que les traerá tatuarse. Se les cerrarán las puertas para un buen trabajo…».

Y sí, puede que en cierta medida un tatuaje hecho en un sitio que no cumpla con los estándares de bioseguridad traiga consecuencias para las personas, o si trabajas en una área financiera y te tatúas las manos tengas inconvenientes, pero como pasa con cualquier decisión que uno toma en la vida, con los tatuajes también hay que ser precavido y tomar ciertas medidas, pero que en ningún momento se convierten en un obstáculo.

Y para quienes siguen pensando que los tatuajes son de criminales y prostitutas y que nunca podrán encontrar un buen trabajo como consecuencia, les quiero compartir esta recopilación de perfiles de ejecutivos exitosos que están tatuados y a los cuales entrevisté hace un tiempo. (¿Debería ser ilegal la discriminación laboral por tener tatuajes?)}

Ludovic Hirlimann/FLICKR
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“Los tatuajes no son solo para mostrar, también son para uno”

Juan Pablo Calderón trabaja en publicidad y además es fotógrafo. Su primer tatuaje se lo hizo a los 21 años -en el antebrazo derecho-, y en la actualidad tiene 31 años y un gran porcentaje del cuerpo tatuado.

Si bien algunos de ellos hoy ya no le gustan “para nada”, como él mismo lo explica, tampoco se arrepiente de habérselos hecho y nunca se los taparía.

­—Tengan o no tengan un simbolismo, es un recuerdo de un pensamiento, de un momento de la vida y son momentos que quedan impresos en la piel­— añade Juan Pablo.

Adicionalmente, considera a los tatuajes como un estilo de vida, como un ritual: primero está el dolor, después vienen todos los cuidados y al final todo lo anterior produce una gran satisfacción. Simplemente, es algo que le encanta.

No obstante, es consciente de la reacción negativa que los tatuajes pueden generan en las demás personas, por más de que hoy se hayan constituido como una moda. Por eso cuando se trata de trabajo y negocios, prefiere curarse en salud y taparse los tatuajes con la ropa.

-Por ejemplo mi papá­— comenta Juan Pablo entre risas—, piensa que los tatuajes son de presidiarios y prostitutas, y así como mi papá, hay más personas que piensan lo mismo.

Eso sí, sabiendo de la discriminación que hay en Colombia al respecto de los tatuajes, considera una bobada arriesgar un negocio por algo tan sencillo como es el hecho de ponerse un saco, entrar a una reunión y a la salida volverse a quitar el saco.

—Además – agrega Juan Pablo – los tatuajes no son solo para mostrar, también son para uno. Y el hecho de cubrirme para no dar la imagen errónea, no quiere decir que esté dejando de lado mi personalidad o mi esencia.

Integrante de las FFMM entra al baño con camiseta para tapar los tatuajes

Carlos Duarte* hace parte de las Fuerzas Militares de Colombia, y se hizo su primer tatuaje -en el brazo derecho-, hace catorce años cuando ya llevaba tres años vinculado con la institución.

—De hecho si me hubiera hecho el tatuaje antes de ingresar (a las FFMM) no me hubieran aceptado, porque uno de los requisitos para entrar es que uno no debe tener tatuajes— comenta Carlos de manera sonriente-. Menos mal nunca se me ocurrió tatuarme antes, agrega.

Inmediatamente después de tener el primer tatuaje, Carlos sabía que con el tiempo vendrían más. Solo era cuestión de mirarse en el espejo y ver lo bien que se veía, por lo que a los dos años siguientes Carlos decidió hacerse otro tatuaje en la espalda. Un año después se tatuó más el brazo derecho y finalmente se hizo el último hace tres años: dos rosas de Borneo en los hombros.

¿Pero cómo hace Carlos para lidiar con sus tatuajes en una institución tan conservadora como lo es la militar? Aunque nunca ningún general o alguien de un rango alto le han visto sus tatuajes, sí debe tomar algunas precauciones.

Por ejemplo a la hora de cambiarse, siempre espera el momento en que no haya ninguna otra persona de mayor rango. Y cuando tiene que compartir duchas con superiores prefiere llevarse la camiseta al baño y salir cambiado para evitar que le vean los tatuajes.

