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Rafael Díaz Vásquez, Investigador docente de la Escuela de Derecho y Gobierno del Politécnico Grancolombiano

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En días pasados desde la alcaldía de Bogotá se emitiría el Decreto 131 del 31 de mayo de 2020, donde se “impartirían lineamientos para dar continuidad a la ejecución de la medida de aislamiento obligatorio en Bogotá D.C y se toman otras mediadas”, dentro de estas otras medidas se consideraba “el registro de todas las personas que desarrollen actividades mencionadas como: laborales, lúdicas, deportivas, cotidianas, religiosas, etc. La consideración planteaba que cualquier actividad que se desarrolle por fuera de las puertas de la vivienda de los ciudadanos de Bogotá, deberían ser registradas ante la alcaldía mayor de la ciudad, desde lo que se denomina “Bogotá cuidadora”, no en una iniciativa de la alcaldía, sino como complemento de las disposiciones emitidas por la presidencia de la republica según el Decreto 749 del 28 de mayo de 2020 del Gobierno Nacional.

El revuelo que causaría la emisión de dicho decreto plantearía que el “registro es voluntario”, como lo especificaría William Mendieta, Secretario Jurídico de la Alcaldía, después de que más de 365.000 personas se hubieran registrado las primeras 24 horas de habilitada la app.

La medida refleja un tinte autoritario, evidenciando un estado de vigilancia cibernética, no deja a la fecha claro quien dispondría o dispone del almacenamiento de dichos datos, ni cuál es la seguridad sobre el manejo de estos, más en un país que a la fecha mantiene un total desconocimiento sobre lo sucedido con la Operación Bastón que mantendría una vigilancia cibernética desde 2017, o la “Sala Andrómeda” en 2014”, casos que evidencias la vulnerabilidad sobre el manejo, el control de los datos y la seguridad de los ciudadanos, al conocerse que la información en los casos de la operación Bastón, era vendida como lo publicaría ya El tiempo el pasado 24 de mayo de 2020, en su artículo “Los secretos de inteligencia ‘descubiertos’ por escándalo militar”, cuestión que remonta incluso a hechos ocurridos en 2007, cuando iniciarían las filtraciones de información clasificada, en lo que llamaría la Revista Semana “Las dos caras del Fiscal”.

Las medidas de la alcaldía de Bogotá, como de la presidencia de Colombia, se toman siguiendo las disposiciones de autoridades europeas, que plantean el rastreo y control de la infección covid -19, para evitar su expansión exponencial, además gobiernos como el Británico, Suizo, islandés, Vasco, han dispuesto de apps para iniciar el rastreo y monitoreo de datos de sus ciudadanos, de manera específica; aquel miedo con el cual se exponía hace unos meses el autoritarismo del Estado Chino, sobre el seguimiento y vigilancia de sus ciudadanos, y sobre el cual el mundo entero denominaría un monitoreo absoluto del comportamiento ciudadano, se ha convertido en un monitoreo mundial.

Pero el rastreo de datos y personas, no solo se ha utilizado en esta defensa contra la pandemia del covid-19; ya Apple y Google desde el pasado mes de abril, han emitido un rastreo de sus usuarios, tomando contactos, desplazamientos, lugares, tiempos; a partir de los teléfonos celulares inteligentes el comportamiento de los ciudadanos, como lo ha publicado el pasado abril la BBC en su columna online “Coronavirus: el plan de Apple y Google para rastrear el covid-19 desde tu teléfono”; un rastreo que exceptúa aquellos que están dentro de las fronteras de China, ante la gran muralla interpuesta por el gobierno Chino, para la protección de los datos de sus ciudadanos, pero que se convierte también en un control y monitoreo de los datos de sus ciudadanos y sus actividades, a manos del estado. La gran diferencia entre estos dos controles, monitoreo y vigilancia de los ciudadanos está en que, en China, este se ejerce por parte del Estado, y en el resto de los países del mundo capitalista, este se controla por parte de Corporaciones.

Pero, ¿cuál es la importancia de los datos o cual es la polémica causada sobre el control de estos datos personales, por parte de corporaciones internacionales?

La restricción de las libertades personales, son claras acciones de gobiernos autoritarios, en esto el “data tracking” emerge nuevamente. No se ha superado aun el caso de WikiLeaks, ni se ha logrado examinar la información desclasificada por esta organización, Assange Snowden y Manning, abrieron la puerta a ese gran archivo digital y de cómo se ha estado usando dicha información, no en beneficio de las libertades de los ciudadanos, sino al contrario, justificando lo que se conoce como False Flag. Esto desencadenaría en la exposición sobre las operaciones de los Estados Unidos en Irak y Afganistán, los Panamá Papers y Epstein Black Book.

El estado de emergencia nos ubica hoy en día a las puertas de un Estado Autoritario, la vigilancia absoluta sobre todas y cada una de las actividades, incluso sobre la información que podemos obtener, con la centralización de la información, en manos de gobiernos, o de corporaciones ante la incapacidad económica de muchos por sostener semejante infraestructura.

Los gobiernos tendrán así el control absoluto de sus ciudadanos como lo han expresado ya Evgevny Morozov y Andrew Feenberg, las implicaciones de la tecnología sobre la vida, la libertad y la economía sobre salen a simple vista, pero se ocultan bajo una idea falsa de “libertad en la red” donde los algoritmos creados por gobiernos y corporaciones mantienen el control sobre lo que puede ser real o no.

Algo es cierto hoy, la vigilancia por parte de los estados es mucho más intensa sobre sus ciudadanos con la excusa del covid-19, pero generar dicho sistema de vigilancia deja una advertencia, centralizar la información, esta se convierte a una invasión de la privacidad, la “Function creep”, invasión a la privacidad que se hace normal cuando entablamos una conversación y luego nuestro teléfono nos sugiere contenidos sobre lo que acabamos de dialogar con alguien por teléfono o en una charla física, al mantener abierto el micrófono y con esto el “Function creep”, que permite a grandes empresas de buscador ingresar en nuestra vida privada, por escuchando o viendo todo mientras nuestro teléfono nos acompañe.

Nota: Recuerden siempre que instalen una app en su dispositivo (teléfono, tableta o tv), verificar si conceden los permisos de compartir los contactos, cámara, audio y micrófono para dicha empresa.

 

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