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El pasado 5 de junio celebramos el cuadragésimo noveno (49º) aniversario del día del medio ambiente promulgado por las Naciones Unidas desde 1973. Este año el lema se repite #Una sola Tierra, lema creado hace 50 años en la conferencia de Estocolmo donde se comenzó a promulgar el desarrollo sostenible y fue anunciado el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente).
Con su campaña “En el universo hay miles de millones de galaxias, nuestra galaxia tiene miles de millones de planetas, pero únicamente hay #UnaSolaTierra. Cuidemos de ella”, nos invita a pensar en ese ímpetu y curiosidad que nos ha llevado a querer explorar más allá de nuestra cascara de nuez y pensar en la posibilidad de descubrir y habitar otros planetas. Sin embargo, nuestra realidad inmediata nos lleva a afrontar y abordar retos para proteger, conservar, remediar y restaurar los ecosistemas, las especies, el agua, el suelo y el aire para garantizar el bienestar en esta, nuestra única casa común: el planeta Tierra.
Esta misión debe hacernos revisar la forma en cómo nos relacionamos con lo que llamamos naturaleza, relación que en este mundo globalizado está basada en darle valor a los beneficios que la diversidad de formas de vida y sus relaciones e interacciones aportan a nuestro bienestar. Esto nos ha hecho entrar en razón del porqué mantener su integridad. Sin embargo, esta sigue siendo una visión instrumental que nos separa y posiciona como un actor dominante frente a lo que llamamos naturaleza.
No obstante, así como hay millones de galaxias y planetas, hay diversas formas de comprender esta relación. Por ejemplo, en las cosmovisiones de pueblos ancestrales todo está vivo, la naturaleza es gente y la gente es naturaleza, todos y todo estamos interconectados. Lo que pone en evidencia la necesidad de replantearnos otras formas de relacionamiento con la naturaleza y, por ende, con nosotros mismos.
Colombia cuenta con una riqueza y diversidad biocultural que nos permite explorar, indagar y comprender estas otras formas ancestrales, tradicionales y/o emergentes. Muchos movimientos y organizaciones comunitarias y de base promueven soluciones y acciones colectivas de cuidado y uso de la naturaleza, y su valor está intrínsecamente relacionado con la identidad y el arraigo a los territorios. Apoyar, implementar y visibilizar estas iniciativas locales y regionales, y garantizar la justicia socioambiental, nos asegura que las acciones de protección, conservación y restauración de la naturaleza sean efectivas.
Hoy más que nunca las agendas internacionales, los actuales y próximos gobiernos deben propiciar este cuidado del planeta. Sí, hay que seguir encontrando e implementando agendas que contemplen el diálogo multiactor y multisectorial, que profundicen en el diálogo de saberes entre la academia, la comunidades, el sector público y el sector privado para generar e implementar estas acciones con responsabilidad y compromiso frente a las grandes problemáticas como la pérdida de biodiversidad, la deforestación, la desertificación, el cambio climático, entre otras, así como asegurar la igualdad de oportunidades, la seguridad y soberanía alimentaria, la salud, la educación digna y el desarrollo de nuestras potencialidades como gente naturaleza.
Por:
Diana Fernanda Herrera López
Docente del área ambiental del Politécnico Grancolombiano
Magistra en conservación y uso de la biodiversidad