Redacción: Javier Baquero -Crotaurinos

Guacheta – Colombia. Con un lleno en los tendidos, procesión de la Virgen de La Macarena, carrusel de alta escuela, un muy buen encierro de Clara Sierra, una organización impecable y el triunfo de los tres rejoneadores, redondearon el éxito del segundo festejo en la plaza de toros La Jara, en la población de Guachetá en el departamento de Cundinamarca.

Se lidiaron astados muy bien presentados y de buen juego de la ganadería de Clara Sierra, destacando los lidiados en quinto y sexto lugar, los cuales recibieron los honores de la vuelta al ruedo.

Tan vez en este momento debería empezar a contar lo que sucedió con los toreros, sin embrago, hay muchas cosas que es bueno que la gente sepa. En primer término los vivido en el municipio de Guachetá, a dos horas de la capital colombiana ayer y hoy es digno de imitar en la totalidad de las plazas de la provincia colombiana. Nuestra afirmación se vasa en la pulcritud, tesón y honestidad que enmarcaron la organización de los dos festejos. Don Jorge Enrique Piraquive Arévalo, Doña Ángela García de Piraquive y César Camacho se encargaron de demostrar en las últimas 24 horas que el ser empresario no es solo anunciar por anunciar o cumplir por cumplir. Ser empresario de toros es mucho más que eso y nosotros lo pudimos vivir.

Ayer

Pese a un cartel conformado por tres toreros de gran importancia en la tauromaquia nacional, al debut de la ganadería de Sierra del Sol, de propiedad de la familia Piraquive, a una importante campaña publicitaria en torno a los festejos, cuando llegaron las cuatro de la tarde de ayer en la plaza se contaba tan sólo con un cuarto del aforo, momento propicio para que “algunos empresarios” hubiesen tomado la decisión de suspender la corrida. Era el momento de salvar algún peso de la pérdida, sin embargo, la EMPRESA, y la destaco en mayúsculas porque merece ese honor decidió echar pa´lante el festejo porque como ellos mismo lo dijeron ayer el público, así sea poco, y los toreros merecen respeto, por eso la corrida se cumplió hasta el último de los ejemplares, bajo un torrencial aguacero y con el triunfo de los tres toreros que de una forma u otra correspondieron al esfuerzo y la decisión de los empresarios.

Ayer también hay que destacar se presentaba en sociedad la ganadería de la familia Piraquive, Sierra del Sol es su nombre, con encaste Núñez y Coloma, cada uno con una línea criada por separado. Los seis astados lidiados en el festejo del día anterior nacieron en esta bella tierra cundinamarquesa, y dieron la satisfacción a los ganaderos, toreros y a los aficionados que asistimos a la plaza de ver un encierro bien presentado, de buen juego, pero sobre todo mostrando un futuro promisorio para esta nueva vacada. Bien dicen por ahí que los toros se parecen a sus dueños.

Hoy

Hoy muy temprano la finca donde pasta la dehesa Sierra del Sol se vio colmada por decenas de personas, todas trabajando en la organización de lo que sería la corrida de rejones, el segundo festejo de las ferias y fiestas.

En los propios corrales de la finca los banderilleros y toreros tuvieron la posibilidad de lotear y sortear los astados que les corresponderían en suerte. Desde el propio cortijo de la finca inicio una procesión en honor a la Virgen de La Macarena. Una carrosa con bailadoras, manolas y otras demás en traje corto habrían el paso a seis hermosos caballos lucitanos que hacían la corte a busto de la Virgen de La Buena Esperanza Macarena.

Los trajes, las cabalgaduras, el maquillaje de las damiselas y hasta la colocación de cada uno de los claveles se pensó con muchísimo cuidado, pero sobre todo con mucho amor por la fiesta brava y por la población de Guacheta, cuna de los antepasados de Don Jorge Enrique Piraquive Arévalo. La corte atravesó la totalidad del pueblo, asiendo que la población se hiciera partícipe de ese preámbulo tan taurino. Ya en la plaza las colas eran notorias, centenares de personas se apostaban en torno al círculo metálico de La Jara. Lo primero que el público pudo ver en el albero fue la salida de seis bellas damas, vestidas a la usanza campera española, debidamente uniformadas y haciendo una perfecta demostración de monta de alta escuela a través de un organizado carrusel. La Virgen paseó también por las rubias arenas de la población.

