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Así que, desde ese momento imaginamos a Silvestre Dangond (él mismo hace la coreografía en el video) dándonos una lección con sus pasos de baile.

Fueron meses buscándolo y casi perdemos la esperanza. No porque el cantante ponga barreras (su manager siempre está al tanto de dar cuenta sobre su paradero y sus hazañas musicales), sino porque para bailarnos tenía que estar en Bogotá y los compromisos lo llevan de ciudad en ciudad a diario. En febrero, antes de que los conjuntos vallenatos se pusieran de acuerdo para irse de golpe a Estados Unidos, se intentó el encuentro.

Y Silvestre, que además es vanidoso, canceló la cita porque le había salido un granito en la cara. La nota iba para la televisión y un artista debe ser cuidadoso con su imagen. Tocó esperar a que regresara. Y el encuentro se dio el viernes pasado, cuando vino junto con Juancho de la Espriella a la sede de EL TIEMPO, dispuesto a bailar tanto para las cámaras de Citytv como para las páginas del periódico.

Esta vez traía una raya roja en la cara. "Una fan", explicó. Son las marcas que dejan sus batallas musicales. Las seguidoras siempre quieren un recuerdo de su artista. Esta, seguramente, erró su intento de llamar la atención de Silvestre y lo dejó marcado. "Uno tiene que vivir con eso", dijo el intérprete.

Fue cuando Carol le preguntó por los nombres de los pasos de su coreografía. Nombres no tenían. Así que entre los dos tuvieron que bautizarlos: "el acurrucao", "la gritadera" y "el tao tao".

Silvestre explicó que se trata de una coreografía que nació de la improvisación de ellos bailando en la tarima y del aporte de seguidoras que les ayudan mucho. Llegan hasta ellos y les dicen: ¿Por qué no te mueves así?

Mientras que Carol y Silvestre se ponían de acuerdo (él le enseñaba a bailar a ella), Juancho de La Espriella preparaba su acordeón (en algún momento de la nota de televisión, que se verá esta noche en Citytv, acompaña el baile) y le pregunté cuántos acordeones tiene. "Unos 12", responde.

¿Y todavía conserva su primer acordeón?
Es que el primero no es el mejor. Lo consigues para practicar, generalmente de segunda, y empiezas a ahorrar para conseguir el que necesitas…

Silvestre entonces añadió:
"Generalmente el primer acordeón lo da uno en parte de pago del segundo".

Juancho explicó que un acordeón puede costar unos 2 millones trescientos mil pesos. Lo que no hace fácil para un músico que comienza comprarlo nuevo. Y sí, su primer acordeón fue parte de pago del segundo.

"Es como cuando uno es cantante principiante –agregó Silvestre-, uno sueña con tener su propio micrófono inalámbrico. Y el primero que consigue no siempre es nuevo. Ya después, cuando se consigue cierto ingreso, puede concentrarse en buscar ropa para aparecer bien presentado ante el público. De hecho es lo que procuro hacer, siempre ir bien vestido a los toques, porque eso ayuda a que uno se sienta bien, le sube la autoestima. Eso también se transmite".

Nos dimos cuenta, trajo puesta una camiseta de Tommy Hilfiger. Pero el tema en el encuentro era el baile. Silvestre explicó cada paso ante las cámaras y luego lo cantó y lo bailó entero. Después de cinco minutos, el músico quedó exhausto (¿Cómo logra derrochar tanta energía en horas de concierto?).

Silvestre se despidió con un comentario sobre el clima bogotano (que la semana pasada todavía era de sol). Dijo que no vuelve a quejarse del frío ya que en su reciente visita a Estados Unidos conoció el verdadero sentido de esa palabra.

Carol escribió la nota que se publicó en la versión impresa de EL TIEMPO. Yo la reseño aquí para conservar la anécdota.

Foto: Liliana Martínez Polo / EL TIEMPO

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PERFIL
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Mi nombre es Liliana Martínez Polo. Soy comunicadora social con énfasis en publicidad de la Universidad Javeriana y especialista en medios de comunicación de la Universidad de Los Andes. Desde 1998, trabajo en la redacción de Cultura de EL TIEMPO y descubrí mi afinidad con las historias vallenatas y la cultura alrededor. A lo largo de años de trabajo observando el vallenato y en general la cultura colombiana he asumido como compromiso la labor de destacarla, desde sus músicas regionales y, en últimas fechas, desde la gastronomía. Sin embargo, de todos los temas, el vallenato es mi favorito. Por lo mismo, comparto este espacio de observación y promoción de esta música con ustedes. .

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Comienzo por lo que me trajo aquí:



Me encantan, estos avances. Me encantan.

