Hace dos días, apareció en este diario un comentario sobre el Programa Enamorar, organizado por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. Inevitablemente pensé en cómo, detrás de ese “amor” propuesto por el gobierno K, de la “política del amor” del Querido Alcalde y del viceministerio para la Suprema Felicidad del Pueblo de Nicolás Maduro existe un profundo y peligroso programa de adoctrinamiento. Tan fuerte, que haría pensar a George Orwell que su Oceanía de 1984 no estaba en Inglaterra, sino en nuestra folclórica Latinoamérica.
El amor paternal que buscan establecer estos personajes es sencillo y todos los seres humanos lo hemos vivido de maneras distintas, pero con el mismo trasfondo: si un hijo es bueno, es premiado por sus buenos actos; pero si el hijo es rebelde y díscolo, es corregido con un castigo que, siempre, es dado “por su bien” y en el contexto del amor incondicional de los padres. No resulta difícil observar el trasfondo político de este amor paternal en los casos de Kirchner, Maduro y Petro: si el pueblo se porta bien, recibirá prebendas, contratos, mejoras de infraestructura y la seguridad de que no será molestado. ¿Y qué pasa si el pueblo se porta mal? Dejemos que un personaje como Luis D’Elía, piquetero cercano a los K y neonazi, responda: «Simbólicamente debemos dejar clavada en una pica la cabeza de (Claudio) Bonadío [sic], en la vereda de Comodoro Py»
¿Quién es Claudio Bonadio? El juez que dirige el juicio contra el vicepresidente Amado Boudou por malversación de fondos e investiga las irregularidades en los hoteles propiedad de la familia Kirchner. Y, como un castigo amoroso para el juez descarriado, el Consejo de la Magistratura (controlado por los K) decidió recortar el sueldo del juez en un 30%. Veamos otro caso: cuando era arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio era el enemigo número uno de Néstor y Cristina. Tanto, que cambiaron la tradición del Te Deum del 25 de mayo para evitar los fuertes sermones de Bergoglio. Todo cambió el año pasado, cuando Bergoglio fue elegido papa y se convirtió en el carismático Francisco. Políticamente, hacerse amigo de Francisco era una forma de evitar el suicidio político que significaría criticar al que, rápidamente, se convertiría en uno de los personajes más queridos en el mundo y, más aún, era argentino. Así que Cristina Kirchner olvidó sus rencillas y ahora glorifica a Francisco.
Volvamos a Colombia, para ver cómo la “política del amor” significa solamente electoradas vacías. Hace unos días, comentaban en La Luciérnaga cómo los presupuestos de 17 localidades de Bogotá habían sido reducidos en el proyecto de presupuesto del alcalde Petro, mientras que tres localidades (Los Mártires, Bosa y Ciudad Bolívar) habían recibido lo recortado al resto de Bogotá. ¿Casual, más aún en un año electoral donde el progresismo petrista y su candidato, Hollman Morris (la versión bogotáhumana de Leni Riefenstahl), se ve disminuido frente a los tres candidatos ya en campaña? ¿Casual cuando es necesario, para Petro, recurrir a su arma preferida -el populismo- para obtener votos, bien para su candidato o para la alianza de izquierda que se propone (siempre y cuando el maoísta Robledo no la impida)?
Y finalicemos con el caso más fácil: Venezuela. El pomposo Viceministerio para la Suprema Felicidad Social coordina las 30 misiones que se han dedicado a ofrecer soluciones populistas gracias al permanente ordeño de la, hoy famélica, vaca lechera de PDVSA, como los médicos cubanos (que, cuando pueden, buscan la manera de huir a Colombia) pagados con barriles de petróleo en La Habana, las cada vez peores «Universidades Bolivarianas» o los Mercales, construídos sobre las cenizas de los supermercados privados. El amor y la felicidad, en manos de populistas, es una manera de controlar a las personas para que, cuando tengan las urnas al frente, elijan a aquellos que le regalan dádivas para no perderlas. El acto de amor del pueblo, como respuesta a los premios y castigos del padre-líder-patria-partido, es mantenerlo en el poder. De lo contrario, como lo pueden demostrar miles y miles de víctimas de sectas y cultos religiosos, pueden caer en el ostracismo o, peor aún, en la cárcel o la muerte.
En el fondo, toda política del amor es una política totalitaria.
Voyeur: El lúcido y fuerte discurso de la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez es un remedio perfecto para todos aquellos que creen en el populismo como solución ideal para los problemas de nuestra sociedad. Qué bueno sería ver un debate entre ella y personajillos como Camila Vallejo o los zánganos de la MANE, para desnudar las profundas falencias de estos protestantes de oficio. O por lo menos, tener el placer de escucharla en estas tierras. A más de uno le caería bien esa lección de libertad.
En los oídos: Home Again (Michael Kiwanuka)
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