Ya en el momento de sonar las notas marciales del himno de la República de Colombia, no cavia una sola persona más en los tendidos, era el momento del paseíllo y la puerta del patio de cuadrillas se abrió para dar paso a los tres caballeros en plaza, Juan Rafael Restrepo, Willy Rodríguez y Jorge Enrique Piraquive saltaron a la arena y se escuchó la primera gran ovación. Aquí se daba inicio a una corrida que quedará grabada en la memoria de las personas que asistimos a la plaza.

Juan Rafael Restrepo, el más antiguo en alternativa de los tres actuantes en las horas previas al inicio del festejo puso en duda su participación en la corrida teniendo en cuenta que para el piso de la plaza estaba “imposible” para torear, sin embargo, al momento de sonar el pasodoble el rejoneador bogotano estaba listo para cumplir con su compromiso.

En el primero de la tarde Juan se mostró desconfiado frente al astado de Clara Sierra, colocó tres rejones de castigo, a mi modo de ver demasiados para las carnes del oponente. En los aceros no hubo agrupación y tal vez fue poca la exposición. Colocó banderillas, las cuales marcharon mejor, sin embargo, lo que parecía despegas con las farpas se detuvo cuando el rejón de muerte llego a las manos de Restrepo, y decimos esto porque el torero pasó en falso en algunas ocasiones para finalmente decidir irse a las afueras de la plaza sin haber matado el astado o por lo menos haber marcado un pinchazo en sus carnes, razón por la cual el sobresaliente de espadas echó mano de muleta y espada para finiquitar la vida del pupilo de Clara Sierra. La suerte no acompañó al Alcalareño y la situación se torno pesada para el público. (Ver Lo Bueno, Lo Malo y Lo Feo)

En el cuarto de la tarde las cosas cambiaron para Juan Rafael. Salió al ruedo con mucha decisión, colocó rejones y banderillas agrupados y con buenas ejecuciones, conectó con el público y mató con un buen rejón, lo que le valió para cortar las dos orejas de su oponente.

Willy Rodríguez en el segundo del festejo salió con muchísima decisión, colocó dos rejones de castigo y banderillas de buena ejecución, expuso y mostró ganas en cada una de las ejecuciones. Con el rejón de muerte tuvo tres comparecencias frente a un toro parado, razón por la cual su labor fue silenciada.

En el quinto de la tarde – noche, podemos decir que Willy salió a por todas, luego que sus compañeros había cortado ya cuatro orejas, y a fe que sus intenciones de triunfo se convirtieron en realidad, estuvo bien con los rejones de castigo, lucio con las banderillas, expuso muy cerca de la cara del de Clara Sierra y explotó al máximo las condiciones del buen astado que le correspondió. El pundonor, el coraje y la responsabilidad con el público dieron como resultado una muy buena faena. Mató de rejonazo certero y se alzó con las dos orejas. El astado fue premiado con la vuelta al ruedo.

Jorge Enrique Piraquive desde el momento mismo que salió al ruedo mostró su ya tradicional tranquilidad y andar cansino que fue encrechendo hasta el punto de reventar en la euforia producto de cada uno de sus logros frente a los astados.

En el tercero del festejo midió muy bien las condiciones de su oponente, colocó un solo rejón de castigo en todo lo alto para dar paso luego a un concierto de buenas ejecuciones rematadas con la buena colocación de farpas largas, cortas, abanicos y finalmente los aceros para la muerte. El público que durante toda la faena lo acompañó pidió al palco alto la concesión de los trofeos, que a la postre fueron dos.

En el que cerró el festejo el torero de la tierra puso el cerrojo de manera brillante, pese a la poca luz sobre la plaza Piraquive expuso, templó y lidio desde sus cabalgaduras, los rejones y banderillas fueron colocados con rigurosidad en el amplio morrillo del astado y el rejón de muerte fue certero como el que más, para dar lugar a que el público al unisonó pidiera las máximos trofeos para su coterráneo. Dos orejas y el rabo fueron la recompensa a la labor cumplida. Tal vez yo hubiese dado tan solo las dos orejas, pero los que pagan son los que exigen y finalmente los que se tienen que divertir. El toro fue premiado con los honores de la vuelta al ruedo.

Los que pagan son los que dan los trofeos y eso fue lo que paso en Guachetá. Cuando dobló el toro el cielo de La Jara se vistió de luces multicolores que dieron un marco muy vistoso para el final de una “temporada” conformada por dos festejos que demostraron que las cosas bien organizadas, siempre tienen que salir bien.

Los tres toreros salieron a hombros ovacionados por el público que no abandono los tendidos. Se escucharon voces en alto tono vitoreando a Piraquive.