Recientemente, un vehículo que aparentemente prestaba el servicio de Uber fue violentado y quemado en el suroriente de Bogotá. La resistencia ante estas iniciativas emprendedoras de base tecnológica habla de lo poco preparada que está nuestra sociedad para estas transformaciones y de los grandes retos que tiene la educación para hacerlas posible.
La filosofía de las plataformas de consumo colaborativo, abanderadas por empresas como Uber, Rappi y Airbnb, surgen de un acercamiento estrecho entre la tecnología y las iniciativas sociales emprendedoras. Estos proyectos, que cada vez son mas productivos y eficientes, serán pronto protagonistas del mundo laboral por lo cual estamos obligados a formar y preparar a nuestros estudiantes para enfrentar esta dinámica.
Desde el punto de vista de la educación significa reconocer la capacidad creativa y emprendedora de nuestros jóvenes y potenciarlas mediante experiencias vitales y duraderas que los preparen para desempeñarse con éxito en un mundo laboral que valorará sus habilidades y competencias como líderes y creadores, por encima de sus conocimientos tradicionales y teóricos.
La economía ya nos ha mostrado con dureza la realidad de esta transformación, el declive que la industria automovilística estadounidense ha presenciado en los últimos años es muestra de que el empleo ya no es como era antes. La eventual desaparición de empleos basados en tareas rutinarias y operativas va a dar el paso a emprendedores, a personas con capacidad de identificar las necesidades de la sociedad y que puedan desarrollar herramientas innovadoras para atenderlas y solucionarlas.
Las nuevas generaciones tienen a su disposición un amplio conjunto de posibilidades de empleabilidad que no estaban disponibles hace algunos años y que aún nos falta por integrar del todo en su realidad académica. Reconocer estas herramientas y llevarlas a los planes de estudio hará de la Academia una agente vital, para la transformación constante y la aplicación a tiempo de la tecnología.
Para mí, uno de los cambios importantes que la Academia debe dar, va en ese sentido. Los jóvenes que ingresarán en el mercado laboral, deben encontrar en las universidades, espacios que les permita potenciar sus ideas, desarrollar proyectos y poner en práctica su habilidad crítica y de análisis. Dado que el conocimiento tradicional pasa a integrar el ámbito de las redes de tecnología y a estar disponible en la vida cotidiana, los educadores debemos dar espacio a proyectos de experimentación y creación.
Aterra un poco pensar que los cambios que sufrirá la naturaleza del empleo serán cada vez más frecuentes y que no estamos aún preparados para ir a su ritmo. Esto nos obliga a imaginar una realidad en la que estos ciclos no solamente sean más rápidos sino que, en general, sean mucho más flexibles, para lo cual debemos estar preparados a romper los tradicionales paradigmas de la educación.
Se ha hablado mucho sobre la transformación del rol del estudiante en esta nueva realidad; queremos que pase de ser un autor pasivo del proceso de aprendizaje, a ser el protagonista del mismo. Y aunque los educadores hemos insistido mucho en ese cambio, todavía nos hace falta materializarlo.
Afecta e inquieta que estas plataformas de consumo colaborativo en línea reciban tanto rechazo; el vacío legal en el que se encuentran algunas de ellas confirma que ni siquiera la Ley ni los gobiernos, saben con certeza cómo responder a ellas. Es el momento ideal para analizarlas, entenderlas y acercarnos a ellas de manera crítica y constructiva para poder integrarlas con éxito a nuestras filosofías de formación y convertirlas en agentes de innovación educativa.
@FDavilaL
Fernando Dávila Ladrón De Guevara
Rector Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano