El Barcelona malgastó 107 millones de euros en promesas mientras su cantera está llena de jugadores capacitados y listos para jugar.
Malcom Filipe Silva de Oliveira llegó esta semana al Fútbol Club Barcelona por 40 millones de euros. El joven brasileño estaba en el radar de varios equipos europeos después de una gran temporada con el Girondins de Burdeos francés. No es un mal fichaje, pero es otro portazo en la cara a los jugadores de cantera azulgrana, cuyo nivel es similar al del nuevo jugador del Barça. Desde la salida de Tito Vilanova del banco técnico, el equipo culé ha dejado de lado su fútbol base, ese que tantas alegrías le ha dado en los últimos años.
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Lo sé, fichar es importante. Más allá de los proyectos a largo plazo, un entrenador de equipo élite debe dar resultados inmediatos y, para eso, necesita un plantel de garantías. Nadie duda que si Neymar abandona el barco, es necesario traer un jugador de nivel similar como Philippe Coutinho. En ese caso, sería una locura ocupar semejante vacante con un debutante de 17 años cuyo nombre solo conocen en el barrio.
Futbolistas como Luis Suárez, Thierry Henry, Ivan Rakitc y David Villa dieron mucho al Barcelona y todos ellos costaron su buena pasta. Cuando un titular se va, que llegue un jugador de jerarquía es apenas coherente. Este no es el caso de Malcom, ni de Arthur Ramos, ni de Clément Lenglet. Los tres fichajes del Barça este verano sacan de la caja 107 millones de euros que se podían cubrir desde adentro.
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Por ejemplo, Munir El Haddadi volvió tras dos años cedido en Valencia y Alavés. Ya había dado buenas impresiones en 2015 cuando debutó con el primer equipo culé. No es el goleador estrella, pero sí un extremo con talento. Conoce la liga española, el juego del Barcelona y a los jugadores. En muchos aspectos es mejor que Malcom, que con Munir en el barco parece más un capricho que una necesidad.
Lo mismo pasa con Arthur. Todo indica que es un buen volante. Sin embargo, viene del fútbol brasileño y su adaptación puede complicarse. Diferente es la historia de Carles Aleñá, mediocampista y figura del Barcelona B. El canterano tiene mucho futuro por delante, un nivel similar al de Arthur y varios años en el fútbol español. Carles es un jugador que hace rato merece un espacio en el primer equipo y, si necesitaban un volante suplente con talento, este era el hombre, no Arthur.
Más escandalosa es la llegada de Lenglet. El Barcelona ya tenía cuatro defensas en sus filas y uno cedido. Ese último se llama Marlon da Silva, tiene 22 años y dio grandes señales de vida en el cierre de temporada hace dos años. El Barcelona lo cedió para que creciera y volviera como suplente cuando Thomas Vermaelen torciera la pata. Mientras tanto, el afán trajo a un prometedor (pero inexperto) Yerry Mina y la caja de centrales se llenó. Si el colombiano va de salida y el belga aguantaba una temporada más, ¿para qué traer a un defensa si tienes a otro listo para volver?
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En vez de repartir todo ese dinero en recambios jóvenes cuyo puesto podría cubrir un canterano, el Barcelona debería haber comprado un lateral derecho de garantías. Sergi Roberto hace bien el trabajo en esa posición, pero con la salida de Andrés Iniesta el equipo quedó con un hueco gigante en el medio campo y Sergi haría bien en ocuparlo. Malcom tiene talento, al igual que los otros tres. Sin embargo, el Barcelona ya tiene futbolistas como ellos en el primer y en el segundo equipos. El club azulgrana necesita que alguien le recuerde cuáles plantillas le han llevado más lejos, si las de cantera o las de billetera.