(a mis estudiantes de este semestre,
por todo lo que aprendí de ellos:
por salvarme del dogmatismo de los miércoles.)
No me sorprendió escuchar al veterano senador decir lo que dijo sobre la ergonomía del sexo, menos en su florido lenguaje aderezado con más de cuarenta años de práctica en las plenarias. Recordé cómo, catorce años antes, escandalizó al referirse a las entonces senadoras Viviane Morales y Piedad Córdoba como «las vaginas del Congreso». He aquí el comentario que hizo al respecto El Siguiente Programa (vayan al minuto 6:19 para ver la entrevista de Gerlein con José Gabriel y la reacción de Moure y de Francisco):
Tampoco extraña lo que dice. Hace poco más de un mes este blog trató las declaraciones del concejal Marco Fidel Ramírez sobre el Canal Capital. Y duerme el sueño de los justos el hashtag #aymarikita que promocionaba una emisora juvenil. Si bien no hemos llegado a extremos como los de Fred Phelps, quien protestó en 1998 ante el funeral de Matthew Shepard agradeciendo que muriera porque se pudriría en el infierno (les recomiendo el magnífico documental de BBC sobre su iglesia/familia, The Most Hated Family in America, realizado por un excelente periodista, Louis Theroux), o a los de los cantantes jamaiquinos como Buju Banton, que pedían el asesinato de gays, o a los de Uganda (sí, la misma Uganda a la que queremos liberar de Joseph Kony pero dejarla en las manos del corrupto fanático apoyado por pastores Yoveri Museveni): muchos grupos religiosos y políticos sacan a relucir su homofobia. Pero ellos sólo repiten un discurso que pervive sin importar la historia. Lástima que pastores que han apoyado a los grupos LGBT, como la mediática Tammy Faye Bakker, sean la minoría y que este movimiento born-again busque menos el respeto y más la «conversión a la heterosexualidad».
Pero lo peor es que los grupos «progresistas» (y no, no hablo del grupo político al que está asociado el alcalde de Petrogrado) no hacen nada distinto al extremismo que combaten. La opción para combatir la homofobia jamás será la heterofobia. Como dice un gran amigo, ¿qué bien común puede traer reemplazar un desprecio con otro igual, pero en dirección contraria?
Tan pronto sale algún Gerlein, algún Marco Fidel Ramírez, algún #aymarikita, la respuesta de muchos activistas es decir que es un reprimido.
Tan pronto sale algún Gerlein, algún Marco Fidel Ramírez, algún #aymarikita, la respuesta de muchos activistas es decir que es un reprimido.
En palabras del activista Manuel Velandia sobre el concejal Ramírez: «considera que los puestos en Canal Capital debieran ser para sus cristianos o quizá para los marikas que él conoce de bien atrás» y «en su preocupación por la paja ha olvidado que los cristianos tienen horas y horas de…» ¿No es, me pregunto, lo mismo que insultar a alguien diciéndole «marica»?
¡Quememos cruces para oponernos al procurador! ¿Les suena «Ku Klux Klan»? ¡Digámosle a los heterosexuales «compañero/a heterosexual: desmovilícese, su placer anal/vaginal lo necesita» y cultivemos heterofobia!
Qué lástima que una causa necesaria para la sociedad se vea manchada por los actos de sus activistas. Es obvio que todo acto íntimo es un acto necesariamente político, pero también es obvio que ese acto íntimo y político no puede pasar por atropellar a los que no piensan como yo. Y en ese radicalismo, más peligroso que el que buscan combatir porque está escondido en una falsa máscara de igualdad, se esconde violencia. Tal vez la metáfora de Orwell se repite en pequeño: después del granjero llegan Snowball y Napoleón a repetir lo que hacían sus antecesores.
Culpar a los músicos [de reggae] por la homofobia es como culpar a los raperos gangsta por la violencia de pandillas. Ellos no mejoran las cosas, pero no crearon los problemas ni tienen el poder para solucionarlos.
Dorian Lynskey, blogger musical de The Guardian
En los oídos: Girls & Boys (Blur)