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El presidente Álvaro Uribe aparece radiante, bien peinado, con una sonrisa sincera y agradeciendo con su mano izquierda los vítores de más de 1.500 personas que colmaban en ese momento el salón rojo del Hotel Tequendama. A su lado derecho está el Vicepresidente, Francisco Santos, también radiante, echando para atrás sus mejillas como cuando está gratamente sorprendido. Las manos con las pulseras tricolores se levantan frente a ellos y apenas dejan ver el atril en el que se encuentran los dos hombres que los colombianos acababan de reelegir. Era el 28 de mayo del 2006. El día de las elecciones. Pero un paso más atrás, al lado izquierdo del presidente, no había alegría, ni jolgorio. Justamente allí estaban Jerónimo y doña Lina. El hijo menor del Presidente y su esposa. Él, con los ojos vidriosos, rodea con su brazo izquierdo a su madre, que se le recuesta en el pecho, como refugiándose; y con la otra le da una palmadita en el brazo, a manera de consuelo. Ella no puede esconder su tristeza. Su mirada, en la foto que publicó El Tiempo, parece estar en el vacío. No eran, propiamente, momentos felices.

Y no era para menos. Uribe acababa de ser ratificado en el poder por cuatro años y ellos acababan de ser ‘condenados’ a restringir sus propias libertades, por un tiempo exactamente igual. Doña Lina tendría que seguir sintiéndose ajena en casa durante cuatro años más. En una casa en la que ni siquiera le gusta entrar a la cocina, porque en su hogar le enseñaron que no se entran a las cocinas ajenas. En una vivienda en la que ni siquiera le gusta abrir la nevera, por la misma razón anterior y porque ese no es el mercado que usted compró, sino el que le compraron. En un Palacio al que duró año y medio tratando de encontrarle una salida por la que no la vieran los escoltas, añorando poder salir algún día a manejar sola un carro y a recorrer la ciudad sin un séquito armado detrás.

Tomás y Jerónimo llegaron a la casa de Nariño muy jovencitos. De 21 y de 18 (casi 19), respectivamente. Y desde el primer momento se dieron cuenta de que los tiempos de rumba sin estar acosados por los demás habían casi que llegado a su final.

Jerónimo decía hace poco, por ejemplo, que le hacía mucha falta ir a Andrés Carne de Res o a divertirse por ahí, sin tener a todos esos escoltas detrás.

Y es que ambos han sido dos jóvenes muy sencillos. No han ostentado el poder y no quieren hacerse sentir cuando llegan a un lugar. Por eso los mortifican los asuntos de seguridad que incomodan a los demás.

Doña Lina también es una gran mujer, marcada por su sencillez, por una ternura maternal. A ella no le han gustado nunca las pompas de Estado. No la deslumbran reyes y presidentes. Ni siquiera la gusta que la llamen la Primera Dama de la Nación. Prefiere ‘la esposa del Presidente’. O mucho mejor, ‘la esposa de Uribe’, como llama a su marido. Ella preferiría estar en su casa y ayudar desde allí a construir más nación, pero sin las mieles del poder.

El Congreso acaba de eliminar el artículo de la reforma que permitiría que Uribe se presentara como candidato a las elecciones del 2014. El retiro de ese artículo puede significar, ni más ni menos, que Uribe podría ser reelegido para el periodo 2010-2014, si se aprueba el Referendo que plantea que un presidente se pueda presentar para un tercer periodo.

No quiero saber qué habrán sentido Jerónimo, Tomás y doña Lina con esa decisión. Pero sí sé exactamente las palabras que pronunció Jerónimo, en una entrevista con Yamid Amat, para el diario El Tiempo, hace exactamente un año: «¿Quiere que el Presidente siga ahí, muchos años más?», pregunta Amat, «No. Ocho años son ocho años y es suficiente. El 7 de agosto (del 2010) sacaremos nuestras maletas y nos iremos a nuestra casita», contesta Jerónimo, quien con el paso del tiempo aprendió a hacer empresa y hoy se entiende mejor con los indios wayús, arhuacos, kankuamos, zenúes, kunas o waunanas, a los que les compra sus productos para exportar.

Y su casita podría ser el apartamento en arriendo que tenían en Bogotá, o su finca en Rionegro, o cualquier otro lugar donde pudieran salir a caminar descalzos y tener un espacio para la intimidad, la que añoraba una vez Tomás.

Doña Lina todavía debe estar pensando en su sueño de darle la vuelta al mundo. Pero como una turista cualquiera. Sin tapetes rojos ni protocolos.

Por todo lo anterior es que no se me haría raro que apareciera en Facebook un grupo que se llamara ‘Solidaridad con Tomás, Jerónimo y doña Lina’. Y hasta fundado y administrado por cualquiera de ellos. No se trata de un grupo en contra de otra reelección, ni en contra del presidente Uribe, que ya los hay. De eso no se trata. Porque bien podríamos elegir al presidente Uribe por un periodo más. Pero ¿qué hacemos para que la familia del Presidente sea más feliz? ¿Para que tengan ya su periodo de vacaciones del poder?

Podríamos acostumbrarnos a la figura de un Presidente que viva solo en la Casa de Nariño. Pero igual seguirían las limitaciones para su esposa y sus hijos donde quiera que estén. Hay que encontrar la fórmula. De pronto ellos ya la tienen, pero no deja uno de pensar que ya es suficiente para ellos. De pronto no suficiente para el Presidente Uribe, pero sí para ellos. Y los colombianos los tenemos que entender. Quizá lo mejor sea empezar una campaña para cambiar las costumbres y hacer entender al país y al mundo que gobernar solo no es estar de pelea con la mujer. Que no necesariamente un jefe de Estado tiene que tener a su esposa al lado para satisfacer el protocolo. Quizá nos valga mucho más acostumbrarnos a que habrá cuatro años más de Uribe en el poder y que tenemos que dejar a la familia presidencial en paz.

EL DATO: ¿Sabía usted que Jerónimo Uribe tiene 3.473 amigos en Facebook? Solo los de la A ocupan cinco páginas y media, de 50 nombres cada una. Y paradójicamente solo 36 son de apellido Uribe. Tomás Uribe, en cambio, ‘solo’ tiene 443 amigos. Son poquitos, si se compara con otros usuarios de la red. Y su esposa, Isabel Sofía Cabrales, tiene 242 amigos, seis de ellos de apellido Uribe.

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