Y así como él esconde los tatuajes, existen más miembros de las Fuerzas Militares que hacen lo mismo, por lo que es difícil saber con exactitud cuántas personas más están tatuadas. Sin embargo, Carlos sostiene que sí ha visto un incremento de compañeros tatuados, “en especial en las mujeres, algo que hace mucho tiempo no se veía”.

Ejecutivo de día, tatuador de noche

Para quienes no conocen a Sergio Manrique, él puede pasar desapercibido como un ejecutivo que va a un trabajo común y corriente de lunes a viernes y descansa los fines de semana en su casa. Pero lo que no saben todos de él, es que en el día trabaja en una petrolera y parte de la noche y los fines de semana es tatuador en un reconocido local de Bogotá.

Sergio recuerda que el primer tatuaje que tuvo, se lo hizo a los 16 años. “Un par de tribales bien feos”, dice entre risas. Y a diferencia de Carlos, él no se hizo otro tatuaje tiempo después, sino que esperó aproximadamente diez años para hacerse el siguiente tatuaje. Pero aquella vez tampoco le fue bien: “Fui a que me arreglaran ese tatuaje y me hicieron una cosa peor”, agrega.

Si bien la industria petrolera (en la cual Sergio lleva once años trabajando) es tradicional y hay que estar siempre bien vestido y presentado, él no ha tenido problemas con el tema de sus tatuajes. En parte, se debe a que los tiene en lugares como la espalda, el pecho, los brazos y las piernas los cuales no son muy visibles o se pueden tapar con la ropa.

En la primera empresa en la que trabajó, el gerente general era un hombre bien conservador, por lo que casi nadie sabía de los tatuajes. En la segunda empresa, el gerente sí sabía que tenía tatuajes y que trabajaba en un local como tatuador, pero nunca le dijo nada. Y en la tercera, el gerente es una persona abierta al tema no tan conservadora como los demás.

—Pero más allá de eso, creo que por respeto a la institución donde trabajo, mientras esté en horario laboral no voy a estar mostrando los tatuajes y eso no tiene por qué intervenir en mi trabajo— afirma Sergio.

El hecho de combinar dos tipos de trabajo totalmente diferentes -ejecutivo por un lado, tatuador por otro-, es algo que a Sergio le causa risa y a la vez lo considera como su manera de relajarse.

Cuando la gente se entera que él tiene tatuajes y que hace tatuajes se sorprenden. Pero así mismo cuando algún cliente llega al local y lo ven vestido de traje y corbata, creen que es el administrador o el dueño y no que él sea uno de los tatuadores.

El problema de tatuarse y la influencia sobre sus hijos

Juan David Roldan, tiene la particularidad de que se tatuó siendo ya profesional. A diferencia de los demás, se hizo su primer tatuaje a los 28 años cuando era profesor en una universidad y se lo hizo uno de sus alumnos.

Aficionado a la vida marina, decidió tatuarse un caballito de mar aproximadamente de cuatro centímetros. No obstante, se sentía incómodo con el tamaño de ese tatuaje, pues consideraba que era muy chiquito para el tamaño de su espalda. Razón por la que un tiempo después, decidió taparlo con el espinazo de un pescado.

Una vez se hizo el primer tatuaje (al igual que le sucedió a Carlos y a Juan Pablo), Juan David pensó en el siguiente diseño para su segundo tatuaje. El problema es que para poder tatuarse por segunda vez, pasaron casi diez años en los que se casó y tuvo hijos.

Actualmente, trabaja en la parte comercial de Telmex y si bien la compañía tiene un manual de vestuario, no hay ninguna restricción con respecto a los tatuajes. De hecho, varios compañeros conocen sus tatuajes y muchos de ellos se sorprenden.

—Cuando digo en la oficina que tengo tatuajes – cuenta Juan David- la gente me dice que no tengo cara de tener tatuajes. Entonces yo les digo que es bueno tener un lado misterioso para que la gente lo descubra a uno y no ser simplemente lo que ven de uno.

