En esta ocasión recibí la colaboración de Anibal D. Marín, un gran amigo y periodista de EL TIEMPO que, al igual que muchos colombianos, está mamado de los errores arbitrales y los malos shows en el fútbol nacional. Disfrútenlo.

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Los hermanos Gasca e inclusive el Circo del Sol son espectáculos de poca monta al lado del show circense que se vio el pasado domingo en el estadio Palogrande de Manizales. Ese partido entre Once Caldas y Boyacá Chicó es el más claro diagnóstico de la payasada en la que se ha convertido nuestro fútbol y nuestro arbitraje profesional.

Como si no hubiera valido la lección después de aquel inolvidable piscinazo del ‘Piojo’ Acuña con el Junior ante América en las finales de los cuadrangulares pasados, o el más reciente capítulo de Carmelo Valencia con Millonarios ante Santa Fe, el hecho se repitió. Esta vez el protagonista fue Daniel Carreño del Once Caldas que de forma desvergonzada se revolcó en una jugada disputada con ‘el Chaca’ Palacios en la cual el negrote ni rozó al atacante.

La carrera del juez Sebastián Valencia con su mano estirada hacia el punto penal abrió el telón y comenzó la función. Nicolás Pimentel, haciéndole honor a su apellido, fue a protestar en saco y jeans al área explicándole a Valencia hasta de qué se iba a morir. Pero Valencia mandó al delegado del Chicó a la tribuna. Mientras todo esto ocurría, Carreño seguía arrodillado con una sonrisa de oreja a oreja festejando el error arbitral.

Seguidamente el pobre Chaca, en su desespero por que se hiciera justicia, se puso también de rodillas y le suplicó al juez que retrocediera su decisión. Pero esta vez, para desgracia de Palacio, Valencia sí acertó y le mostró la roja al defensor del Chicó.

Apareció posteriormente Darío «el chusco» Sierra, integrante del cuerpo técnico del equipo boyacense a seguir con reclamos airados hacia Valencia quien no podía con la cara de susto. Pues bien, «el chusco» también fue a dar a las gradas del estadio. Finalmente el penal terminó en gol.

Y para completar la obra teatral, Alberto Gamero llamó a sus jugadores para que se retiraran del campo, pero muy oportuno apareció Miguel Caneo y jaló a sus compañeros para que volvieran al escenario. Gamero explicó posteriormente en la radio que los había llamado para que no se hicieran expulsar. Mmmmm…

Posteriormente, para no desentonar, Javier Álvarez quiso ser parte del elenco que protagonizaba la obra y se metió al campo. Pero poco le duró la actuación al técnico caldense… Fue expulsado de inmediato.

Por Dios. Cuanto más. Todo este embrollo fue producto de una mala determinación arbitral. No debo, pero hasta un punto uno entiende el enojo y la reacción de ‘Pimentel’, del Chaca, del ‘Chusco’ y de Gamero frente a la decisión del juez. La equivocación es semejante a la de Tom Henning, aquel arbitro de la semifinal de la Liga de Campeones entre Chelsea y Barcelona.

Sólo queda esperar la decisión de la comisión arbitral. Si no se le impone una sanción drástica a Valencia, la función estaría completa y lista para una espectacular presentación en el teatro Colón en el próximo Festival de Teatro de Bogotá.

Anibal D. Marín