Tras el hat-trick de Rodrygo por Champions y la reacción desmedida del entorno, me pregunto si estamos pidiendo demasiado a los jóvenes talentos.

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La fama es odiosa y efímera. Es impresionante cómo el espectáculo del fútbol, como muchos otros, se alimenta de momentos para subir a lo más alto a pequeños adolescentes que apenas inician su carrera solo para dejarlos en el olvido en poco tiempo. No aprendemos en la prensa, o no nos interesa aprender, porque siempre va a ser más mediático el titular que venda al próximo Pelé o Messi a poner “hat-trick de joven promesa”. Los tres goles de Rodrygo al Galatasary este miércoles por Champions abren puertas a un joven de 18 años en la zona más lujosa de este deporte. Sin embargo, le hacemos mal en llamarlo un “Caído del Cielo” (AS) y en escribirle el destino de leyenda por un gran partido.

Podemos hablar de Rodrygo, de Ansu Fati, de Vinicius Jr o, si queremos irnos más atrás, mencionar a Bojan Krkić, Anderson o Freddy Adu. El cuento es el mismo. Tras un par de actuaciones, nos ilusionamos e ilusionamos a los demás. Pedimos su titularidad en partidos complicados para que lleven el carro como unos veteranos y criticamos al técnico que lo cuida por “cortarle las alas”. Si el entrenador lo pone y no rinde, entonces nos burlamos de nosotros mismos por creer en falsas promesas, como si el protagonista con talento lo fuera a perder por una mala noche. El tema es blanco o negro, el juvenil es Pelé o es un desastre.

En Colombia no nos quedamos cortos. Le pedimos a Stefan Medina en su debut que jugara con la solvencia de Camilo Zúñiga. A Rodallega le pedimos golear a Brasil porque hizo un buen Mundial Sub-20. A Marlos Moreno le exigimos ser titular en el Manchester City un año después de ser estrella en Atlético Nacional. Hoy exigimos que Alfredo Morelos se mueva en Colombia como Falcao a pesar de que lleva solo cinco partidos con la Selección. La lista es larga.

Lo malo no es creer. Ojalá siempre exista una joven promesa que invite a pensar en grande. Pero exigirle como si ya fuera una estrella consagrada es equivocado. Denota una gran debilidad que equipos como el Real Madrid o el Barcelona dependan, entre todas sus figuras veteranas, de unos juveniles para ganar trofeos. A ellos toca darles impulso y dejar que se unten de competencia élite, pero hay que mantenerlos en su lugar y tener paciencia para maduren en su carrera como cualquier profesional. Tantos factores influyen en los deportistas, que solo el tiempo es capaz decir cuáles serán estrellas. 

Lionel Messi y Cristiano Ronaldo han marcado números gigantes temporada tras temporada por más de 15 años. Los dos astros nos malacostumbraron a creer que eso es normal y ahora cada talento debe explotar y ser los el mejor antes de los 23, como hicieron ellos. Solo Kylian Mbappé se acerca a esa exigencia. Al final, jugadores como esos hay muy pocos. Es una excepción, y a punta de ilusiones no vamos a lograr que se convierta en regla.