Este gusto por los tatuajes también es tema de conversación entre los miembros de su familia, aunque por el momento él es el único que está tatuado.

Por ejemplo, su hijo mayor -12 años- dice que nunca se haría un tatuaje, mientras que el que tiene ocho años, a pesar de su corta edad, comenta que sí le gustaría hacerse uno cuando sea más grande. Y a Marcela, su esposa, también le gusta el tema de los tatuajes y ha pensado en hacerse algo, pero por su profesión (abogada) lo debe hacer en sitios discretos. Además le dan nervios y nunca se ha decidido.

Asimismo, se encuentra en un conflicto de intereses. Por un lado, se quiere hacer otro tatuaje en la pierna, pero por el otro lado, piensa en la edad que tienen y en la manera en que puede influenciar a sus hijos.

—Mi hijos todavía son muy chiquitos – explica- y me pueden decir “ah no, si papá se hizo todo eso, yo me voy a tatuar todo el cuerpo”…Y no quiero llevarlos a algo que quieran hacer tempranamente, sino que sea una decisión a futuro.

Profesor en colegio católico, tatuado y vocalista de banda de rock

Andrés Pérez* se empezó a tatuar a finales de los años 90 cuando era estudiante de Humanidades Clásicas en la universidad. Hoy, casi doce años después, es profesor de un reconocido colegio católico de Bogotá y además es vocalista de una banda de rock.

Su conexión con los tatuajes, dice Andrés, tiene que ver con un gusto por la música y con las artes.

Precisamente su admiración por pintores del renacimiento, los manieristas y algunos expresionistas alemanes de la primera mitad del siglo XX, lo llevaron a plasmar algunas de las ilustraciones en su cuerpo. Una vez se hizo el primer tatuaje, entendió que podía usar su cuerpo como un lienzo y así combinar dos gustos: arte y tatuajes.

De esta forma empezó a tatuarse en el brazo derecho y actualmente tiene ambos brazos tatuados casi en su totalidad. Y aunque nunca ha tenido ningún tipo de problemas, siempre ha sido consciente que en cualquier momento de su vida los tatuajes se pueden volver un inconveniente laboralmente.

—Ese es uno de los motivos – explica Andrés – por los que no he permitido que los tatuajes me lleguen hasta la muñeca, sino hasta tres cuartos del brazo.

En este sentido siempre fue muy cauto con que nadie en el colegio supiera sobre sus tatuajes. Pero su otra pasión, la música, fue la culpable de que algunas estudiantes descubrieran sus tatuajes. Al ser él una figura pública dentro del gremio, es muy fácil encontrarlo en fotos de medios especializados del género, ya que su banda es conocida y han tocado en “Rock Al Parque” en varias ocasiones.

—Nunca negué la existencia de los tatuajes, pero sí les dejé claro a las niñas que eso no influía en mi método de enseñanza – agrega.

Y por una estudiante, un día una mamá lo llamó a cuestionarle qué cómo era que una persona rockera y tatuada trabajaba en ese colegio católico. Andrés cuenta, que él le dijo a la señora que se preocupará más por su hija y no por su vida privada. Además, le explicó que él nunca se iba en camiseta o mostraba su música a las estudiantes. Siempre respetó y ha respetado las normas del colegio.

Parte del apoyo que ha recibido por parte de las directivas del colegio, es que su jefe asiste a sus toques de rock. Y a los que no les gusta, como sucede con la coordinadora, le respeta su forma de ser debido a que él ha sido muy recto con el tema y no anda mostrando los tatuajes a todo el mundo.

A pesar de qué nunca se imaginó trabajar en un gremio en el que la imagen proyectada pesa mucho y que iba a estar vestido de corbata, siempre supo que no se haría un tatuaje en aquellas partes del cuerpo, inevitablemente visibles, como el cuello o las manos.

Otro gran ejemplo y que sin duda se debe destacar, es el caso de Vladimir Franz, excandidato presidencial y viceministro de cultura quien tiene casi todo su cuerpo tatuado

*Algunos nombres fueron cambiados para proteger la identidad de las personas y evitarles cualquier problema en su trabajo debido a los tatuajes.

@ricardoduranv