Por Álvaro Rodríguez Hernández
Lo que nos contaban en las clases de historia del colegio vuelve a suceder, pero ahora el espejo se llama FaceApp. Hemos visto en redes sociales como los usuarios han subido fotos que los proyectan en el tiempo, rostros envejecidos que buscan acercar al protagonista a lo que le espera a su físico en algunos años; Sin lugar a dudas, fue el juego del momento, se masificó o, para ponerlo en términos de hoy, se hizo viral.
Nos han contado que los españoles llegaron a nuestro territorio y saquearon tumbas, cambiaron riquezas por espejos y cuencas de vidrio. Hoy, ese espejo es el entretenimiento que brinda una aplicación como FaceApp y la riqueza son nuestros datos.
Y todo era alegría hasta que diferentes portales informativos comenzaron a alertar de la posibilidad de que se le estuviera entregando el alma a Rusia pues la aplicación es desarrollada por una empresa rusa que, desde el 2017, le ofrece este tipo de entretenimiento a los usuarios de teléfonos inteligentes.
La primera advertencia que se dio fue frente a los rasgos faciales, FaceApp estaba capturando la biometría de sus usuarios y el registro de cada rostro iba a quedar en un gran banco para ser usado a conveniencia de los desarrolladores, más allá de que ellos aseguren que no venderán dicha información.
En realidad, la captura del rostro es lo de menos, puesto que tenemos fotos en Facebook, Instagram, Snapchat, estados de WhatsApp y demás escenarios digitales en los que se comparten imágenes, y podemos estar seguros que esas fotografías están más que registradas y analizadas.
El problema mayor son los accesos que pide FaceApp. Los celulares en donde se descargó la aplicación tenían que permitir privilegios como el de realizar llamadas, poder ver los contactos e interactuar con el carrete de fotografías, entre una serie de permisos que se tenían que otorgar para poder utilizar la aplicación y que dejan al descubierto los datos que los usuarios guardan en sus celulares.
Si usted jugó con su fotografía desde el celular de alguien más no tiene de qué preocuparse, pero quien descargó la aplicación permitió que se conocieran los diferentes datos que almacena en su celular. Así que, si usted tiene una conversación en WhatsApp y luego ve un anuncio relacionado en Facebook, ya sabe cómo le están leyendo su mente.
FaceApp desvela que ya no importa la intimidad
Este divertido, pero al final preocupante juego, dejó ver cómo a las personas ya no les importa entregar sus datos o dejar conocer sus conversaciones privadas, si es que en realidad les podemos decir privadas.
Era una constante escuchar: “en realidad ya tienen todos nuestros datos, qué más pueden buscar y para qué les va a servir”, poco o nada importaba que los datos personales quedaran expuestos. Es decir, parafraseando a un expresidente, «esa tal privacidad no existe».
No sé hasta qué punto se tenga conciencia de que esos datos a los que damos acceso son almacenados, tratados y analizados para ser utilizados para diferentes fines, hablamos de campañas comerciales o campañas políticas. Es muy común que el análisis de los datos se use para influenciar, por medio de mensajes, a aquellas personas que no han tomado una decisión de voto en un proceso electoral. No es solo lo comercial, los datos están siendo usados para determinar la toma de decisiones de los ciudadanos en diferentes campos.
Es necesario que estemos pendientes de los permisos que damos a las aplicaciones que usamos, las condiciones de uso de los datos que se recolectan por medio de aplicaciones como FaceApp y tomar una decisión informada si deseamos entregar nuestra privacidad de manera indiscriminada a cualquier desarrollador de aplicaciones, quienes se aseguran de poder hacer la trasferencia de la misma información según su criterio y de manera legal y aceptada pos los usuarios.
* Docente de la Escuela de Comunicación y Gestión de la Información. Director de PoliRadio, PoliDeportes y Sala Contacto del Politécnico Grancolombiano.
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