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VenusFoto tomada de El Tiempo (1)

Fue una noche fatal. Todo un pueblo, de más de 20 mil personas, vivía la mayor tragedia de su vida, mientras desde los otros rincones de Colombia aún se trataba de saber qué era lo que había ocurrido en verdad.

Los primeros informes llegaron la noche de ese miércoles a Bogotá: había hecho erupción el volcán nevado del Ruíz. Los organismos de socorro y las autoridades pusieron en marcha todos los protocolos de emergencia (que para la fecha no eran muchos), mientras los periodistas tratábamos de descifrar la magnitud de las consecuencias de esa erupción. Era el 13 de noviembre de 1985. Hoy hace 29 años.

Un flash informativo de una emisora, en plena transmisión de un partido en El Campín, alertó a los colombianos. Pero a esa hora lo único que teníamos claro era la erupción. No sus consecuencias.

Eran las 9:30 de la noche. Había que arrancar de inmediato para la zona para tratar de saber qué estaba pasando. Bastó una sola llamada que le hice al director de la Agencia Colombiana de Noticias Colprensa, para que autorizara el viaje de un conductor, un fotógrafo y un periodista.

El conductor, Reynel Ruiz, me preguntó qué vía cogían y me dio dos opciones. Una de ellas era por Armero. Me explicó que esta última era más rápida o más segura (una de las dos cosas, no recuerdo ahora), y le dije que se fuera por Armero. Porque hasta ese momento lo que pensábamos era llegar lo más cerca del volcán, pero no sabíamos qué pasaba en los municipios.

Partieron Reynel, con el fotógrafo Felipe Caicedo y el periodista Édgar Hernández. Yo me quedé en la agencia buscando más datos y transmitiendo a los abonados lo que iba averiguando.

Había un excelente servicio de Telecom para los periodistas, que nos permitía llamar a un número y solicitar que nos comunicaran con varios teléfonos y allí nos hacían las llamadas y nos las iban pasando.

Pedí que me comunicaran con el alcalde, el hospital y la policía de cada uno de los municipios que podrían haber sido afectados. Y en la medida en que me iban pasando las llamadas e iba descartando afectaciones graves en varias localidades, la operadora siempre me insistía en que no había comunicación con Armero. Que seguiría intentándolo. Ya era la madrugada.

Mientras tanto, lo supe después, nuestro equipo periodístico llegaba hasta un lugar en donde varias personas les salieron al paso y les pidieron ayuda para rescatar a una persona que estaba entre el lodo. Reynel puso el carro de frente, con las luces prendidas y ayudados de lazos pudieron sacarla.

Los tres continuaron su marcha hacia el volcán. Pero llegaron a un sitio en el que ya no se podían mover. Decidieron esperar unas horas para que aclarara y ver qué podían hacer. Mientras tanto, en medio de una oscuridad total, iban escuchando a lo lejos clamores de ayuda o quejidos que no sabían de dónde provenían. Al día siguiente se dieron cuenta de que estaban sobre Armero.

Yo pasé toda la noche hablando con todos los municipios y me faltaba Armero. La radio, desde la madrugada, mantuvo sus transmisiones en directo, también tratando de entender la magnitud de las consecuencias de la erupción.

Hacia las 6:30 de la mañana, a través de RCN, Flavio Rodríguez, funcionario tolimense, alertó sobre lo que no queríamos escuchar: Armero estaba sepultado por el lodo.

Había que buscar una segunda fuente que lo reafirmara o lo desmintiera. Mientras yo estaba haciendo eso en Colprensa, otra vez Juan Gossaín, en RCN, emitió un flash y puso al aire a un piloto que dijo: ‘Acabo de sobrevolar Armero. No veo más que una playa’.

Puse los codos sobre el escritorio, mis manos cubriendo el rostro y no paré de llorar, como en ese momento lo debieron estar haciendo millones de colombianos que se despertaron con la noticia de la peor tragedia que hubiera vivido el país.

Me sobrepuse, envié la información a los abonados y ya Colprensa empezaba a hervir de periodistas que habían corrido desde sus casas hacia la Agencia para hacer frente a la situación.

Luego nos llegaron las primeras fotos de Felipe desde la zona (en esa época había que enviar los rollos en helicóptero o por tierra) y entre ellas encontramos una secuencia de una mujer que caminaba hacia la orilla. Su cuerpo iba saliendo poco a poco de entre el barro, totalmente cubierto de lodo. El director periodístico de Colprensa, Orlando Cadavid, la bautizó ‘La Venus de barro’ y fue la primera imagen que conoció el mundo sobre la tragedia de Armero (ver foto arriba).

Pero la otra foto que me impactó fue la que tomó el periodista Édgar Hernández. Mostraba a nuestro fotógrafo, Felipe Caicedo, llevando en sus hombros a una niña y saliendo de entre el barro, para salvarla.

Semanas después le pregunté y me respondió: En esta tragedia tan grande, “lo que uno hacía era bajar la cámara y llorar’.

(1) Nota: La foto publicada es tomada de un informe de El Tiempo sobre la tragedia, de hace dos años. La tomó Felipe Caicedo para Colprensa, el día de la tragedia. Vea aquí esta y otras fotos publicadas en ese informe de El Tiempo. 

 

Twitter: @VargasGalvis

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