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Yo soy el camino.

Estoy como una flecha
indicando a lo lejos,
pero en la lejanía
me pierdo.

Quien me siga
hacia allá, hacia acá, hacia aquí,
ha de ponerse en camino
a la fuerza.

En camino y perderse.
Cees Nooteboom, “El Camino” (1996; en Hotel nómada. Madrid: Siruela, 2002: 16)
Hace seis meses y un día, comencé este blog con un pequeño post que hablaba de la posibilidad (anunciada por el alcalde Petro) de que Bogotá albergara los Juegos Panamericanos de 2019. Ni siquiera en mis pronósticos más optimistas me imaginé lo que pasaría con él. He tenido la suerte de encontrar excelentes interlocutores, crear polémicas divertidas, convertirlo incluso en material de mis clases. La oportunidad que me ha brindado este diario de discutir algunas de las cosas que pasan por mi cabeza o por mis ojos ha sido invaluable, más aún a la hora de dialogar con las personas que leen estas palabras. Sea esta una ocasión para agradecerles su lectura, sus comentarios (tanto positivos como negativos) y la difusión que hacen de estas ideas sueltas.
Hoy quiero hablar del origen del nombre de este blog. Hace nueve años me acerqué en la biblioteca de la Javeriana al único libro traducido del holandés disponible: ¡Mokusei!, de Cees Nooteboom. La historia de Arnold Pessers, un fotógrafo, y su relación con Satoko, una de sus modelos, mientras que Pessers reflexiona sobre “lo japonés”, me cautivó de inmediato, y comencé a buscar más cosas de él, incluso con la enorme dificultad que tenía encontrar su obra. Primero fue El desvío a Santiago. Luego, Rituales (en una edición de Anagrama que terminó en un préstamo no devuelto por parte de una profesora). Para cuando terminé Rituales, sabía que ese autor sería el que investigaría en el trabajo de grado de la universidad. Y de ahí en adelante duré años leyendo su obra y buscando autores que lo analizaran.
¿Qué me interesó de Nooteboom? Gracias a su erudición, logró transformar la literatura de viaje en una serie de conexiones. Posiblemente, el análisis que hace el autor holandés del poema “Ictiología” de Gerrit Achterberg (1905-1962) revele esa conversión del mundo en nexos que hace Nooteboom en el viaje:
«Se ha encontrado en el mar un coelocantopterigio / el eslabón perdido entre dos peces. / El descubridor lloró de asombro. / Bajo sus ojos yacía por primera vez unida / la conexión tantos siglos interrumpida». Cuando se encontró ese pez con piececitos se reveló el escalafón entre hombre y lagartija profundamente en el polvo, más allá de lo que nuestros instrumentos alcanzan». La conclusión del poeta es: «Con esta idea podemos hacer como si / la serie hacia arriba la misma fuera / y podemos así mirar a Dios a la mesa».
[El desvío a Santiago. Madrid: Siruela, 1993: 163.]
La obra de Nooteboom es variada: pasa de la narrativa larga (El día de todas las almas, Rituales) a la novela corta (La historia siguiente, ¡Mokusei!, El buda tras la empalizada), de la poesía a la literatura de viajes (Hotel nómada, El desvío a Santiago), de la narrativa corta (Cartas a Poseidón, Los zorros vienen de noche) a la crítica de arte (El enigma de la luz). Pero hay una característica común en sus escritos: la permanente indagación sobre un mundo cambiante, globalizado, donde se integran a través del viaje y de la historia muchas culturas, experiencias y relatos históricos. Un imperativo que pide al lector «reconcilia[r] las imágenes» (¡Mokusei! y El buda tras la empalizada. Madrid: Siruela, 1994: 80) para crearse una visión del mundo más acorde a su realidad. Esa conexión sólo es posible a través del viaje. Leer a Nooteboom es ir más allá del clásico cronista de viaje (J.M.G. Le Clézio, Paul Theroux, V.S. Naipaul) y adentrarse en universos, en juegos de la memoria, en reflexiones de la historia. En el extraño vínculo entre Las meninas de Velásquez y dos mujeres ocultas detrás de un velo en Bangkok. Las conexiones que se arman, casi como en los apuntes de un cuaderno de notas, se convierten en la creación de nuevos significados, de nuevas definiciones. Y esos momentos en el tiempo y en el espacio se convierten en partes de un museo personal, la memoria.
El visitante hasta puede leer las inscripciones de las otras salas: «Reading Circuit. San lemente. Lo que un imbécil te cuenta. Hola, Libro. Spanish readings. Alfonso el Sabio, etc. Tokio-Kioto, junio 92, la hermana gemela. Historias sin. Berlín Urraca. Histoires, Granada, Toledo 91». (Hotel nómada. Madrid: Siruela, 2002: 189)
Para Nooteboom, entonces, la literatura es la memoria en movimiento. Él, como viajero, da cuenta del mundo («pensamientos in statu nascendi, fragmentos de reflexiones que se adelantan las unas a
las otras, asociaciones, inscripciones, formulaciones instantáneas, ideas, descripciones», como diría en Hotel nómada) y la lleva al museo de la memoria. Una vez allí, se convierten en una permanente reflexión sobre la naturaleza humana. En palabras de Raymond Carver, da “noticias del mundo” y nos permite reconciliar y yuxtaponer nuestras imágenes.
Da la casualidad de que, precisamente en estos días, Nooteboom está en Bogotá. El lunes tuve la suerte de verlo en la librería del Fondo de Cultura Económica, leyendo algunos de sus poemas editados en Colombia (Luz por todas partes. Nueva antología de la poesía de Cees Nooteboom. Bogotá: Casa de Poesía Silva, 2013) donde, además, también contó historias de su Cartas a Poseidón (Madrid: Siruela, 2013). El sábado 20 estará en la Feria del Libro, donde (junto a Pedro Alejo Gómez, director de la Casa de Poesía Silva) leerá algunos de sus poemas y hablará de su obra, de sus viajes y de la mirada, que siempre está presente en su obra.
–Pero ¿cuándo has tenido tiempo para leer todo eso? –le había preguntado una vez.
–Mientras tú estabas viajando. Y no te equivoques, viajar también es leer. El mundo también es un libro.
Cees Nooteboom, El día de todas las almas
Madrid: Debolsillo, 2007: 202.

