Sin duda alguna, hablar del papel protagónico de las mujeres hoy en Colombia se ha convertido en un deber ético de cualquier personaje o partido político, o un lugar común entre los ciudadanos de a pie; sin embargo, es mucho lo que se puede hacer para visibilizar los grandes aportes que las mujeres han hecho a la construcción de tejido social, así como a la consolidación de un país más justo y equitativo.
Para empezar, cabe destacar la necesidad de hablar en femenino de las tareas que casi nadie evidencia como importantes, pero que han sido soporte, de todo el andamiaje del trabajo y reproducción de la sociedad colombiana; dichas tareas son las del cuidado, el trabajo doméstico y el pan coger: labores desarrolladas a lo largo de los años por las iletradas del campo y la ciudad, mujeres indígenas, negras, mestizas y excluidas, de las que fue fácil desconocer sus derechos cuando, paradójicamente, de muchas de ellas dependía el sostenimiento familiar en todos los estratos sociales.
De ser amas de casa preocupadas por el sustento diario de sus hogares, las mujeres de los sectores populares extendieron sus labores de cuidado a las viviendas donde eran empleadas, aportando al cuidado de otros niños y niñas que no eran los suyos, pasando a ser las señoras del servicio doméstico, cuando no sirvientas, como se les llamo mucho tiempo de manera despectiva, y como una forma de no remunerar su labor.
Hasta 2019 por ejemplo, el 96 % del trabajo domestico recae en mujeres, donde solo el 35 % culmino la primaria, la mayoría de sus contratos son verbales y aún hoy en pleno siglo XXI pueden ser remuneradas en especie como el pago con mercados en vez de un salario[1].
Por eso hablar del mes de la mujer, más que de un solo día, pasa por discutir las tareas que histórica y culturalmente le han sido asignadas a las mujeres en condiciones de subordinación y exclusión, cuestionar una supuesta actitud natural hacia el servicio de las mujeres, y entender que fueron trabajos invisibilizados y desprestigiados pero fundamentales para el desarrollo de las sociedades contemporáneas.
Una forma de reconocer entonces los aportes de estas mujeres a la construcción de este país sería la formalización de sus condiciones de trabajo.
Las labores de cuidado también se dieron en el campo, como lo demuestran los diversos estudios sobre el mundo rural, las mujeres aportaron un triple trabajo, las actividades del pan coger, las de cuidado de sus hijos y familia y las de labranza de la tierra. Nuevamente, las mujeres son principalmente las que garantizan la manutención familiar, la alimentación de los infantes y la economía familiar y campesina, vendiendo su propia mano de obra a la hacienda y la gran industria; y en muchos casos, se organizaron y lucharon por la tierra, junto con el movimiento campesino e indígena. Es decir, asumieron un papel beligerante en las disputas por la tierra y el desarrollo rural.
Por eso hablar del sexo débil para referirse a las mujeres populares es un dato más que descontextualizado.
De esta labor extendida de cuidado emerge el papel de las mujeres como formadoras, uno de los casos emblemáticos son las jardineras de los barrios populares que surgen en todas las condiciones de informalidad a finales de los años setenta, para dar respuesta al cuidado de niños y niñas de hogares en los que hombres y mujeres trabajaban. Sus colectas comunitarias de mercado, el préstamo de sus viviendas para el cuidado de infantes, sus tableros y pupitres improvisados, luego sus apuestas por construir jardines en los barrios fueron el antecedente de los posteriores programas de cuidado y formación inicial de la infancia a mediados de los años ochenta, impulsados por el Estado colombiano como los Hogares de Bienestar Social y el Programa de Madres Comunitarias.
Aun hoy se invisibiliza el papel asumido por las mujeres jardineras en pro del cuidado y la formación inicial de niños y niñas que en ese momento histórico a nadie importaban, mas que a sus propias madres y vecinas del barrio.
De igual importancia, fue el rol protagónico de las mujeres como maestras a partir de la fundación de las normales femeninas desde 1874 en el país, precisamente el Decreto que estableció el ingreso de la mujer a la educación, buscaba brindar un trabajo diferente al de la casa para las mujeres, su labor se orientó a la formación de las niñas de las escuelas primarias. Y de esta manera las mujeres se hicieron educadoras de miles de niñas y jóvenes durante largos años, a la vez que iban reclamando mayor participación en la política y otras plazas de trabajo en el país.
Esta apertura para las mujeres, aunque permitió su inserción en un campo diferente del hogar, también mantuvo el imaginario de su relación mas estrecha con los niños y niñas, asociando su labor educativa nuevamente al cuidado de los niños más pequeños, hecho que fue haciendo que la formación de los primeros años se fuera convirtiendo en una tarea mayoritariamente femenina. Pero es innegable que fue un paso importante para el acceso de las mujeres a la educación, la vida pública y la ampliación de su formación profesional para el siglo XX y XXI.
Cuidado y formación, que son tarea de cualquier sociedad, y son labor fundamental de los primeros años del sistema educativo; hoy están en manos de las mujeres, y es un tema pendiente el reconocer la importancia de esta labor para el éxito de todo el sistema educativo colombiano, y no pensar que por ser tareas menores pueden y deben seguir solo en manos de las mujeres, y que una remuneración justa de las maestras de primera infancia o el ascenso en el escalafón docente para las profesoras, son temas de menor importancia.
Para 1991, el 61 % de un total de 220.124 profesores eran mujeres, pero ese porcentaje disminuía cuando se hablaba de su número en los puestos directivos de la educación[2]. Igualar las condiciones de las mujeres en el sistema educativo es pues reconocer su aporte histórico a la educación en Colombia.
Lised García, docente de la Licenciatura en Ciencias Sociales, programa de la Escuela de Educación del Politécnico Grancolombiano.
[1] Datos tomados de: https://www.portafolio.co/economia/empleo/el-96-de-los-empleados-domesticos-en-colombia-son-mujeres-527092
[2] Datos tomados de: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-165198
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