The interpreter (para nosotros, La intérprete, y como cosa rara, el título en español significa lo mismo que en el idioma original) es un filme dirigido por el estadounidense Sydney Pollack, estrenado en cines en dos mil cinco. El guión condujo a Pollack a grabar en las propias instalaciones de la ONU (localizadas en territorio internacional dentro de Nueva York), una historia con tintes políticos que recuerdan la situación más o menos reciente del actual presidente de Zimbabwe.

Estaba viendo hace unas horas cierta película francesa realizada exclusivamente para televisión hace unos años, no muy conocida por cierto, y me asaltó una duda que tenía desde hace un tiempo y que se avivó luego de ver La intérprete. La duda es la siguiente:

Lo más seguro es que todos conozcamos el aviso que aparece, usualmente escondido al final de los créditos de algunas películas, que dice lo siguiente, palabras más, palabras menos: "Los hechos relatados en esta película son puramente ficticios y no deben relacionarse con eventos pasados, actuales o futuros. (...) Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia."
Yo me pregunto: luego de ver una película que parece un documental acerca de una situación actual, ya sea ésta una realidad o no, ¿qué sentido tiene recurrir a este mensaje, si de cualquier manera los espectadores van a hacer la relación?

Es claro, hay que decir, que no todo el mundo tiene por qué captar estos parecidos. Pero los que sí los captan, lo comunican a los demás, y al final la película pasa a verse como lo que realmente es: una crítica por parte del realizador hacia una situación en particular. Punto. No importa qué tan imparcial se pretenda ser, haciendo uso del mencionado avisito.

En fin, no entiendo esta actitud, si de verdad algunos pretenden protegerse bajo dicho mensaje. Quisiera creer que lo colocan no porque no pretendan dar la cara luego de dar la opinión, sino porque es una especie de requisito, un asunto legal de obligatoria aparición al final de todos los créditos de todas las películas de todos los géneros. Aunque al final, sólo quien tuvo la idea de escribir la historia como quedó escrita es quien sabe qué opinión tiene.

Él y sólo él.

-

Sobre la película, hay un dato lingüístico interesante; se creó un lenguaje nuevo (lo llamaron "Ku"), con sus propias palabras, conjugaciones, reglas... es decir, un lenguaje aparte, sostenible por sí solo, basado en lenguajes existentes en el sur de África, pero que "aunque sería reconocido por habitantes de la zona (...), los confundiría", debido a su estructura gramatical, leo por aquí. En todas partes encuentro que el creador de este lenguaje es Said el-Gheithy, director del Centre for African Language Learning en Londres. En general, no encuentro muchas críticas positivas para la película, pero a mí me gustó.

Me encanta leer la columna Contravía, escrita por Eduardo Escobar. Y la de hoy termina con una reflexión que encuentro parecida a cierto diálogo de La intérprete. Aquí va el diálogo, para terminar y dejar de ocupar su tiempo, estimado lector. Lo traduzco burdamente, pero espero que se mantenga la idea.

Silvia Broome: (...) Siempre que alguien pierde a un ser querido, quiere vengarse de alguien más, o de Dios, a falta de alguien. Pero en África, en Matobo, los Ku creen que la única manera de poner fin al dolor es salvando una vida. Si alguien es asesinado, luego de un año de duelo se realiza un ritual llamado "la fiesta del ahogado". Se hace una fiesta durante toda la noche, junto al río. Al amanecer, el asesino es montado en un bote. Se lleva al agua y se le tira allí, amarrado, para que no pueda nadar. Entonces la familia doliente debe tomar una decisión; pueden dejar que se ahogue, o pueden lanzarse a salvarlo. Los Ku creen que si la familia deja que el asesino se ahogue, se hará justicia, pero pasarán el resto de sus vidas de duelo. Pero si lo salvan, entonces admitirán que la vida no siempre es es justa, y a cambio ese acto los liberará del dolor.


dancastell89@gmail.com

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2 Comentarios
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    Liliana Martínez Polo – lilang@eltiempo.com.co – Primero que todo, gracias por escribir. En segundo lugar, creo que el vallenato también se compone de las vivencias cotidianas. Hablar de sus artistas no debe limitarse a los campos considerados como “serios” únicamente. También hay que darle un poco de aire, permitirse de vez en cuando ser descomplicado. Lo que se busca en este espacio es la variedad de estas informaciones. ¿O acaso uno no baila aunque no baile al son de la música?. Nuevamente, gracias.
    ——–

  2. comentarios_antiguos

    carlos e andrade j – tato_434@hotmail.com – mire yo respeto las opiniones de los demas y sus gustos pero esto me parece ridiculo darle tatnta importancia, primero a un disco que no dice nada y un ritmo bobo y segundo ahora el señor silvestre es bailarin, me parece doña liliana que hay que buscar noticias que valgan la pena, notas interesantes que le aporten al vallenato y me perdona pero no estas ridiculeses.

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