Voyeur: Parte de la información de este post salió de Los paisajes de la emoción: Viaje como posibilidad de Ser en la obra de Cees Nooteboom, tesis de grado de literatura escrita por quien firma este blog, que aparecerá como “Los paisajes de la emoción: viaje como creación de significado en la obra de Cees Nooteboom” en el libro Universo Nooteboom, editado por Erik Haasnoot y Astrid Roig (Candaya, 2013). Haasnoot y Roig han abierto un ejercicio de crowdfunding para financiar los costos de este, un libro que celebra los ochenta años del escritor holandés. Los invito a observar las características de este libro (que incluye voces tan destacadas como Rüdiger Safranski, Alberto Manguel, Pedro Alejo Gómez y A.S. Byatt) y, si pueden, donar dinero para este libro.
En los oídos: What I Am (Edie Brickell and The New Bohemians)
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Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana. Profesor universitario, escritor y poeta. Coautor de Casas de La Merced (Bogotá, 2015) y autor de artículos sobre educación y literatura publicados en Colombia y España. Cuando no escribe dedica su tiempo a observar, escuchar, leer, cocinar y caminar. El autor cree firmemente que el mundo es un montón de retazos unidos por el pensamiento, el cual los seres humanos no han comprendido en su cabalidad. Las opiniones del autor en este blog no comprometen a las instituciones donde trabaja, estudia y publica.

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Reconocimiento a un melómano que acaba de fallecer y que cultivó la melomanía en miles de clientes. Además. reflexiones en torno a un concierto bastante raro, el de Carlos Santana y la Fania. 

 

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En la noche de ayer, domingo, falleció de un infarto Saúl Álvarez, el fundador de la tienda La Musiteca, ubicada en el paseo comercial de la calle 19 con carrera 8, en Bogotá. Ese local fue el precursor de toda la ola de vendedores de música de la zona. Su negocio estuvo ubicado primero en una de las casetas metálicas que quedaban sobre la calle 19.

