Si están buscando una historia color de rosas o la de un héroe perfecto que «triunfó en la vida» se equivocaron de lectura. Esta es una historia completamente real, cruda, con malas decisiones, malas experiencias y lo que representa el salir del lodazal a través del esfuerzo y sufrimiento «vida real».
Son pocas las personas con las que comparto mi vida personal, cada quien ha seguido un camino hasta ahora, cada uno se ha enfrentado a diferentes tipos de dificultades, algunos más que otros, pero supongo que todos nosotros a veces tenemos ese sentimiento de «buscar el triunfo» o una «dirección» en la vida, a veces tenemos dudas o miedos, todos pasamos por eso de una u otra forma.
No solo a modo de catarsis, sino como un recurso de apoyo o más bien «un punto más de referencia más» les voy a compartir un vistazo rápido de mi vida, de cómo pasé de vivir en una terrible pobreza a tener un salario digno, una vida más integral y una buena posición en otro país (Argentina).
¿A qué me refiero con un salario digno? Bueno, supongo que está bien para mi perfil (sin una carrera universitaría «aún») son más o menos unos seis millones de pesos colombianos, esta publicación muestra el nacimiento de mi carrera profesional y el background personal que la acompañó.
1- Pobreza, bullying y abandono
Cuando era muy chico teníamos poca plata y muchísimos problemas familiares. Mi papá se fue de casa cuando yo tenía unos 8 o 9 años a vivir con otra mujer en Bucaramanga.
Mi medio hermana y yo quedamos bajo el ala materna. Mi mamá tuvo que trabajar doble jornada en dos colegios como profesora de español y también en los tiempos libres limpiar la casa de familiares para poder ganar unas monedas extra.
Con el paso de los años y el esfuerzo de mi mamá por sacarnos adelante la situación económica mejoró (además de trabajar también siguió estudiando para seguir subiendo en el escalafón), solo que al mismo tiempo, me dejó completamente solo.
Algunas veces almorzaba en el ICBF con niños que no tenían familia, otra veces ella me dejaba pago con alguien los almuerzos del mes y yo iba a algún lugar a comer, casi no nos veíamos y siempre llegaba en las noches cansada por toda la jornada.
Recuerdo una vez cuando también tuve que empeñar mi bicicleta porque no teníamos plata para almorzar ni cenar.
Sin papá ni mamá cerca para guiarme, pues la calle se convertiría en el lugar de educación y diversión a la vez. Con un amigo solíamos buscar juguetes en la basura, pasaba la mayor parte del tiempo afuera, jugando canicas o jugando con esos bichitos que se hacen bolita «construyéndoles casitas» e incluso llegué a agarrar montones de cucarrones de los que ya casi no se ven en Bogotá y sobre los cuales escribieron un artículo muy bueno en Vice.
Estando solo me volví en alguien tímido, no tenía muchos amigos y en el colegio «me la montaban» por cualquier motivo, me volví el punto de referencia de los abusones del momento, tanto así que toda la primaria hasta bien entrado el bachillerato prácticamente cambié de colegio cada año. Amenazas para apuñalarme, palizas (patadas y puños), escupitajos, ropa manchada con tinta, almuerzos arruinados con mucha sal o picante y robo de mis materiales (o destrucción de los mismos) sumado al rechazo social y las constantes burlas se convirtieron en la vivencia educativa que me acompañó durante toda la escolaridad tanto en instituciones privadas como públicas (especialmente en el sur de Bogotá).
Las instituciones que más me marcaron dolorosamente fueron: Colegio Guillermo Cano Isaza (Ciudad Bolivar), Fabio Lozano Simonelli (La Fiscala), San Juan de los Pastos (Usme) y finalmente el Instituto Educativo Kennedy (Kennedy).
Mi rendimiento educativo después de quinto de primaria bajó muchísimo, sumado a los abusos de los compañeros de clase y el estado de indefensión tenía que soportar los gritos y golpizas de mi mamá por las notas y la irresponsabilidad mía en el colegio (ella no tenía la culpa, imaginen el estrés de una madre trabajando todo el día, sin comer y sin tiempo para encontrarse con que su hijo no rinde como ella espera, eso lo comprendí más adelante).
Como nunca aprendí a pelear, me refugié en mí mismo, en jugar ajedrez con uno de los profesores de filosofía y con un par de compañeros que tenían una situación de pobreza peor que la mía con quienes compartía pan y refrescos a la salida del colegio.
Creo que toda esta situación me convirtió en un pésimo estudiante, pasé raspando el bachillerato con mucha ayuda. Me gradué cuando recién cumplía los dieciséis, y no tenía idea de qué hacer con mi vida, pero mi mamá ya tenía en mente que yo tenía que ir a la universidad.
