Bogotá – Colombia. En tarde primaveral en la plaza de toros la Santamaría se cumplió el festejo mixto en el que España, Colombia y Portugal lidiarían un encierro de la ganadería de Alhama. Seis orejas fueron el resultado de esta corrida. Un Uceda en torero de arte, Bolívar arrollador y por la puerta grande y Moura con mucha exposición valor y arrojo.
Con medio aforo taurino en los tendidos se lidiaron seis astados de la ganadería de Alhama de Doña Venus Zarzur de Castro, disparejos en presentación, peso y comportamiento, y un de Achurry Viejo que salto al ruedo como sexto bis que fue lidiado por el rejoneador portugués.
El cabeza de cartel José Ignacio Uceda Leal, abrió la tarde de forma importante, con arte y plasticidad, cuatro verónicas y dos medias hicieron explotar de júbilo al público presente, lanceo con donosura, luego de la vara colocada por Anderson Murillo tres chicuelinas remataron la labor con el percal, con la muleta hubo lentitud en las ejecuciones y quietud en el madrileño, el pitón derecho pocas garantías le brindo e intento por el izquierdo donde la faena se realizó por unipases logrando arrancar las notas al palco de músicos, manoletinas abelmontadas, también pusieron un toco de estética y romanticismo a lo ejecutado por Uceda, su oponente fue fijo, sin fuerza, sin trasmisión y con complicaciones cuando se le bajaba la mano, momento que aprovechaba para puntear los engaños. Uceda mató de estocada en todo lo alto y el palco presidencial concedió un trofeo.
Uceda en su segundo el trasteo con la capa fue poco, tan solo dos verónicas y una media antes de pasar a la pica, luego de la vara de Luisin lucio por delantales, su faena de muleta fue fundamentada en naturales a los que le imprimió suavidad, temple y pinturería, las tandas fueron cortas, dos o tres muletazos, para darle aire al ejemplar, los molinetes abelmontados también hicieron parte de su labor con la pañosa, dejó una estocada en todo lo alto con un verdadero volapié y una a una fueron concedidas las dos orejas al torero madrileño, con lo que consolido su salida por la puerta grande.
Luis Bolívar, el torero colombiano que hacia su primera comparecencia de las dos para las que fue contratado, vio las dos caras de la moneda y en ambas ratifico el buen momento por el que pasa y lo que le espera en la temporada 2009 en Europa. Su primer oponente, de la ganadería de Alhama fue devuelto a los corrales por problemas en su visión luego de fuerte protesta por parte del público. En su reemplazo salió un toro feo, contrahecho y zambombo el cual tampoco sirvió, iba con la cara arriba y las manos por delante, sin embargo, el torero colombiano demostró su capacidad y conocimiento, al punto que aunque poca materia prima tenía brindó la lidia de este astado al maestro Fernando Botero, pero su voluntad, conocimiento y buenos deseos no alcanzaron para tapar la mansedumbre del de Alhama, un toro que buscaba los adentros, que tenía dificultades, las cuales sorteo con entereza el torero colombiano, mató de dos pinchazos y estocada. Su labor fue silenciada, mientras que el toro fue pintado en el arrastre.
En el quinto de la tarde se cumplió el viejo aforismo, gracias a Dios en manos del torero vallecaucano, saltó al ruedo Gallardo, toro que fue bautizado en horas de la mañana por la propia ganadera teniendo en cuenta la fe que le tenía Gallardo fue un toro con son, nobleza, recorrido, que galopó desde su salida, siempre tenido son. Bolívar brindó un concierto de bien torear con el percal arrancando de las gargantas dormidas los oles más sonoros de lo corrido en la temporada bogotana los aficionados se incorporaron y se «rompieron» las palmas acompañando la labor del torero colombiana.
Poca fue la pica que Luis Viloria dio al astado, sin embargo, es bueno decir que el astado dio pelea, pero se le quiso cuidar para la muleta. No contento con lo hecho en la primera parte Luis Bolívar ejecutó tafalleras y chicuelinas de la más pura belleza, toréo desmayado y con cadencia hacía presagiar que lo que Bolívar entregaría en la segunda parte de la lidia sería también de marca mayor. Tomó sus trastos y brindó al público momento en el cual se vivió una comunión entre los aficionados y el torero. Su labor pretendió iniciarla con toreo al natural como lo hiciera en su actuación en la plaza de toros de las Ventas, sin embargo, por la demora en la embestida del astado desistió de ello e inicio ejecutando dos cambiados por la espalda complementados con muletazos por alto para dar paso a tandas de muletazos sólidas, mandonas y con mucho arte.
Bolívar encontró las distancias precisas para construir una faena sólida en la que toro y torero se complementaron, mando y nobleza se conjugaron para que a medida del paso del tiempo la plaza se fuese empezando a vestirse de blanco, uno a uno los pañuelos se fueron sumando incluso desde el callejón los ganaderos presentes comulgaron con la petición mayoritaria. El Maestro Rincón que se encontraba en una barrera de tendido especial también se paró y vatio su pañuelo uniéndose al clamor popular. La presidencia a cargo de Alfredo Bonilla con el asesoramiento del matador Enrique Calvo – El Cali analizó uno a uno los momentos de la lidia al igual que el complimiento de los requisitos para conceder el indulto, entre ellos el veneplacito del ganadero, en este caso el de Doña Venus, quien en medio de la emosión y de el llanto que la acompañaba por lo visto en el ruedo, finalmente sacó su pañuelo al viento, los minutos se hicieron eternos y el arte de Bolívar sólido frente al buen toro. La bandera amarilla tardó pero finalmente asomó en el palco alto, el júbilo era general, la emoción y la alegría embargó a Bolívar, a su padre y a su apoderado. El toro a los corrales y Bolívar a pasear por el albero las dos orejas simbólicas cortadas con mucha verdad.
Joao Moura regreso a Bogotá a su segundo compromiso, en su primero se las vió con un toro flojo de remos, que punteaba al embestir a las cabalgaduras. Lince, Guadalquivir y Belmonte sirvieron al joven rejoneador luso para dejar dos rejones de castigo en todo lo alto, banderillas largas, rematadas con el toreo de costado, en algún momento sacó de su silla una pequeña muleta con la que realizo desde Belmonte cuatro naturales en los que expuso en demasía, colocó banderillas cortas con Guadalquivir. Colocó un rejón de muerte que no valió y tuvo que echar pie a tierra para pasar a descabellar, luego del cual el público pidió los trofeos y el palco concedió una oreja.
Para cerrar el festejo Joao Moura vio pasar por su cabalgadura un astado que cojeaba y por el cual el público protesto al punto que la presidencia autorizó su cambio para dar paso a un ejemplar de la ganadería de Achury Viejo que fue manso, frenado en las embestida y con la cara arriba cuando acudía. Tres rejones de castillo utilizó el portugués, expuso con las banderillas y toreo nuevamente de costado. Mató de rejón, pinchazo y dos rejones para escuchar cariñosas palmas.