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El Politécnico Grancolombiano ha lanzado un nuevo libro para el análisis de la coyuntura política en Colombia: “Élites, Negocios y Estructuras del Poder en Colombia”. Se trata de un libro que analiza la configuración de las minorías con interés de acceder al poder, y las estrategias que buscan para incidir en sectores de la vida pública y privada.
El libro no sigue la línea argumentativa tradicional en este tipo de estudios. Es decir, aquella que ubica a las élites solo desde el espectro de la derecha y la oligarquía. Los ocho capítulos que construyen esta obra, apuntan a plantear que el problema en Colombia no es tanto de la existencia de élites, sino de la hegemonía que ha tenido un solo tipo y estructura de élites.
Por esa razón, a partir del 7 de agosto de 2022, Colombia vivirá tiempos de cambio. Que sean favorables o desfavorables, lo determinará el curso de los acontecimientos y las acciones de quienes representan el discurso de transformación. Otra nueva élite política ha llegado.
Pero lejos de ser ingenuos, debemos aceptar que los asuntos públicos y privados son manejados por una minoría que se justifica en un contrato social de mayorías. Lo cierto es que dichas mayorías están en otros asuntos de la vida privada y no tienen tiempo para escuchar los debates en el Congreso. Estos son las desventuras y las apuestas a riesgo de la democracia.
Así sucedió durante 210 años. El país fue manejado en un pacto de élites con gran poder religioso, de vocación hacendista-terrateniente y reaccionarias a cualquier discurso que proclamará un debate secular, plural y diverso. Uribe representó un aparente quiebre, pero esto solo fue una etapa más de una clase política que supo entender que su incidencia debía adoptar un bajo perfil. Estrategia exitosa que nos golpea en cada elección legislativa cuando vemos que liberales y conservadores mantienen sus sillas en el Congreso y sus representaciones en instituciones estatales, sin mayores aspavientos y sin participar en redes sociales.
La izquierda en Colombia luchó contra este modelo y sus aventuras en el siglo pasado desembocaron en rotundos fracasos, y de manera lamentable, en un ciclo de violencia que exterminó a sus líderes (como sucedió con la Unión Patriótica). La extinta guerrilla de las Farc y la vigente del Eln, contribuyeron con su torpeza a crear una imagen favorable para que las élites conservadoras, amparadas desde la Constitución de 1886, construyeran un discurso anticomunista que se exacerbó con una alergia a todo modelo que propusiera un orden diferente.
Los nuevos líderes de la izquierda sintieron esperanzas con la Constitución de 1991. Sin embargo, sus voluntades eran demasiado débiles frente a un discurso ya instalado y durante los años venideros tuvieron que conformarse con premios de consolación, reflejados en paliativos como curules en el Congreso y Alcaldías.
Tal vez esto lo entendió Gustavo Petro y, por esa razón, hoy se le critica lo que han hecho los mismos de siempre durante 210 años: hacer pactos y alianzas. Los más radicales seguidores del progresismo han tenido que mirar para otro lado cuando se hacen acuerdos con políticos que no representan el modelo de cambio que las utopías de los ochentas y noventas anhelaban.
En resumidas cuentas, Petro tuvo que pensarse como élite para llegar al poder. Los sectores olvidados y excluidos de la sociedad aceptaron el incómodo peso de la representación política, para entender que desde ahí se construye un discurso elitario que puede llegar a ser más favorable a las causas sociales que a los intereses privados.
Pasar de ser organización minoritaria a élite, tiene sus costos, y el nuevo presidente tiene la inteligencia para comprenderlo. Ya lo está viviendo Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú e incluso el mismo Zelensky en Ucrania.
Uno de los retos de Petro estará en mantener el control de su equipo político para evitar que caigan en las mismas tentaciones y ansias de poder y figuración mediática. Titánico trabajo le espera.
Llegará la decepción de aquellos que pensaban que la protesta social finalizaría y el feroz poder de los medios masivos de comunicación que estará atento a cualquier error y, con ello, prender fuego, crear pánico y encender alarmas. La transformación en Colombia tardará años, y en este sentido, la madurez política dependerá del grado de aceptación a la emergencia de nuevas élites (eso sí, teniendo cuidado con élites narcotraficantes que hacen parte del sistema político y que no renunciarán fácilmente a un juego en el que son ilegales, pero legítimas).
En esta dirección, el libro no alcanza ni tiene la pretensión de aportar un estudio novedoso sobre las élites, pero sí propone abrir una línea de investigación en la que se comprenda este concepto de manera histórica y coyuntural. Se trata entonces, de identificar los sectores que han aprovechado el uso y “abuso” de prácticas elitarias para instrumentalizar la esfera pública, asegurar sus negocios familiares y construir ejercicios ilegales de poder. Reconocer estas estrategias permitirá ubicar otros referentes elaterios que, desde sectores científicos, agrícolas, culturales, deportivos, raciales, étnicos y de género, aboguen por asumirse como grupos minoritarios que buscan la trasformación social y resisten frente a procesos de Corrupción, Captura y Cooptación del Estado (Revéis, 2016).
Consulte el libro aquí: https://journal.poligran.edu.co/index.php/libros/article/view/3119

Por:
Jaime Wilches
Doctor Cum Laude en Comunicación
Docente del Programa de Administración Pública
Politécnico Grancolombiano