Superé varios intentos de suicidio y aquí debo citar a Hernán Triviño a quien siempre recuerdo con cariño pues me salvó la vida en una noche cuando ya tenía todo decidido.
En mi época no había contención para lo que hoy día se denomina «bullying», así que muchas de las cosas que pasaron, las tuve que superar en silencio.
2- Quiero pertenecer a la sociedad
Mientras que mi mamá me presionaba para hacer una carrera universitaria, yo sentía ansiedad por estar solo. No tenía ni amigos ni idea hacia dónde ir. Tampoco tenía ganas de estudiar (no lo quería después de tan terribles experiencias), de todos modos me metieron en la UNAD a hacer «Ingeniería de sistemas» ya que por ese entonces había desarrollado gusto por la computación.
Yo tenía 16 y mis compañeros de 18 en adelante ya pensaban en salir y tomar cervezas, yo ni sabía lo que era salir con amigos así que no entendía bien y no «encajaba» en los grupos.
Mientras esto sucedía encontré un juego de computadora que me dio un lugar, me dediqué a jugar eso y encontré amistades (que conservo en la actualidad) a través de ese juego y los torneos que se hacían en Colombia por el año 2002.
Pero pertenecer a esa comunidad de juego implicaba tener una conexión a internet y yo no tenía, ni tampoco la tuve, lo cual me hizo entrar en conflicto por querer pertenecer y no poder ser parte al mismo tiempo. Era tener en mis manos algo que quería realmente hacer porque lo disfrutaba y al tiempo tenía amigos, pero no poder lograrlo completamente, es una frustración inexplicable.
Había otra faceta, muchos de los que jugaban por ese tiempo eran «gomelos» y pues uno siendo pobre tampoco encaja, las amistades que hice fue precisamente con algunos que eran rechazados por parecer «nerds» y otras personas que no eran de muchos recursos, más bien de clase media.
Encontrar esos amigos y jugar me ayudó en parte a superar la depresión por todas las situaciones adversas que venía viviendo, pero no era suficiente. A mi mamá le parecía que el «jueguito ese» era una adicción y pasé 3 meses encerrado en una clínica de rehabiltiación.
Eso no me ayudó en lo absoluto, supongo que más que una adicción, era una forma de encontrarme conmigo mismo, de definir quién era por una vez en la vida y tal vez me sentía «incomprendido», además nunca tuve el apoyo de mi madre para alcanzar eso que yo quería… «jugar».
3- Me fui de casa
Frustrado, enojado por la insistencia de mi mamá con la universidad me fui de casa a los 19 a vivir con una abuela. Durante este tiempo entre los 16 y los 19 dejé la universidad más de una vez, exactamente 3 veces, lo intenté en la UNAD, en la Universidad Distrital y finalmente en la Universidad Pedagógica Nacional, no era un tema de inteligencia, venía arrastrando problemas personales que no me permitían ver con claridad las oportunidades que se estaban presentano, eran momentos difíciles, tenía que encontrarme a mí mismo.
Irme de casa fue un gran paso, de una forma u otra estaba buscando cómo organizar mi vida. Así que lo primero que atiné a hacer fue buscar una carrera, como no tenía plata evalué la posibilidad de obtener un crédito con el ICETEX o estudiar en el S.E.N.A.
Elegí el S.E.N.A por la facilidad de los trámites y porque era gratuito (mejor que ganarse una deuda). Intenté anotarme para ser Chef Internacional, después de aprobar los exámenes el Chef en jefe nos realizó una entrevista en la cual preguntaron muchas cosas pero especialmente esta:
Chef: ¿Por qué estudia esta carrera?
Yo: Porque me gusta cocinar.
Otra gente respondió «voy a armar empresa, montar una panadería…» claramente eran respuestas más apropiadas si consideramos que el Servicio Nacional de Aprendizaje capacita profesionales para ejercer.
El caso es que mi respuesta tal vez no me ayudó para ingresar, con lo cual no seguí en el proceso y lo otro que había disponible era una oferta en sistemas (Técnico Profesional en Ofimática) un híbrido (experimento) del S.E.N.A para formar algo entre un oficinista y un técnico de sistemas.
Apliqué, pasé los exámenes y comencé a estudiar. Comenzando la carrera obtuve mi primer trabajo en tecnología en Informática & Tecnología que años después se fusionaría con Stefannini una empresa brasileña. Esta era la primera vez que por mí mismo deseaba iniciar estudios nuevamente, tuve que esperar muchos años para poder volver a pisar una universidad.
