El Ministro del Deporte ha evitado que el egoísmo de los empresarios convierta el fútbol en una bomba de contagios.

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El mundo empresarial que rodea el fútbol colombiano es turbio, envenenado y egocéntrico. La Dimayor ha insistido, como si no se enterara de la gravedad de la pandemia, que el fútbol vuelva rápido y a cualquier costo. Afortunadamente, al mando de la situación está el Ministro del Deporte Ernesto Lucena, que ha sabido poner al organismo del fútbol profesional en su sitio mientras encuentra maneras coherentes y más seguras de poner el balón a rodar.

A inicios de abril, cuando Colombia llevaba tres semanas de cuarentena y el Gobierno apenas terminaba de gestionar la estrategia para enfrentar la creciente exponencial de contagios, la Dimayor tuvo la idea absurda de presentar una estrategia para que el fútbol no parara. Lucena y el presidente Duque no demoraron en rechazarla. La semana pasada, la Dimayor acudió al senador Álvaro Uribe como salvavidas para buscar una salida que permitiera el retorno del fútbol. Lucena no se dejó comer. Sacó a la Dimayor de la ecuación y manifestó el 23 de mayo que cualquier conversación o solicitud sobre el tema debería hablarse directamente entre la Federación Colombiana de Fútbol y el Ministerio del Deporte.

El mensaje del Ministro es claro: es importante buscar formas de activar el fútbol, pues genera trabajo y entretenimiento, pero sin arriesgar de manera negligente la salud de los involucrados ni de la sociedad en general. Además, dónde manda capitán no manda marinero, y quien busque cómo activar el negocio sin hablar con el Gobierno queda fuera de la mesa. A diferencia de la Dimayor, que no parece interesada por ver los riesgos de su afán, Lucena ha trabajado de la mano con el Ministerio de Salud para buscar unas fechas y protocolos que no conviertan el fútbol en una bomba de contagios.

Basta con ver a los Estados Unidos de Donald Trump para entender qué sucede si el Gobierno se interesa solo por el negocio durante esta pandemia. Sin un ministro que pusiera frenos al egoísmo mortal de la Dimayor, el esfuerzo de muchos de nosotros para evitar la propagación del virus en el país podría ser en vano. Ahora, es bueno que Lucena haya evitado que los directivos del fútbol pongan en riesgo la salud de muchas personas, pero preocupa lo lejos que son capaces de llegar estos empresarios por el beneficio propio.