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Hablar de juventud, me invita a pensar en las transformaciones que este concepto ha tenido con el paso del tiempo, puesto que éste no solo responde a cambios biológicos, sino psicológicos, sociales y culturales, lo que hace que el concepto en sí mismo sea una etapa de expansión, transición y consolidación personal. Si tuviéramos que situar el lapso en el que ocurre la juventud, podríamos decir que ésta se da entre los 15 y los 25 años, e incluso, en la actualidad y en respuesta a los cambios socioeconómicos se podría hablar de que el periodo juvenil va hasta los 30 años.
Sin duda, la juventud se convierte en un momento que exige reajustes, exploración, retos y desafíos que se dan alrededor de las relaciones familiares, afectivas, sociales y con el medio en general. De manera natural, y como parte del proceso, hay que reconocer que los cambios físicos, la preocupación por el cuerpo o la forma de vestir trascienden y se convierten en un estilo de vida, de pertenencia a un grupo o de reconocimiento social. Tal y como se expuso, en esta etapa se consolida la identidad individual, sistema de valores e ideologías, producto de fases de adaptación y ajuste, derivadas de demandas, expectativas y desafíos que se dan en las condiciones sociales, familiares, laborales o económicas y que, a su vez, exigen capacidades y recursos de afrontamiento permanente.
Bajo esta premisa, en un mundo acelerado y cambiante, se le exige a la juventud una adaptación rápida, respuestas de inmediatez enmarcadas por discursos de efectividad, productividad y éxito; sin embargo, resulta ser ambiguo, puesto que la falta de claridad sobre las pautas sociales o de la comunidad genera desequilibrio e incertidumbre. En este sentido quiero traer las palabras de Mario Benedetti, en su poema ¿Qué les queda a los jóvenes?:
¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco? ¿Solo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo? También les queda no decir amén no dejar que les maten el amor recuperar el habla y la utopía ser jóvenes sin prisa y con memoria situarse en una historia que es la suya no convertirse en viejos prematuros.
Mario Benedetti (¿Qué les queda a los jóvenes?
Desde las palabras del autor y desde mi experiencia como supervisora de práctica clínica, invito a la juventud a que con el tiempo se permitan tener experiencias, adquirir y construir significados, expresar y mediar en el lenguaje su sentir, tener sentido de colectividad, asumir la crisis como posibilidad y no como fracaso, ser creadores de su historia y de la mejor versión que puedan ser.
Por:
Natalia Turriago Gálvez
Psicóloga MSc.
Profesora Tiempo Completo
Supervisora Consulta Externa Psicológica (CEP)
Escuela de estudios en Psicología, Talento Humano y Sociedad.
Facultad Sociedad, Cultura y Creatividad
Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano