El sexo es un acto rítmico, por lo tanto la música puede ser un perfecto propiciador o puede cohibir la experiencia sexual, depende del gusto musical (y preferencias sexuales) de cada quien. En todo caso, las anécdotas que he escuchado son muchas y probablemente todos alguna vez hemos experimentado el poder de la música durante el sexo.
Tal vez la experiencia más inquietante que he escuchado fue la de un amigo que compartía un apartamento en Quinta Paredes con varias chicas, una de ellas estudiante de música de la Nacional. Después de varios meses de vivir allí, cuando mi amigo invitaba a su novia y cerraba la puerta de la habitación, la estudiante de música, seguramente cansada de los gritos exagerados de la novia de mi amigo, inmediatamente ponía a un volumen suficientemente alto alguna canción al estilo de las Marchas fúnebres para piano de Chopin. La experiencia era tan inhibidora que mi amigo jamás pudo volver a tener sexo con su novia en ese apartamento, pero en compensación terminó saliendo con la estudiante de música, aprendió algo de música culta y descubrió que Tchaikovsky es una de las mejores bandas sonoras para el sexo.
Casi tan perturbador como escuchar Chopin durante el coito fue conocer las técnicas musicales de seducción de un amigo que se sabía de memoria las canciones de Eddie Santiago; para él la salsa rosa era el preámbulo perfecto para retozar con alguna amiga en algún viejo motel de Chapinero. Así como esa música funcionaba para él (y supongo que para sus amigas también), para otros escuchar Devórame otra vez como preludio sexual puede ser sencillamente perverso.
Y por supuesto las mujeres también se quejan cuando la música no funciona para ellas. Una chica que salía con un metalero (que por cierto es amigo mío y hablé de él en un post anterior) ya no soportaba tener sexo a ritmo de heavy metal todas las semanas. A ella le encantaban las power ballads al estilo de Def Leppard y Whitesnake, pero él las detestaba porque lo inhibían sexualmente. ¿Es esa una razón suficiente para terminar?
Dado que la música ejerce ese efecto tan poderoso, muchas veces me he preguntado cuáles son aquellos discos más propicios para el sexo. Inspirado entonces en el artículo «Banda sonora para lubricar» de la revista Jot Down, decidí indagar en el tema, preguntar a algunos melómanos y poner en práctica algunos discos con el fin de encontrar mi propia selección musical.
Por ahora, creo que se puede concluir que, en primer lugar, la letra de la canción no importa mucho, pasa a un segundo plano (aunque letras de canciones como Closer de Nine Inch Nails pueden generar un efecto ambiguo), la magia está en la melodía y, como afirma el sicólogo musical Daniel Müllensiefen, en la asociación que por razones culturales hacemos entre música y sexo. Segundo, podría ser mejor pensar en álbumes más que en canciones particulares, las canciones son muy cortas y cambiar de uno a otro género puede generar interrupciones indeseadas, en cambio una relación sexual es más probable que dure lo que dura un álbum y se está dentro del mismo viaje sonoro y de sensaciones. Sexo para melómanos aunque suene freak. Y tercero, que por supuesto hay música y sexo para todos los gustos; por lo tanto, ya que este blog es más de rock, pop e incluso jazz, me aguantaré las ganas de hacer una lista de canciones de Eddie Santiago para otro blog, si algún día tengo alguno especializado en salsa rosa.
Ten Years After – Rock & Roll Music to the World (1972)
En general, el blues rock puede crear una buena atmósfera, con jam sessions centrados en la guitarra eléctrica y potentes riffs, para aquellos amantes más adeptos al rock clásico. Un buen ejemplo es el álbum Rock and Roll Music to the World de Ten Years After.
Massive Attack – Blue Lines (1991)
El trip-hop, ya sea de Bristol, Manchester o algún lugar de Francia, es otro género propiciador del sexo. Tricky, Portishead, Morcheeba, Air, cualquiera. Para mí el mejor es el Blue Lines, primer álbum de Massive Attack.
Pink Floyd – The Division Bell (1994)
Este disco puede funcionar para muchas cosas. Para escribir la tesis de final de máster, para una reunión tranquila, para acostarse a mirar el techo y pensar, o para tener la mejor experiencia sexual.
Miles Davis – Kind of Blue (1959)
Creo que fue en La nostalgia del melómano de Juan Carlos Garay que leí la frase «Si el jazz fuera una religión el Kind of Blue sería la biblia». En todo caso, incluso para los no muy iniciados en el jazz (como yo), les recomiendo intentarlo con este álbum.
Bob Marley & The Wailers – Natural Mystic: The Legend Lives On (1995)
La particular síncopa y el sonido del bombo que imita los latidos del corazón hacen del reggae una música bastante propicia para el sexo, también para fumarse un porro, o para las dos cosas a la vez.
Nine Inch Nails – The Downward Spiral (1994)
Aunque el concepto del disco es bastante filosófico, basado en las preocupaciones de Trent Reznor sobre las drogas, el sexo, las tendencias suicidas, la violencia, la deshumanización y la religión, muchos simplemente disfrutan del sexo hardcore mientras escuchan Closer.
Bonus Track: Cualquier disco de Marvin Gaye, Bill Withers o, en su defecto, Lenny Kravitz.
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