 

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Recuerdo que cuando yo era niño, iba casi todos los domingos al mercado de las pulgas que en ese entonces era por la carrera tercera. Y si estaban abiertas las casetas de discos, era el momento de bajar y mirar esas rarezas que a uno de niño lo dejan marcado para siempre.

 

La última vez que estuve, hace no más de dos meses, le compré el disco de Hercules & Love Affair, y el Dig Lazarus Dig!!! de Nick Cave. De paso le eché ojo a la hermosa caja que tenía de los Talking Heads, prometiéndome que un día de estos volvía a la tienda a comprarla... Qué impresión tan tenaz saber que si vuelvo, Saúl ya no va a estar ahí.

 

Hoy me enteré del deceso a través de José Plata, locutor de Radiónica, y luego lo confirmó por Facebook otro coleccionista, Mario Jursich. En su proyecto Musicpimp, Alejandro Marín también recuerda los últimos discos que le compró... ¿Cuáles le compraron ustedes?

 

Vive.in publicó en alguna ocasión una corta reseña de Musiteca, dentro de su guía de lugares interesantes de Bogotá. Allí aparece la imagen de Saúl, sosteniendo una de sus joyas de colección.

 

La pérdida de Saúl Álvarez es un golpe certero en la cultura del melómano que creció haciéndole encargos a este rebuscador consumado. Era demasiado raro que no pudiera conseguir algún encargo caprichoso de esos que a uno se le venían repentimanente a la cabeza.

 

Para quienes estén interesados en acompañarlo en la velación, supe que será a partir de esta tarde en la Funeraria Gaviria de la 13 con 42.

 

Paz en su tumba. Sea momento para despedirlo con una buena canción: 'Phoenix', de Wishbone Ash.

 

 

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¿Qué pasó con la Fania?

 

El pasado concierto conjunto de la Fania All Stars y Carlos Santana estuvo lleno de matices que harán de la noche del jueves 12 de marzo de 2009 una experiencia inolvidable. Sobre todo porque, pese a que fue un gran concierto con más de cinco horas de música, fue también, extrañamente, una gala de confusos errores que dejaron deslucida a una de las agrupaciones más interesantes de la historia de la música popular latina.

 

Empecemos por el final. Empecemos por Carlos Santana... ¡Qué concierto! El tipo le dio gusto a todo el mundo. Para quienes disfrutamos de sus grandes clásicos, no se midió en gastos y tocó 'Oye cómo va', 'Samba pa ti', 'Evil Ways', 'Jingo' y una que me encanta y que no me imaginaba en el repertorio: 'No One To Depend On', que me la canté a grito herido... y en uno de sus "potpurríes", metió 'A Love Supreme', un fragmento de la pieza de jazz de John Coltrane que Santana tocó con John McLaughlin en el disco 'Love Devotion Surrender', en su etapa más experimental y espiritual al 100%... cosa rara, definitivamente. Supongo, específicamente por ese fragmento, que es un concierto diseñado para gustarle también a los fanáticos que extrañan a ese Santana salvaje.

 

 

Yo sentía que me había desconectado de la música del guitarrista mexicano desde hace mucho tiempo, porque no me he sentido nunca identificado con la onda que se produjo del álbum 'Supernatural' para acá. De hecho, su música de los noventa también me parecía muy aburrida. Yo soy seguidor del Santana que comenzó en el 'Live At Fillmore' en 1968 (antes de Woodstock) y que llega al 'Inner Secrets' de 1978; luego le reconozco su importancia por 'Blues for Salvador' (1987) y me encantó el 'Santana Brothers' (1994). Pero de resto, no me gustó nada mas.

 

Y coincido con algunas teorías que dicen que Santana tenía un talento que se desarrolló hasta un punto máximo y ahí comenzó a repetir la fórmula, años tras año. Cuando ya parecía no tener más ideas nuevas, y ya invadido por una espiritualidad acaramelada que alteró su visión musical con una mística de la paz y el amor al extremo, salió con los duetos al estilo 'Supernatural', a promocionar nuevos talentos como la carrera en solitario de Rob Thomas, etc etc etc.

 

Pues bien, quienes nos creemos tan críticos con Santana desfallecimos en el concierto del pasado jueves. Si bien, el guitarrista tiene una sola fórmula para hacer todo lo que hace, lo hace de manera genial. Vale que se repita, vale que se desvíe, vale que no tenga ideas muy novedosas... las que ya tuvo hacen historia.

