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¿Y si era tan listo por qué se murió?
Homero J. Simpson

Si uno hiciera una lista de las propuestas improvisadas y fracasadas del alcalde Gustavo Petro, no bastaría con el espacio de un post de blog para dar cuenta de los tumbos que da el burgomaestre. Pero la perla de ayer tiene que entrar. Veamos, en sus propias palabras, lo que dijo el personaje que, a pasos acelerados, está convirtiéndose en el peor alcalde de Bogotá (en un grupo que incluye joyas como Pardo Koppel, Bromberg, Pastrana y Samuel Moreno): «¿Es válido sacar el celular a contestar una llamada o hacer una llamada en la calle? Pues creo que aquí hay una campaña de cultura ciudadana que debemos acometer…no usar el celular en la calle».
¿Creen que no usar un celular en la calle -o fuera de un espacio cerrado- va a disminuir los robos de aparatos? El problema no es usar o no el celular: el problema es una mafia. Basta ir a los locales de la Caracas con 13. Muy seguramente encontrará allá (o en variadas compraventas) los celulares que le robaron. Recuerdo, en este momento, cómo hicieron un reportaje sobre los celulares robados. Quiero ver al alcalde que se presentó (y ganó las elecciones) gracias a su imagen de luchador incansable contra las mafias (contratación, paramilitarismo, etc.) deshaciendo la madeja de la mafia del robo de celulares. Pero pedir que no usemos el celular no es seguridad: es paternalismo mezclado con ineptitud. No podemos culpar a las víctimas de una conducta que además va contra la ley. La culpa, y eso parece no entenderlo nuestro alcalde, es de los victimarios. ¿Si los celulares no se utilizan y se guardan en las maletas o los bolsillos, disminuirán los atracos o disuadirán a los atracadores? Lo dudo. Equivale a pensar que las burkas sirven para proteger a las mujeres de violaciones o, en las sabias palabras de la Orquesta Sinfónica de Chapinero: «lo mejor contra la caspa es dejarse crecer la calva».
Además, la propuesta de Petro revela una cruel verdad: Bogotá se le salió de las manos a Gustavo Petro. Así su cuenta de Twitter esté repleta de trinos favorables de sus aúlicos y empleados, que se hable de algunas medidas populistas (mínimo vital de agua, conciertos en El Campín, prohibición de los toros, entre otras), el alcalde le está diciendo a los nueve millones de bogotanos que no pudo controlar la inseguridad en la ciudad. La prohibición de las armas de fuego funciona para reducir homicidios, pero los robos se siguen presentando. El transporte urbano (Transmilenio, buses) se han convertido en lugares donde uno busca el mejor escondite para cualquier aparato susceptible de robo, mientras que la vieja maña de enviar un mensaje de texto con la placa del taxi se ha vuelto pan de cada día. Y eso, señor Alcalde, no se va a combatir con trinos.
Hablando de trinos, otra característica de la alcaldía de Petro es su carácter camorrero, tanto propio como el de sus sicofantes. Si cualquier persona, sin importar si es periodista o ciudadano, tiene la osadía de interrogar algo que haya hecho, él responde con dos piedras en la mano. Me resulta inevitable pensar en cómo, después de una entrevista que se le hizo en Hora 20, la moderadora del programa (Diana Calderón) le advirtió que muchos temas no se habían tratado debido a la discusión que él había sostenido con uno de los panelistas. ¿La respuesta del bullymaestre? «¿Por qué no le dijiste eso a Juan Manuel Santos?». Nunca será su culpa. Como un niño que rompe ventanas y culpa a otro, para Petro todo es culpa de alguien más. Y como si fuera la víctima de una teoría de conspiración, este David Icke de cafetín cree que todo se debe a la persecución que hacen de él los paramilitares, los contratistas, todos aquellos que antes fueron destinatarios de los dardos provenientes del señor Petro.
Estamos ante el peor alcalde que Bogotá haya visto. Un personaje que quiere convertir a Bogotá en su coto de caza particular, mientras atiza las multitudes con su manejo del discurso y sueña con ser el Luis XIV de la capital. «La ciudad soy yo», sueña Petro.
(…y no olvidemos: Gustavo Petro puso a Alejandro Ordóñez en la Procuraduría. Báilenme ese trompo en la uña, progres.)
Voyeur: Me alegra el arresto de la dirigente sindical mexicana Elba Esther Gordillo, acusada del desfalco al sindicato de maestros, que se había convertido más o menos en su caja menor para pagar cuentas en Neiman Marcus, mantener su Lear Jet y su casa en San Diego. Ansío que algún juez en Colombia investigue a nuestros limpios, pulcros y calmados sindicatos, a ver qué joyas encuentran.
En los oídos: The World Is Mine (Hooverphonic)
@tropicalia115

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