Duré varias semanas con el bloqueo propio del retorno a la vida diaria después del merecido descanso de fin de año. Tuve varios temas en barbecho (frescos, ya vienen) pero hoy un viejo conocido de este blog me detonó la inspiración. Hablo del pontífice del antifaz, del líder indignado favorito de Twitter, del creador de la Perris y la Diabla: Gustavo Bolívar Moreno.
Fiel a su política de aprovechar cuanto tema aparezca en las pantallas de los noticieros, Bolívar se va lanza en ristre contra el ICBF porque
se ensañ[a] a desintegrar una familia que acaba de ser víctima de un secuestro. Una familia establecida, organizada, conformada por una mujer, una hija y un hombre que, en términos coloquiales, como decían las abuelas, está respondiendo. Y todo porque, claramente, el padre de la niña, John Franco tiene 27 años y la madre de Alison 14, lo que supone que gestó su hijo promediando los 13.
Jhon Franco tiene 27 años. Yo cumplí 28 hace una semana. Y no se me pasaría por la cabeza, ni en la más pervertida de mis pesadillas, acostarme (y mucho menos embarazar) a una niña de trece años. No voy a analizar contextos, simplemente voy a irme hacia lo legal.
En cualquier país del mundo tener una relación con una menor de catorce años se llama estupro y es condenado. ¿Qué dice la legislación colombiana? El Código Penal, en el artículo 208, dice muy claramente: «El que acceda carnalmente a persona menor de catorce (14) años, incurrirá en prisión de doce (12) a veinte (20) años«. Y el 211 dice: «Las penas para los delitos descritos en los artículos anteriores, se aumentarán de una tercera parte a la mitad, cuando: […] 6. Se produjere embarazo«. ¿Y qué significa acceso carnal? Remitámonos al artículo 212: «Para los efectos de las conductas descritas en los capítulos anteriores, se entenderá por acceso carnal la penetración del miembro viril por vía anal, vaginal u oral, así como la penetración vaginal o anal de cualquier otra parte del cuerpo humano u otro objeto«. En legislaciones de otros países (Estados Unidos, por ejemplo), esa conducta con una menor de edad se conoce como violación.
(Hay preguntas que surgen de este caso: ¿por qué se aprovechó este caso -uno de los más de cuatro mil que ocurren al año con niñas menores de catorce años en Colombia-? ¿No se habrá dado seducción por parte de la niña? ¿Y los padres? Más allá de las preguntas, hay un hecho claro: una persona mayor de edad tiene relaciones con una menor.)
Otra del señor Bolívar: «todos los organismos son distintos y habrá quienes sientan deseos sexuales a los 13, o 14 años como también los que los sientan a los 18 o nunca. Esto no lo determina una Ley». No es casual que los adolescentes sean el mayor mercado de consumo de pornografía: se despiertan las hormonas. Una amiga politóloga da un argumento sencillo: a los 14 años uno no está física o psicológicamente maduro para ello, mucho menos hoy en día, mucho menos en esta cultura y bajo las necesidades que demanda esta cultura. Y una persona de 27 años está, más que claramente, en una posición superior con respecto a la niña a todo nivel (laboral, económico, psicológico). El amor de un niño (lo es, legalmente, alguien menor de 14 años) por su pareja es como el amor de ese mismo niño por un líder de secta (otro de los temas en barbecho). Hay libertad de la conducta humana, pero uno no puede meter en el rollo de esa libertad a personas irresponsables desde el punto de vista legal. Es el «dude, you have sex with children» que le repiten permanentemente los niños de South Park a los pedófilos de NAMBLA. Hay cosas que no se tocan.
Bolívar argumenta que «tampoco un joven de un sector marginado conoce la jurisprudencia de la Corte Suprema». Yo puedo desconocer la ley, pero eso no me exime de las consecuencias, tal y como la teoría general del derecho lo enseña en los primeros semestres a los jóvenes abogados del futuro. Gracias a ese argumento, los corruptos que tanto combate de forma hipócrita el empresario hotelero de Girardot podrían decirle que no sabían que los desfalcos que hacían eran ilegales.
Vuelvo a Bolívar: «Sé que a los abogados y legalistas esta entrada les caerá terriblemente mal y los entiendo, pero a las personas de sentido común les hará cuestionarse sobre si las leyes pueden más que la naturaleza humana». ¿Es la naturaleza humana concebir un bebé a los trece años hoy en día? Yo a los trece años pensaba en el grupo de Colombia en el mundial de Francia. Otras personas se preocupaban por estudiar, actuar, salir a comer, caminar, bailar en el salón de clase en los recreos, leer. Lo último que preocupaba era «la naturaleza humana» de procrear y tener una familia a los trece o catorce años.
Bolívar habla de educación. Pide «más empoderamiento de los padres«. Y en eso concuerdo con él. Pero el «pedir educación» no implica impedir conductas que pueden ser lesivas para personas que no están, legalmente, maduras para tomar decisiones tan radicales como crear una familia. Y termina su artículo pidiendo una materia en los colegios llamada «¡O usas condón o te jodes!» El problema va mucho más allá de usar condón o de repartir anticonceptivos (lo cual debe hacerse, así los movimientos religiosos se opongan): debe haber educación sexual. Y la educación sexual va más allá de las visitas de las empresas de profilácticos y artículos de higiene femenina a los colegios. Es responsabilidad de los agentes socializadores: familia, escuela, medios. Y flaco favor hace a la educación que una niña a los siete años (como lo vi en 2006 en un café Internet de un barrio de clase media de Bogotá) juegue a ser una prostituta pereirana que deviene en proxeneta de sus amigas de barrio para los traquetos, como lo retratan en cierta serie muy popular escrita por el señor Bolívar hace unos años ya.
Termino con la opinión de un amigo al que le pregunté sobre este tema: «Bolívar se las da de adalid moral y defiende a alguien que rompe una ley, algo que si uno es adalid moral debe considerar como absoluta y sin excepciones». Si Colombia tuviera un poco de vergüenza, dejaría de considerar al señor Gustavo Bolívar Moreno, mercachifle de la tragedia nacional y oportunista de profesión, como un «indignado» y «líder de opinión». Lo convertirían en lo que sería en un país cualquiera: un creador de alharacas. Pero esto es Colombia, y aquí un oportunista de esa calaña es respetado. No me extrañaría que Bolívar, el próximo año, entrara triunfante con los votos de muchos ilusos a su odiado Congreso de la República y pidiera ser llamado «honorable Senador».
(Agradezco sobremanera las opiniones de varios amigos que leyeron este texto y lo comentaron antes de su publicación.)
Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana. Profesor universitario, escritor y poeta. Coautor de Casas de La Merced (Bogotá, 2015) y autor de artículos sobre educación y literatura publicados en Colombia y España. Cuando no escribe dedica su tiempo a observar, escuchar, leer, cocinar y caminar. El autor cree firmemente que el mundo es un montón de retazos unidos por el pensamiento, el cual los seres humanos no han comprendido en su cabalidad. Las opiniones del autor en este blog no comprometen a las instituciones donde trabaja, estudia y publica.
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