 

Y ahora trajo consigo a una banda interesante, con dos cantantes de perfiles interesantes, con los que grabó recientemente el álbum 'Multidimensional Warrior', reinterpretando todos sus éxitos. Un espectáculo muy sólido.

 

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Tan sólido, que aún hasta hoy me pregunto por qué los organizadores pensaron que podían integrar los dos espectáculos, el de Santana con el de la Fania... ¡Son completamente diferentes! Y si Santana traía una planificación, es respetable porque tenía ganas de tocar durante tres horas (y por eso llegó a las 12 de la noche tocando). La última vez que estuvo en Colombia, fue espectacular pero fue tratado casi como un artista de apertura frente a Soda Stereo. Esta vez quería vengarse y por eso jugó con el público a "¿Se quieren ir a dormir ya?"...

 

En la foto de la derecha, Ismael Miranda.

 

Si el mánager de Santana fue el que ordenó que sacaran a la Fania del escenario alrededor de las 9:05 p.m., eso sí está muy mal. Especialmente porque la anterior fue posiblemente la última oportunidad de ver a todo este combo de estrellas reunido. Será seguramente el último concierto de Ismael Quintana en Colombia. Y además junto a Cheo Feliciano y Johnny Pacheco, quienes tampoco pueden esconder el peso de los años, y Adalberto Santiago, Ismael 'niño bonito' Miranda y Andy Montañez.

 

Pretendían quienes juntaron a todos estos artistas que se iba a resolver una diferencia histórica en Bogotá, como homenaje al fallecido Ralph Mercado. Creían que Santana se iba a unir a la Fania, posiblemente a tocar 'El ratón' o 'Oye cómo va' en homenaje al hombre que precisamente intentó comprar a Carlos Santana hace más de 30 años, cuando le ofreció un cheque en blanco firmado, como comprando su voluntad. Fue en ese entonces que, como Santana rechazó la jugosa oferta, entonces su hermano Jorge Santana, el 'malo' (por el nombre de su banda, porque es buenísimo guitarrista) aceptó la propuesta y surgió la grabación de 'El ratón' que veíamos en el post de ayer.

 

A las 9:00 p.m. fue el turno de Richie Ray y Bobby Cruz tocando con la Fania. Salieron a tocar el 'Jala jala'. Papo Lucca le dio paso a Richie en los teclados para llegar al sonido bestial. Pero por sonido bestial, todos entendíamos otra cosa: Cada viento iba por su lado, los trombones nunca se entendieron. La voz de Bobby fue sepultada por una interferencia, piano y vientos iban a ritmos distintos, como si no tuvieran retornos. Aldredo de la Fe miraba a sus compañeros descompuesto, como si pudiera arreglar algo en el camino pedregoso hasta la primera nota. Impresionante. Recuerdo a un amigo melómano agarrándose la cabeza, sin entender por qué sonaba todo tan mal. Ninguno de nosotros entendió.

 

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Papo Lucca, Bobby Valentín y Alfredo de la Fe, desconcertados durante el concierto de la Fania.

 

Lo que pasó con la Fania fue vergonzoso. Y fue una culpa compartida, entre quienes forzaron el show y los mismos protagonistas, el grupo: una demorada salida al escenario en la que ni los presentadores del show sabían qué era lo que estaba pasando; partituras extraviadas y instrumentos desencajados, cantantes que aparecieron con la ropa con la que estaban ensayando porque nunca les llegaron los vestidos. Roberto Roena haciendo muecas de que le llevaran algo que nadie entendía bien qué era. Canciones que comenzaban y a los 20 segundos debían detener, porque iban en un tono diferente. En fin, un completo desorden.

 

Si bien cada miembro de la Fania merece todo el respeto que se han ganado a través de la historia, era importante que un concierto de este envergadura estuviera muy bien preparado. Para muchos colombianos, fue el concierto de despedida, y esa no era la imagen adecuada para cerrar.

 

Ojalá vuelvan todos juntos para un concierto exclusivo para ellos. Ojalá que así sea. 

 

Suerte y pulso.

 

 

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