La experiencia fue mala nuevamente, mi personalidad intentaba agradar a la gente (buscaba aceptación) y también buscaba progresar (hacer mi mejor esfuerzo), pero una vez más fui víctima del bullying. La gente creía que yo «quería ser superior a ellos» y que «me creía más que los demás», cuando lo que en realidad intentaba era aprender, compartir, conectarme solo que no sabía cómo lograrlo. Al final me crearon unos grupos en internet para insultarme y me rechazaban socialmente en la universidad, grababan videos cuando me quedaba dormido en una clase y se burlaban de mí en cada oportunidad que tenían. Acá hay una foto grupal:
Evidentemente, el querer ser bueno y sobresalir no fue la mejor estrategia para poder encajar en un grupo. No todos eran así (aunque sí la mayoría), logré llevarme bien nuevamente con la gente humilde y uno de ellos, un buen tipo ya casado y con hijos (Luis) me ayudó a conseguir un trabajo en la empresa para la cual trabajaba.
Increíblemente de todo el grupo (éramos casi 30 personas) se graduaron menos de la mitad y muchos desertaron incluso faltando dos meses para terminar la carrera.
Con la ayuda de Luis obtuve mi primera trabajo en IT y aprendí algunas cosas. Para el 2009 terminé la carrera del S.E.N.A y mientras decidía nuevamente si intentaba un crédito en el ICETEX para estudiar en Europa u otro país, el destino me presentó la idea de ir a Argentina.
4- Mi viaje a Argentina
Comencé una relación por internet con una chica argentina después de terminar la carrera, nos conocimos por casualidad a través de un proyecto web que tenía por ese entonces. Ella se encontraba en Chile, pero luego cuando regresó a Buenos Aires las cosas tomaron un rumbo más serio.
Cuando le conté a mi familia sobre mi decisión de ir a buscar el amor en Argentina me consideraron un loco, que me iban a robar los órganos o que cosas terribles me esperaban del otro lado.
Los carteles del aeropuerto advertían sobre las estafas de las «relaciones a distancia» y claramente eso no daba mucha confianza.
Finalmente llegué a Argentina con $200 USD y una maleta llena con todas mis pertenencias luego de invertir todo lo que tenía ahorrado en el pasaje. Pasé migraciones sin problemas y fui recibido por la chica que me esperaba en la entrada del aeropuerto en un vestido floreado y sandalias.
No tenía donde alojarme, fui honesto y directo con sus padres, les conté que venía con intenciones serias de casarme con su hija. El papá de ella sorprendido, pero amable me permitió vivir con ellos mientras me establecía (hasta ese momento los padres de ella no sabían de mi viaje a Argentina).
Así convivimos 3 años y sus padres se convirtieron en los míos, era como tener una familia, especialmente tener un papá por primera vez a los 21 años.
En el primer año por el 2010 creé –> Viajar a Argentina Hoy con el objetivo de ayudar a otros Colombianos en su proceso migratorio a Argentina, sin pensar que hoy se convertiría en una red con más de 70.000 visitantes mensuales de distintos países como Perú, Bolivia, Venezuela, Estados Unidos, España, México, etc…
En el 2012 se terminó la relación, dejándome en una profunda depresión y una mala situación económica. Si bien había conseguido empleo no tenía muchos ahorros y cuando me fui del departamento donde convivía con ella terminé viviendo en una habitación llena de cucarachas en la casa de la familia de un policía federal.
Tuve la oportunidad de regresar a Colombia pero la «tuza» era tan «berraca» que no importaba si me devolvía o me iba a la China, el dolor me iba a seguir a todas partes. También lo vi como una oportunidad de mejorar, dejar de ser tan cobarde y volverme alguien con una personalidad más fuerte.
La situación de Argentina tampoco era buena y mi sueldo era bajo, apenas me alcanzaba para vivir, con lo cual comencé a endeudar la tarjeta de crédito.
Un día la mujer me pidió que me marchara porque se iban a mudar y en medio de la desesperación para conseguir un lugar dónde vivir solicité un préstamo al banco (GRAN ERROR) y alquilé el departamento con un par de colombianas.
Arrastrando la depresión y malas vivencias de la infancia y ahora de la relación que recién terminaba (que también implicó perder esa «nueva familia» que había formado) y luego de autodestruirme con el cigarrillo y algo de alcohol por un tiempo, comencé a hacer deporte, tenía que rescatarme a mí mismo de la situación en la que estaba.
