Quería profundizar en «
la maestra» Elba Esther Gordillo y sus astronómicos gastos y desfalcos al gobierno mexicano y, agradeciendo un comentario de un lector, recordar a los célebres desfalcos sindicalistas de nuestro país (desde el kilo de lomo de res a trece pesos en los comisariatos de Ecopetrol hasta la responsabilidad de Sintrahosclisas en la ruina del Hospital San Juan de Dios). Pero el martes, después de llegar de mi clase donde, casualmente, hablábamos del fin de la Guerra Fría, una noticia cambió todos mis planes. Después de casi dos años de tratamiento por un cáncer misterioso, Hugo Chávez había muerto.
Las reacciones del martes y de ayer me recordaron tres momentos de la historia, con íderes políticos no muy afines a la democracia que fallecieron de forma intempestiva. Comencemos en 1975. La voz apagada de su segundo al mando, Carlos Arias Navarro, anuncia la muerte de Francisco Franco Bahamonde, «Caudillo de España por la Gracia de Dios» o «
Paquito el chocolatero«.
«Españoles… Franco ha muerto»
Diecinueve años después, Pyongyang se estremecía por la muerte repentina de Kim Il-Sung, el dictador norcoreano o «el nombre augusto del sol».
Saltemos en el tiempo a finales de 2011, cuando el mundo supo, de nuevo por la atormentada voz de trueno de Ri Chun-Hee, que el excéntrico Kim «
I’m so ronery» Jong-Il había muerto de forma repentina mientras viajaba en tren a uno de sus
acostumbrados recorridos por el país.
Como diría Led Zeppelin, the song remains the same. La misma pataleta, la misma lágrima… y seguramente las mismas condenas a todos los que no manifestaran su lamento por la partida del Querido Líder.
Y esta, para los que dicen que «no celebran la muerte de nadie». Cuando murió «El Tata» Augusto Pinochet, vean lo que ocurrió:
Hace un par de meses, cuando Chávez anunció su recaída,
escribí esto:
Como cualquier dictador (desde Perón hasta Hitler, desde los déspotas del Asia central hasta los herederos de Guinea Ecuatorial, Corea del Norte y Siria, desde la teocracia iraní hasta el Tata Pinochet), Hugo Chávez construyó un culto a su personalidad, que incluso podría (pero esa es tarea para otro post) tener características de una secta.
Los líderes construyen, casi sin querer queriendo, una religión a su alrededor. África es bastante diciente al respecto. Veamos algunos ejemplos (tomados del magnífico y altamente recomendado
Blog de Banderas). Jean-Bédel Bokassa, autoproclamado emperador de la rica pero empobrecida República Centroafricana, para su proclamación como emperador (pagada con el dinero que Francia enviaba a Bangui, la Coqueta, por diamantes y uranio), escribió la siguiente
Oda a la coronación:
¿Sabéis dónde se respira hoy
El espíritu cristiano de Francia?
¿De la antigua Roma y de Bizancio?
El sucesor de Clodovico el Grande,
De los héroes de Grecia y de los galos,
De Carlomagno y de San Luis,
De Bonaparte y de De Gaulle.
Es Bokassa, Caesar Augustus,
El más ilustre de los franceses.
Bokassa, el nuevo Bonaparte;
Bangui, su ilustre ciudad,
Eclipsa Roma, Atenas, Esparta
Con su deslumbrante belleza.
O Hastings Kamuzu Banda, el mandamás de Malawi, quien proclamaba: «El sistema de Malawi, el estilo de Malawi, es lo que Kamuzu declare ser y nada más. Guste o no, así se hará. […] Todo lo que yo digo es ley. Literalmente, ley. Esto es un hecho en este país».
Así sea izquierda o derecha,
el dictador (o el líder político basado en el carisma y en algún grado de represión) crea un culto a su alrededor. Muchos o pocos sicofantes que lo defienden a capa y espada (pienso en
Alejandro Cao de Benós, el español convertido en embajador internacional de los Kim, o en los cientos de defensores de oficio de cierto burgomaestre capitalino o expresidente en las redes sociales), una especie de
necesidad del líder para que el país sobreviva, una capacidad de aglutinar (por la razón o la fuerza) a sus feligreses.
Chávez creó eso. Era, posiblemente, el líder latinoamericano más carismático junto a Álvaro Uribe, su otroyó. No es casual que Jorge Volpi, en su Insomnio de Bolívar de 2009 (un libro de no ficción que envejece bien, una rareza), los compare siempre. No es casual que generase pasiones similares a las que generaron otros líderes, Pinochet, los Kim, Franco, los dictadores africanos… No es casual, tampoco, que haya sido capaz de dejarse enceguecer por el poder, así sus sicofantes digan lo contrario.
Por último, no hay diferencia entre los líderes carismáticos de la política,los
gurus hipócritas y la plétora de líderes de sectas y cultos que pululan en las calles del mundo. Sobre ellos hablaré la próxima semana, después de ver
The Master de Paul Thomas Anderson.
Actualización, 4:21 pm: Después de publicar este post, Patricia Janiot anuncia que Chávez seguirá los pasos de Lenin y Mao: convertirse en una atracción turística.
Well, when it became evident that no governmental or economic reform was going to make the people much less miserable, the religion became the one real instrument of hope. Truth was the enemy of the people, because the truth was so terrible, so Bokonon made it his business to provide the people with better and better lies.
Kurt Vonnegut, Cat’s Cradle. Nueva York: RosettaBooks, 2000, p. 172
Voyeur no. 1: Agradezco las observaciones que se me hicieron con respecto al último post sobre la propuesta del alcalde Petro, tanto por este medio como en las redes sociales. Es claro que se manipuló el discurso de Petro por parte de los medios de comunicación, pero siento que los pasos de ciego que ha tomado el Alcalde no deben dejar de denunciarse. Habiendo dicho eso, es censurable lo que hicieron los medios (y aquí doy un mea culpa) al tomar fuera de contexto el discurso del alcalde.
Voyeur no. 2: Altamente recomendadas las fotos que el sueco Gustav Arvidsson tomó en un recorrido que hizo a través de Colombia, desde los barrios al sur de Bogotá donde llegan desplazados hasta Puerto Bolívar en la Guajira. Desde Curvaradó hasta las minas de carbón en el Cesar.
Voyeur no. 3: Cees Nooteboom, el escritor holandés, vendrá a la Feria del Libro. El título de este blog proviene de su novela más importante, El día de todas las almas. Sobra decir, aquí se hablará un poco de su obra, posiblemente una de las más importantes en la narrativa europea contemporánea.
En los oídos: Ho Hey (The Lumineers)