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Tenía razón el músico sabanero cuando anunciaba que el teatro de Colsubsidio era para presentar otra cosa. La música de Alfredo Gutiérrez también se degusta con todo y sus dichos, y los dardos que lanza entre las canciones para que le caiga el guante a quién le caiga. Porque pocos como él saben pasar por todas las músicas parientes del vallenato y distinguirlas con propiedad. Además da pautas para diferenciarlas.


Empezó con Los Sabanales, explicó que la grabó Calixto Ochoa, en las épocas doradas de Discos Fuentes. De paso, contó que Antonio Fuentes, el fundador, trataba al artista como si fuera un hijo. Y que él –"este artista que toma agua en una tabla y no se moja la nariz"– fue uno de esos "hijos consentidos". De pasó soltó un dato: que él fue le primero en hacer los violines vallenatos.

Y es que todo el show, con esas frasecitas intermedias entre canción y canción (que fueron cortas), iba trayendo del pasado cosas que las modas actuales parecen olvidar. Sin embargo, las letras de Ay, Helena y Corazón de acero estaban presentes entre los asistentes, que no dejaron de corear todo lo que cantó en dos horas. Y Alfredo se animaba más al ver que el público no podía contenerse en la silla y se ponía de pie. Algunos abandonaron sus asientos numerados para poder bailar y saltar en los espacios de los pasillos.

Gutiérrez habló de comienzos de los 60, cuando hizo su primera salida como artista adolescente con Los Pequeños Vallenatos, dirigido entonces por Arnulfo Briceño. Quizás por esto y por muchos otros detalles que fueron escapándose en sus expresiones, decía el músico que muchas veces la gente viene a descubrirle a uno el agua caliente.

"La primera vez que salí del país, con tal de salir, no llevé ni grupo", recordó también en la introducción a uno de sus clásicos. Fue a dar a Panamá, donde escuchó la canción de un festival, que no tenía letra y solo se acompañaba de algunos sonidos. "Le hice la letra y como en esa época uno grababa tan rápido…" 

El resultado fue Festival en Guararé, que interpretó de dos maneras: como lo cantaba en esa época y como lo canta ahora, con más potencia en la voz. Porque quiso demostrar que nada le queda grande, bueno, casi nada:

“Es que con las damas sí soy débil”, bromeó.

Resaltó que hay canciones que son paseaítos. "Si esto hoy lo graba un "nueva olero" va a decir que es vallenato". Entonces, puso a la gente a escuchar con atención, las diferencias en los tonos. Más o menos a la altura de La muerte de Abel Antonio, soltó la estocada final en este tema: "Una cosa es tocar con acordeones, pero hay algo que los acordeoneros de ahora, que se dicen vallenatos, no hacen. ¡No usan los bajos del acordeón! ¡Qué no sean mentirosos!"

Las peticiones de la gente fueron oídas. Le pidieron La camisa rayada, y aunque no entraba en el desarrollo cronológico del show, echó la historia y la canción. Que es del año 2000, que perteneció a la primera Fania Vallenata, un disco que él produjo, junto con Juan Piña, Jean Carlos Centeno, Álex Manga. Un disco de presupuesto modesto, que solo se vendió en Colombia (porque no podían usar fuera el nombre de Fania), pero se vendió bien.

"En cambio, para la segunda, trajeron a alguien que porque había ganado un Grammy con Vives iba a hacerlo mejor. Le dieron todo lo que pidió. Y no se vendió”. Otra puya de Alfredo, un típico aries (del 16 de abril, para los que creen en el zodiaco).

Presentó Ojos verdes con una introducción: "Este sí es el quinto ritmo que debería estar dentro de la competencia de la Leyenda Vallenata: el pasebol, fusión de paseo y bolero. Los que proponen ahora un quinto ritmo como don Alfonso López hablan dizque de vallenato lírico. Lírico es el acordeón que tiene unas lengüetas que se llaman liras. ¿Para qué se ponen a matarse la cabeza si ese quinto ritmo estaba hecho?"

De paso supe que el primero que grabó pasebol fue Aníbal Velásquez. Sin tregua, Alfredo pasó a La Cañaguatera, a interpretar Matilde Lina (de Leandro Díaz) y La paloma guarumera.

Después echó el cuento de que alguna vez lo llamaron "El Jilguerito" hasta que a Jorge Oñate lo bautizaron "El Jilguero de América". "Y como me ha tocado innovar –añadió– y soy un hombre del 1 al 9, es decir, sincero. Fui el único que me atreví a decir que tenía dos mujeres…" Y empezó uno de sus himnos de los años 80.

De repente ya estaba tocando rock y bailandolo con ese juego visual de manos en las rodillas. Interpretó desde el Very Well hasta La bamba.

Pasó entonces al trabalenguas famoso por Eliseo Herrera (él era el único que podía hacer que se le entendiera): "Ajá a qué no adivinas este trabalenguas…" y lo comparó con el reguetón: un trabalenguas del que nada se entiende. "¿Será que habrá reguetón el año entrante?".

En sus ironías, Alfredo no solo soltó algunos dardos hacia las modas… se rió hasta de sí mismo… pero eso sí, que no digan que es un músico mayor. "Hago música para cuchos", diferenció. Y sin embargo, la gente que saltaba en el Colsubsidio era gente joven.

Muchos lo vieron por primera vez tocando el acordeón con los pies (la ñapa del show). Después del porro Fiesta en Corraleja, se dio el lujo de cantar la canción que, después de todo lo anterior, a pesar de ser ranchera, solo podía cantar él: El rey. El público no lo dejó ir. Terminada la música, los asistentes se lanzaron a pedirle autógrafos.

Fotos: Fernando Ariza / EL TIEMPO

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