Por motivos personales, Juan Carlos Osorio dejó de ser el entrenador de Paraguay, un puesto que no trató con el respeto que merecía.

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El miércoles, tras cinco meses de un trabajo extraño e intermitente, Juan Carlos Osorio rescindió su contrato como seleccionador de Paraguay. El colombiano argumentó que su partida se debía a un asunto familiar. La justificación para dejar el puesto no borra una efímera y polémica etapa de Osorio al mando del equipo guaraní. Le faltó profesionalismo desde el primer día en el puesto.

Pocos colombianos en el fútbol tienen el conocimiento, la cabeza y la innovación táctica de Osorio. Desde sus inicios como entrenador, armó un método propio para adaptar el equipo a su estilo de juego y manejó el vestuario a partir de la rotación y, a pesar de recibir muchas críticas, ha tenido éxito. Conquistó una Conferencia Este con New York Red Bulls y dominó el fútbol colombiano durante dos años, en los que ganó 6 trofeos con Atlético Nacional. Además, nunca ha tenido problema en compartir su conocimiento, como lo atestiguan algunos de sus pupilos. Osorio ha aportado mucho al fútbol colombiano.

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 Pero así comoresulta una caja de sorpresas positivas en la cancha, en contratación y negocios es otra caja de sorpresas cuando menos discutibles. Osorio, por lo general, da resultados en la cancha; sin embargo, fuera de ella parece a veces poco profesional. Firmó por Chicago Fire en 2007 y, tras apenas 15 partidos, se fue a New York Red Bulls, dejando al equipo bombero desconcertado y sin entender bien el por qué. Algo parecido sucedió en 2011 con Once Caldas, con el que conquistó una liga colombiana y al que, de repente y sin previo aviso, abandonó por el Puebla de México.

Su problema en Paraguay no fue sólo su salida repentina. En Asunción, desde el primer día, nadie entendió a qué venía. Osorio no firmó contrato ni cobró sueldo, al parecer porque esperaba la llamada de la Selección Colombia. En cinco meses de trabajo, dirigió apenas un partido que empató 1-1 contra Sudáfrica. Fue directo, quizá demasiado, con que su sueño era dirigir a Colombia y que estaba en Paraguay tras no haber llegado a un acuerdo con la federación de su país. Es fácil entender por qué se ganó tantos enemigos, entre ellos el legendario y polémico arquero guaraní José Luis Chilavert. La actitud del colombiano, su ausencia de vínculo contractual y la poca acción del seleccionado a su mando daban a entender que no había mayor compromiso de su parte.

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 Juan Carlos Osorio no incumplió ningún pacto, o por lo menos eso dijo la Asociación Paraguaya de Fútbol (AFP). Pero ése no es el problema. Actuar de esta forma con un club ya es tratar mal a una institución y a una afición, pero cuando el tema es con un equipo nacional, la situación es peor. Ser seleccionador de un país no equivale a ser funcionario público, pero casi. Aceptar ese trabajo implica asumir la representación de una nación y, por lo tanto, a una cultura y lo que esta significa. Tratar el puesto con poca seriedad, como hizo Osorio, es faltarle el respeto a muchos paraguayos que creyeron en su proyecto. El colombiano tenía razones personales para irse, pero la AFP también las tenía para sacarlo. A nivel de nuestro país, la conclusión no puede ser más dolorosa: por más fútbol que sepa -y sabe mucho- lo sucedido en Paraguay ponen en serias dudas la capacidad de Osorio de dirigir a Colombia.

Foto: AFP