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Ángela, caparazón de metal

Primera entrega de un homenaje gráfico a los personajes que, desde sus comunidades, y de la mano del Programa ANDA, contagian de fuerza a su comunidad mediante sus muestras de resiliencia.

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Uno de los mitos que ha ayudado a crear el imaginario y la identidad cultural caribeña de Colombia, es el mito del hombre caimán, que no es más que una representación metafórica y alegórica a la dominación que tanto de las aguas, cómo de los montes, pudieron hacer los pobladores que confluyeron en estas tierras desde la época de la conquista, formando una mezcla de indio, negro y blanco pobre, resultante en la “raza” trietnica costeña”. 
Pero con el advenimiento de los nuevos paradigmas políticos, económicos y sociales, y el consecuente golpe y sometimiento que esto produce, el fallecido sociólogo costeño Orlando Fals Borda reinterpretó y actualizó aquel mito del hombre caimán, y lo convirtió en el hombre-hicotea, refiriéndose a la capacidad de aguante y de resistencia de aquella base social campesina, que cómo la hicotea, parece enterrarse en la arena y encerrarse en su caparazón para sortear las dificultades de su entorno, y sobreponerse a ellas. Todo este mito del Hombre-hicotea, no es más que una representación metafórica de la resiliencia, término que originalmente se usaba en la industria metalúrgica para medir la capacidad de ciertos materiales para volver a su forma original, después de ser sometido a deformaciones por distintas fuerzas externas. Esta es la historia de Ángela, una mujer-hicotea con caparazón de metal, que lleva grabada en su propia piel la marca de sus victorias.
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Para llegar hasta la casa de Ángela, se debe viajar por carretera desde la ciudad de Montería hasta el municipio Montelibano, de allí tomar una vía polvorienta  hasta Puerto Libertador, donde se hace un desvío hacía una vía terciaria en mal estado que lleva hasta las orillas del río San Jorge, para allí tomar un planchón y cruzar. Una pequeña loma conduce hasta el corregimiento de El Palmar, y desde allí un recorrido en moto por un camino pedregoso que toma otros 10 minutos, para finalmente llegar hasta una parcela que habita apenas hace tres meses, y que es de propiedad de un conocido con quien trabaja a “medias”, es decir, dividiendo las ganancias que dejen los animales o lo poco que puedan cosechar para vender, quizá algo de yuca, tal vez algo de ají, de pronto algo de frijol. Pero la mayoría de productos que le da la tierra, son para su propio consumo.
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Ángela es miembro del comité de Gestión Comunitario de El Palmar, junto a otros líderes trabaja por su comunidad, algo que siempre  ha amado hacer. Desde allí gestionan proyectos y recursos que sirvan para mitigar en parte las grandes necesidades que su comunidad sufre. Nació en Tierradentro, corregimiento de Montelíbano en el departamento de Córdoba y en límites con el departamento de Antioquia. Creció en una familia de colonos paisas, de esos que bajaban de las montañas ocupando baldíos y abriendo fincas. Cuando era una niña fue diagnosticada con Poliomielitis, lo que hizo que sus padres le prestaran especial atención  y se opusieran a enviarla a Medellín con sus hermanas. Pero con determinación, logró recoger un dinero, y aprovechando un descuido de sus padres compró el tiquete y se montó en el bus no sin antes llamar a sus hermanas para que la esperaran en el terminal.
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En Medellín, Ángela terminó sus estudios y empezó un próspero negocio de comidas rápidas que aparte de servirle de sustento, le valió el cariño y el aprecio de los habitantes del barrio Niquía. Allí la vida se le partió en dos. Una tarde mientras trabajaba, un hombre acuerpado y bien vestido, llegó hasta su negocio y atacó indiscriminadamente a los presentes con un cuchillo. Ángela, valiente y aguerrida, se enfrentó con el agresor, resultando gravemente herida en su brazo.
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La recuperación fue larga, su brazo debió ser reparado y reforzado con prótesis de metal que yacen bajo su piel, pero sin duda el accidente la convirtió en una mujer más fuerte. Gracias a su capacidad de lucha pronto estuvo en pie de nuevo, y debido a que sus lesiones ya no le permitían trabajar en su negocio de comidas, se atrevió soñar y decidió emprender de nuevo, pronto estuvo comerciando con diferentes artículos entre Medellín y Tierradentro, abrió un almacén de ropa, montó un estadero, y generó empleo para algunos de sus amigos y familiares. La prosperidad volvía a tocar a sus puertas, y Ángela se dedicó a disfrutar los frutos de su trabajo.
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Sin embargo, el accidente no es el único momento crítico que ha atravesado en su vida, el desplazamiento de sus padres por parte de los grupos armados cambió su vida de nuevo. Trasladó a sus padres para Medellín, y pensando en darles una mejor atención, invirtió todo su capital en un mal negocio, de esos que solo traen desgracias, lo que la llevo a perder todo lo conseguido y acumulado durante años de trabajo. Ángela perdió todas las comodidades a las que se había a acostumbrado, y debió volver a trabajar fuerte. Pero a pesar de que la vida se lo había quitado todo, ella misma se encargaría de devolvérselo con creces: Mientras trabajaba como cocinera en un campamento de jornaleros, Ángela conoció a alguien que miraría en ella más clara y profundamente, sin distorsionar su mirada por el halo que otorga la posición económica.
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Ángela nunca imaginó que hubiera algo más valioso que las cosas que ya había perdido, hasta que un hombre costeño le regaló una familia.
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Formar una familia le ha dado aún más fuerza para seguir levantándose. Ángela ha ganado la paz para su espíritu, ser madre, al igual que las malas experiencias, también han hecho más fuerte su coraza.
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Ángela lleva en su piel la marcas de un difícil trasegar, de un entorno hostil, y de realidades que a diario sumen a la sociedad en una crisis de humanidad. Sin embargo, Ángela no lleva en la piel solo la marca de sus derrotas, pues estas marcas también son evidencias de sus grandes victorias, de su capacidad de aguante, de lo dura que es su coraza, y de la fuerza que tiene para trabajar por su familia y por su comunidad.
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El Programa ANDA es una iniciativa implementada por Global Communities y Financiada por BHP-BSC Billiton Sustainable Communities que trabaja por disminuir la pobreza y mejorar la calidad de vida de población víctima en el Sur de Córdoba. Una de las acciones en el territorio ha sido la conformación de 43 colectivos de comunicación comunitaria. Hombres y mujeres desde los 18 años se han formado en generación de contenidos escritos, orales y audiovisuales, han implementado periódicos murales, sistemas de información masiva (emisoras sin frecuencia), y redes sociales; con los que están sumando visibilidad de las metas alcanzadas en sus procesos comunitarios. Ellos serán los autores de las historias apoyados en el equipo de comunicaciones del Programa, que también ha ido recopilando historias y trazando huellas en el camino.

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