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Medellín – Colombia. En tarde agradable con un poco más de un tercio del aforo se cumplió el festejo anunciado para hoy en la plaza de toros de Medellín.

Se lidiaron astados de la ganadería de Ernesto Gutiérrez, justos de presentación destacándose el quinto de la tarde con más cara que sus hermanos, aunque en general se salían de lo que tradicionalmente lidia la ganadería caldense. En el cartel de esta tarde actuaron el buen torero colombiano Diego González, quien cumplía su única actuación en la temporada grande nacional, Morante de La Puebla en su última comparecencia en tierras colombianas y Miguel Ángel Perera quien venía de un triunfo rotundo en la plaza México en la última semana al cortar un rabo en la tarde de su confirmación.

Diego González, torero que llevaba la cuota colombiana en su primero salió con muchísima disposición, una «casi» larga cambiada muy al centro del ruedo fue su saludo a un toro remontado, agalgado, distraído y fuera del tipo tradicional de Ernesto Gutiérrez. El toro cumplió en la vara y recibió un justo castigo. Con la muleta la faena se resume en la suma de unipases  de buena calidad pero no hilados por culpa de las condiciones del astado. Voluntad, ganas y filigrana puso el torero nacional frente al astado que no brindó garantías ni espectáculo. Mató de pinchazo, media y estocada. Su labor fue silenciada y el toro tuvo división de opiniones.

En su segundo Diego anduvo muy bien con el capote, ejecutando verónicas de mucha calidad, con la muleta dejó saborear las mieles del bien torear, muletazos largos, mandones y de buen torear fueron el común denominador de la lidia, la pañosa a ambas manos sirvieron para demostrar que Diego González sigue siendo el torero colombiano que más bonito interpreta el toreo, lamentablemente la espada como en ocasiones anteriores le arrebató de las manos un trofeo que tenía ganado, cuatro pinchazos fueron necesarios para finiquitar la vida de su oponente. Silencio para el torero.

Morante de la Puebla, el torero que no vio Cali, no vio Manizales y tampoco Bogotá, en Medellín destapó el frasco de las esencias sublimes puso a disfrutar al público que asistió al coso antioqueño. Las verónicas de manos bajas y torear desmayado fue el inicio de una gran faena. Luego de la vara verónicas a pies juntos hicieron vibrar los tendidos pues se despertó el sentimiento que solo el arte hace vibrar. Con la muleta Morante exprimió hasta el último de los muletazos posibles, tanda tras tanda construyó una faena que nos trasporto al pasado. Belmonte dejó por momentos pasear su espíritu encarnados en el hombre de La Puebla del Rio, los muletazos fueron de arte, pinturas en el aire, por momentos todo parecía en cámara lenta, como si estuviésemos viendo un video de principios del ciclo pasado. Mató de estocada certera aunque defectuosa y sin mayor demora el palco condecía dos orejas inobjetables y la vuelta al ruedo del astado que a mi modo de ver fue larga.

En el quinto de la tarde Morante nuevamente derramó las esencias del buen torear, con el capote no fueron muchos los lances tan sólo tres verónicas y una media que valieron prácticamente lo de todo el festejo, las condiciones del astado nunca fueron las mejores, tardo, rajado y cobardón. Con la muleta bregó para meterlo en la pañosa y luego de hacerlo brindó un concierto de bien torear. Muletazos importantes, con mando, desmayados, profundos conformaron una faena que nuevamente hiso emocionar los tendidos antioqueños, el ruedo de la Macarena se vistió de claveles reventones para ver pasear un Morante sonriente al que el palco inexplicablemente solo le concedió una oreja, que con justa razón y en justicia deberían haber sido las dos.

Miguel Ángel Perera confirmó el porqué de su inclusión en los carteles de Medellín, con su primero ejecutó una faena encimista en la que realizó pocos lances pero de buena factura con la muleta toreo tanto con la mano derecha como con la mano izquierda, se ubicó muy cerca de los pitones solucionó los problemas de un toro que por momentos se quedara parado. Fue importante lo de Perera en la medida de la resolución de las complicaciones del astado. Faena larga y de buenos muletazos, de profundidad y siempre a más calidad, mató de pinchazo y descabello, lo que le quito, para el presidente, la posibilidad del corte de los trofeos.

En el que cerró el festejo Perera lanceo de manera desmayada al punto que su oponente dio una vuelta canela: Con la muleta su faena fue larga y emotiva, llena de matices variados, pero todos superando las condiciones del astado, recibió un fuerte achuchón, en el cual duró cerca de quince segundos prendido de los pitones del astado. Mató de pinchazo en todo lo alto y estocada y el palco presidencial concedió las dos orejas, las cuales fueron entregadas a cuenta gota.

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