Boca y River llegan en un nivel similar a la final. Detalles tácticos definirán quién sale campeón y, quizá, muestre que el fútbol argentino de nivel volvió

Ver una final de Copa Libertadores a doble partido entre Boca Juniors y River Plate es un regalo de la vida. Puede llegar como compensación al pésimo Mundial que tuvo Sudamérica o, de pronto, quien baraja las cartas de la existencia entiende que esta puede ser la única vía para que Argentina gane un título internacional hoy en día. El punto es que, sea por la razón que sea, hay Superfinal. El éxito (o en su defecto, el fracaso) de cada equipo depende de unos factores tácticos particulares.

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Boca no es el club del juego bonito. Guillermo Barros Schelotto es un entrenador que busca la efectividad y, sin especular de más ni ofrecer un partido tacaño, prefiere ganar sin jugar bien que perder dando espectáculo. El éxito de Boca pasará por el mediocampo. Guillermo busca la transición rápida por el centro con sus volantes. Pablo Pérez, Naithan Nández y Wilmar Barrios funcionan mejor cuando el colombiano juega de recuperador y tiene a los rioplatenses adelante como opción de pase corto. Las veces que Pérez o Nández se han corrido a la banda o han bajado a la posición de Barrios, el tridente de arriba (que suele componerse de Cristian Pavón, Ramón Ábila y Mauro Zárate) queda huérfano ante la defensa rival y tiene que bajar a armar. Ya River lo puso en esta situación hace un mes en el partido por la liga argentina. Boca necesita un mediocampo equilibrado y compacto.

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Con River el tema es más de bandas. En el 4-4-2 que Marcelo Gallardo viene usando son cruciales los volantes abiertos. Gonzálo Martínez, Juan Quintero y Exequiel Palacios son jugadores que manejan esa zona, combinan con el eje de mediocampistas que está adentro y buscan huecos en la delantera. Para tener espacios en ambos ejercicios y que el rival se imponga en superioridad numérica, es necesario que los laterales suban constantemente y manejen las bandas que este tipo de volantes deja a su merced. Es un movimiento crucial para garantizar la polivalencia de jugadas y para evitar que el juego de River se concentre siempre en el centro o sea poco numeroso. Boca cuenta con extremos fuertes que explotan las bandas, por lo que Gallardo tendrá que enfocarse en cómo garantizar la subida de sus laterales sin comprometerse en defensa.

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Esa es la situación táctica del partido. Es claro que un Boca vs River siempre es más que el juego de ajedrez, pero dentro de la cancha no todo puede ser corazón y pasión. La Bombonera y El Monumental vivirán un par de partidos inéditos en lo emocional y en lo futbolístico. Cada club tiene sus herramientas para dar un espectáculo. Además, más allá de la emoción que genera ganarle una final continental al rival, los dos equipos más grandes del continente tienen la oportunidad de redimir el fútbol argentino, que lleva una década larga en agonía.

Foto: Getty Images