Entre todos los gustos musicales culposos que pueda tener (que, de una vez confieso, van desde Lionel Richie hasta Lana del Rey), la música tropical es uno que descubrí hace poco. Para darme cuenta de él fue necesario estar alejado por un largo rato de todo folclorismo colombiano, en un pequeño pueblo de Europa, y pensar detenidamente en la pregunta que me hicieron unos escandinavos: ¿y cómo se celebra la navidad y el año nuevo en Colombia?, ¿qué diferencias hay?

Queridos amigos oriundos de países grises y fríos, una de las grandes diferencias es la música. En Colombia, la navidad y el año nuevo es una fiesta, una fiesta bipolar a ritmo de música tropical para ser más preciso. Durante tres generaciones hemos bailado alegremente canciones como El año viejo de Crescencio Salcedo y Cantares de Navidad de Rodolfo Aicardi, pero a la vez nos hemos puesto melancólicos con Maldita Navidad de Gabriel Romero y la infaltable Faltan cinco pa’ las doce de Aníbal Velásquez. Todo un abanico de emociones. Por supuesto, en Colombia también hay muchas familias que importan música y costumbres desde otras latitudes, pero por lo menos en la mía, una numerosa familia tipo colombiana (10 tíos y tantos primos que ya perdí la cuenta), la música tropical, acompañada de emotivas transmisiones radiales con cuenta regresiva, siempre ha sido la reina de la fiesta.

Además, en Colombia el baile es importante, corre por las venas y es una de las principales técnicas de seducción desde que uno es adolescente. Incluso los que hoy en día no bailan en absoluto por lo menos lo intentaron un par de veces en alguna fiesta navideña o de año nuevo. En mi caso, cada año anhelaba dichas fiestas que organizaban en la enorme casa de una tía en Cúcuta para practicar con mis primas, mis tías y hasta mi abuela las vueltas de merengue (las de salsa siempre me han parecido complicadas) y los movimientos de hombros y caderas a ritmo de los 50 de Joselito, Pastor López y Los Hispanos.

Con el tiempo me di cuenta de que el baile no era mi fuerte, me parecía un ritual un poco soso y aburrido, o por lo menos eso quería pensar ante mi escasa aptitud para la danza. Mandé entonces al carajo la música tropical y todo tipo de música bailable, dejé de mover el trasero y me dejé embrujar completamente por la psicodelia de Hendrix y el woman tone de Clapton.

Sin embargo (en la vida hay muchos sin embargos), esa noche que me preguntaron cómo era la navidad en Colombia tuve una especie de epifanía: esa música típica de las fiestas decembrinas, que es una mezcla de cumbia y merengue, tenía el poder de traer a mi memoria gratos recuerdos olvidados de mi familia bailando en las navidades a ritmo de Los Hispanos, comiendo hallacas (porque mi familia es cucuteña con algo de influencia venezolana) y tomándonos unos tragos con mis tíos e incontables primos, y también recuerdos de ese país violento pero alegre del cual provengo y que por más que pase el tiempo a uno siempre en los aeropuertos le recordarán que es colombiano. En últimas, así como la nacionalidad, uno no elige totalmente la música que le toca vivir, a veces ella simplemente está ahí y queda asociada a algún buen momento, por eso no es descabellado que una banda sonora personal pueda tener desde rock hasta cumbia.

Esa vez, el impulso de escuchar música tropical me duró dos días, después todo volvió a la normalidad, los recuerdos regresaron a la oscuridad y seguí escuchando a Clapton y Hendrix. Sin embargo, tengo la certeza de que nuevamente dentro de un año, en cualquier lugar donde me encuentre, volveré a invocar la música de Rodolfo Aicardi para que me ayude a recordar, al menos por un día, cómo era la navidad con mi familia en Colombia hace más de 20 años.

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