Debo decirlo, la masacre de la escuela Sandy Hook el viernes pasado me dio más duro de lo que creía. Una amiga muy cercana vive en Bethel, el pueblo vecino a Newtown. Ella me decía que la comunidad cambiaría para siempre. Newtown entró a esa mitología de nombres que no queremos repetir y que evocan algunas de las peores conductas humanas: Dunblane, Columbine, Port Arthur, Pozzetto, Virginia Tech.
No obstante, lo que más me ha dolido es ver la reacción de algunos que atribuyen el acto de Adam Lanza a que «hemos abandonado a Dios». El ayatolá Ali Jamenei, líder supremo de Irán, dice que «la falta de religión en los Estados Unidos es la razón principal del tiroteo en la escuela». El excandidato presidencial y presentador de un programa de Fox News, Mike Huckabee, dijo:
Nos preguntamos por qué hay violencia en nuestras escuelas, pero hemos borrado sistemáticamente a Dios de nuestras escuelas. No deberíamos estar sorprendidos de que las escuelas se hayan convertido en un lugar de masacre porque las hemos convertido en un lugar donde no queremos hablar de eternidad, de vida, de responsabilidad. De que tenemos que responder no sólo a la policía si nos capturan, sino de la santidad de Dios como juez.
Bryan Fischer, líder de la American Family Association (una de estas asociaciones que hacen lobby en contra de todo lo que en sus ojos contradiga la santa misión del cristianismo retorcido y mal llamado «renacido») escribió lo siguiente, que, les confieso, me da un poco de dolor y asco traducir:
¿Dónde estaba Dios? Yo pensé que Dios se preocupaba por los niños. Dios protege a los niños. ¿Dónde estaba Dios cuando todo esto se desencadenó? Aquí está la conclusión: Dios no va donde no lo invitan.
Llevamos desde 1962 -llevamos cincuenta años en esto-, llevamos cincuenta años diciéndole a Dios que se pierda, diciéndole a Dios que no lo queremos en nuestras escuelas, que no queremos orarle a Dios en nuestras escuelas, que no queremos orarle antes de los partidos de fútbol, no queremos orarle en las graduaciones, no queremos a nadie que hable de Dios en los discursos de grado…
En 1962 nos deshicimos de la oración en las escuelas. En 1963, nos deshicimos de la palabra de Dios en nuestras escuelas. En 1980 nos deshicimos de los Diez Mandamientos en nuestras escuelas. Nos deshicimos de Dios en nuestro sistema de educación pública. Y pienso que Dios nos diría «oigan, me encantaría proteger a sus hijos, pero me deben invitar a su mundo de nuevo. No voy donde no me invitan. Soy un caballero».
Una de las piedras angulares de mi forma de ver el mundo es que la religión debe estar circunscrita al ámbito personal. Y echarle la culpa de todos los actos a la falta de un Dios (en el que no necesariamente toda la gente de un país cree) es menos un acto religioso que un acto terrorista, donde se ejerce miedo para que las personas se vean obligadas a creer o hacer algo: «dominación por el terror» si seguimos a la Real Academia. Si pensamos como Bryan Fischer, Mike Huckabee, el ayatolá de Irán y otros líderes más (pienso en Marco Fidel Ramírez «el concejal de la familia*» y en otros pastores y sacerdotes fundamentalistas que pululan por ahí *Uno de mis principios es no creer en cualquier persona que diga «representar» a la familia. Casi siempre resultan ser personas cuya hipocresía los hace olvidar un plagio y pedir la pureza del matrimonio; o celebrar la muerte de 3000 personas porque obligó a cantar «God Bless America» en el Yankee Stadium.), que ven en todo lo malo un sacrificio que le hacemos sin intención porque hemos alejado al mundo de Dios, nos estamos convirtiendo en esas tribus que hacían sacrificios humanos para la lluvia, el sol o la cosecha. Esas viejas tribus que luego se llenaron de misioneros. La canción, tal parece, sigue siendo la misma.

Dios nos libre de estar gobernados por aquellos que fungen como sus representantes.
En los oídos: Safe and Sound (Sheryl Crow)
@tropicalia115