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Hay muchos taxistas de calidad. ¿Habrá una aplicación que los reúna solo a ellos? (Foto Felipe Caicedo/Archivo El Tiempo)

Hay muchos taxistas de calidad. ¿Habrá una aplicación que los reúna solo a ellos? (Foto: Felipe Caicedo/ El Tiempo)

Apenas abrí la puerta del taxi, el señor me llamó por mi nombre de pila, le dije que sí era yo, me senté e intenté abrocharme el cinturón. No se podía. No encontré el sujetador, le pregunté dónde estaba. “Busque ahí, entre el cojín”, respondió.

Finalmente, no lo hallé y dejé así el asunto, mientras él decía “bueno, vamos a ver por dónde nos dice esta cosa” (se refería al Waze).

Vestía una camiseta azul de manga corta, con el cuello desajustado, no muy limpia, y un pantalón de pana que algún día pudo ser también azul. Al frente suyo, dos celulares pegados a la consola. Uno, en un juego de solitario y el otro en la aplicación de Cabify, aplicación por donde lo solicité.

El asiento derecho de adelante lo tenía forrado con un aviso de Didi y en la ventana tenía dos calcomanías: una que decía ‘Yo soy Didi’ y otra de una aplicación que no entendí.

De pronto gritó: ¿Entonces para qué llama? Y entre el susto que me dio entendí que le había entrado una llamada y que él estaba contestando con el manos libres.

¿Ya llegó el agua?
¡Que si ya llegó el agua!
¡Pues no ve que yo trabajo! ¡Y tengo que salir mañana y me tengo que bañar!
¿Entonces para qué llama?
Mejor dicho, hablamos después, dijo.
Y hasta ahí llegó la enérgica conversación.

Le subió un poco al volumen del radio, que estaba en noticias, y de un momento a otro puso su brazo derecho sobre el asiento de adelante, volteó como si fuera a dar reversa, me miró y dijo: “ese man sí debe tener tremenda defensa. ¡Ahora que dizque fue un intento de secuestro!”. Entendí que estaba comentando el caso del médico que le disparó a tres hombres en un puente peatonal.

¿Cuándo será que no hay este trancón? ¡Nunca!, dijo más tarde en la oreja de la Esperanza con Avenida Boyacá.

Sobre la Boyacá se hizo detrás de una fila de carros que no se movían, acelerando y pisando el freno, acelerando y pisando el freno, mientras que en el carril del lado pasaban y pasaban motos y vehículos. Tuve que decirle que por favor tomara por allí.

Ya cuando estábamos llegando sonó uno de los celulares, contestó y dijo: ‘q’ hubo hermanito, usted qué. Y eso por qué me llama por este. No, por el otro. Este es el Avantel”, le dijo a su interlocutor. Y siguió: ya estoy dejando una carrera, pero vea, estoy que me orino”.

Pagué lo que me cobró, que fue la tarifa máxima que había mostrado la aplicación al aceptar la carrera a través de Cabify, y cuando me bajé, me quedé pensando que es muy difícil que haya un cambio si las aplicaciones no hacen una verdadera selección de sus conductores, si no les enseñan modales, si no les explican qué es eso del servicio al cliente, si no les dicen que por lo menos vayan limpios, que no manejen jalonando el carro entre acelerada y frenada, que en presencia del cliente no se pueden poner a pelear a gritos con su familiar por teléfono.

La salida de Uber es una gran oportunidad para los taxistas, muchos de los cuales son excelentes en su trabajo, pero que resultan juzgados de la misma manera que los otros porque no existe algo que los diferencie, algo que le diga al cliente, antes de coger el taxi, que quien viene es un buen conductor de taxi, respetuoso y profesional.

Es por eso que hace falta una aplicación que con solo su nombre le dé garantía de calidad al cliente. Y esa puede ser una que haga una verdadera y estricta selección de conductores, que sancione con expulsión a quienes infrinjan las normas, que garantice que el pasajero va a tener una buena experiencia al subirse a ese vehículo. Que no entre en la competencia de afiliar conductores, sino en la de la excelencia, la máxima excelencia.

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