Mientras todo esto sucedía me enfoqué mucho en el trabajo, por suerte en la empresa que trabajaba había personas muy receptivas que me ayudaron en el momento más difícil. Pasé meses oculto llorando en los baños, fumando, con ansiedad y tristeza. Pero tres compañeros y un jefe; Guillermo, Marcelo, Luis y Juan fueron influencias muy positivas que me ayudaron poco a poco a superar esta etapa (eso incluía consejos, aguantarme la tuza y los errores en el trabajo).
Aprendí mucho de ser «mejor persona» y ser «mejor profesional» gracias a ellos. En esa empresa también obtuve toda la base para desarrollarme como un buen profesional, encontré mi vocación, encontré nuevamente una pasión y un motivo por el cual seguir adelante. Gracias a ese empleo, gracias a la tecnología y estas personas fui construyendo mi vida laboral y reconstruyendo mi vida personal.
5- Saliendo de deudas y de la depresión
Arrastré deudas con la tarjeta de crédito y el préstamo del banco. Llegué a gastar en esos años apróximadamente unos $13.000 USD (Dólares Americanos) o más pagando deudas, pagando montos mínimos, haciendo trabajos extra además de mi trabajo de oficina, etc…
Entre mi pasión por aprender cosas nuevas y la presión que ejercían las deudas, mis ingresos comenzaron a crecer lentamente (eso ya lo expliqué en otra publicación el año pasado). Lo interesante es que pasé de un salario de $2500 ARS en el 2010 a más de $30,000 ARS en 2016, visto desde ese punto son 6 años, la misma cantidad de tiempo que se invierte en hacer una carrera universitaria, solo que, a los que tienen el título y recién salen de la universidad no les ofrecen más que entre $13,000 y $16,000 ARS dependiendo de la empresa «porque son Junior».
Debo aclarar que $30,000 Pesos Argentinos no son seis millones de pesos colombianos, los costos de vida son diferentes, seis millones es lo que pediría si fuera a trabajar en Colombia.
A medida que las deudas se fueron apagando como pequeños incendios (mucho gracias al apoyo de la empresa donde estuve, la gente y mi ex-novia «una chica de Brasil con la que llevaba un poco más de dos años») comencé a sentirme más libre y a conectarme más con la tecnología, a tener mayor compromiso y visión en lo que hago.
Hoy día amo mi trabajo, me encanta lo que hago, pasé de ser una persona de microinformática a ocupar una posición de DevOps en una buena empresa para clientes importantes. Siento satisfacción al ayudar a las demás personas a través de la tecnología, es como si de alguna manera quisiera mejorar sus vidas con las soluciones informáticas que tengo para ofrecer.
Mi trabajo se ha convertido en algo más que un salario, se ha convertido en una meta, un propósito, una herramienta para mejorar mi vida y la de las personas que están a mi alrededor, tengo un gran sentimiento de compromiso con mis tareas y una mayor entrega, es algo que excede lo que cualquier empleador podría esperar de uno de sus empleados, no solo tienen un recurso tecnologíco sino un recurso humano valioso en sus filas (o al menos es como yo lo veo).
Argentina me dió la posibilidad de experimentar mi primera relación romántica «profunda» y también el fracaso de la misma. Me enseñó sobre el sufrimiento, sobre los cambios, sobre dejar ir, aceptar y cambiar acorde a las situaciones. Me abrió las puertas a un campo laboral que demanda mejores profesionales constantemente, me permitió conocer a las personas correctas en los momentos correctos para bien y para mal.
Las conclusiones
Todas estas experiencias terribles y difíciles fueron muy duras para mí. Tal vez otra persona, con otra personalidad no hubiera tenido mucho problema, pero todos somos diferentes.
Argentina fue la clave, tuvo un impacto importante en mi vida, pero soy de creer que si nunca hubiera venido tal vez estaría logrando lo mismo o más en Colombia (no hay que creer que el lugar lo hace a uno, uno se hace a sí mismo).
Pese a todas las adversidades, nunca dejé de avanzar.
La depresión es una enfermedad, debe tratarse. El deporte ayuda en la depresión muchísimo pero también está bueno tener asistencia psicológica.
No abandonar las ideas o proyectos, pese a que la situación fue difícil, nunca dejé los proyectos, al contrario, siguen creciendo y acompañándome, nos hemos convertido en compañeros inseparables.
Los peores momentos son oportunidades para ser mejores.
A veces lo que más resulta díficil de estar solo es aguantarse a uno mismo, tal vez esa es una de las cosas que más le permite a alguien cambiar, conocerse a sí mismo es la clave de vivir.
Les envío un saludo a todos aquellos que se sientan identificados, no están solos, no son los únicos y si creen lo suficiente el sol siempre va a brillar en el horizonte.