Bogotá – Colombia. En tarde agradable con amagos de lluvia y lleno taurino en los tendidos se cumplió la cuarta corrida del abono de la capital colombiana. Ocho orejas y la puerta grande de los tres toreros es un balance satisfactorio.
Con la mejor entrada de toda la temporada bogotana, se llevó a cabo la corrida catalogada, como la más rematada de toda la temporada colombiana en la que se destacaba la presencia en exclusividad para Colombia del torero de Galapagar José Tomás.
Se le lidiaron astados de la ganadería de Las Ventas del Espíritu Santo de propiedad de César Rincón, bien presentados individualmente, escalerudos entre sí, faltos de fuerza y con visible juventud.
En la terna el colombiano Sebastián Vargas y los españoles José Tomas y José Mari Manzanares.
Sebastián Vargas, torero cucuteño que cumplía su segundo compromiso en la temporada grande colombiana, concurrió con máxima disposición, consciente de la importancia del compromiso en el que estaba inmerso, en su primero se las vio con un astado sin fuerza, abanto, que se paraba a la mitad de los sites y que mostraba un problema en sus cuartos traseros, los arrastraba durante la lidia, razón por la cual el desempeño con la capa fue poco pero de forma decorosa, aseada y con disposición. Su oponente recibió poca vara por parte de Clovis Velásquez, para rematar el primer tercio Vargas ejecutó cuatro Calecerinas rematadas con revolera que fueron del agrado del público.
El tercio de banderillas lo cumplió el propio torero colombiano, logrando que el público lo acompañara con sus ovaciones. Su labor con la muleta la inicio con un cambiado por la espalda dando paso a una faena en redondo con la mano derecha, sin embargo, lo más importante con el trapo rojo fue realizado por Sebastián Vargas con la mano izquierda, demostrando durante toda la faena temple, profundidad y sobre todo voluntad y deseos de agradar. Remató su faena con Bernardinas de muy buena factura para luego dejar una estocada en todo lo alto, que valió para hacer rodar el astado. La presidencia concedió la primera oreja de la tarde y el público pitó en el arrastre el de Las Ventas.
El diestro nacional en el cuarto de la tarde saludo con bonitas verónicas al toro que hasta el momento había sido más alegre en su llegada al albero, alegría que mostró también al momento de ir a la cabalgadura de Edgar Arandia produciendo tumbo luego de empujar con bravura al montado. En las banderillas nuevamente el de Cúcuta brindo un buen espectáculo, tres pares, sobre todo el tercero, a la calafia, fueron del regusto del público asistente.
La lidia y muerte de este ejemplar fue brindada al torero de Galapagar reconociéndole por parte de Vargas la importancia de su presencia en Bogotá y el gusto de alternar con la figura que él representa. La disposición fue pilar fundamental de la actuación de Vargas. Con la pañosa se posó de rodillas en el centro del ruedo para ejecutar tres muletazos que prendieron nuevamente la emoción y escuchar los oles sonoros que salían de las gargantas de los casi quince mil aficionados presentes en el coso de la calle 26. Sebastián toreo con la derecha pero lo más importante lo fundamentó sobre la surda donde templo la embestida del bravo y noble ejemplar de Las Ventas, la suavidad de los muletazos, la lentitud de la lidia y lo largo de las ejecutorias fue el común denominador de su actuación. El calor de la euforia producto de lo visto en el ruedo fue encrechendo y lentamente brotaron al aire los pañuelos blancos hasta convertir los tendidos en un campo de nieve. El tiempo se hiso corto para ver lo ejecutado por Vargas y largo para ver salir la bandera amarilla desde el palco, momentos de confusión se presentaron entre el ingeniero Bonilla, encargado del palco y el matador nacional quien en cuatro ocasiones intentó montar el acero para luego abandonar la iniciativa. Tal fue la petición que finalmente la presión que la bandera asomo por la fila 25 del coso capitalino y dos orejas simbólicas a las manos del torero criollo.
El torero de Galapagar José Tomas asistió con voluntad a su única presentación en Colombia, lucio por verónicas con el capote, con delantales llevó a su aponente a la cabalgadura de Viloria y remató con gaoneras de máxima quietud al punto de ser arrollado con los cuartos traseros de su astado. Con la muleta inicio por estatuarios para luego torear en redondo a un toro que fue tardo y corto en la embestida. Por naturales, como los que solo él puede ejecutar, con verdad, en un parón impresionante y citando de frente arrancó muletazos en los que las carnes del toro rosaron las lentejuelas del traje malva del español. Tomas cerró su primera actuación con un toro de embestida irregular con manoletinas muy ceñidas a su humanidad y mató de estocada certera. El público solicitó los trofeos y el palco presidencial dejó asomar un pañuelo blanco.
En el quinto de la corrida fue poco lo que vimos con el capote, más fueron los lances para descifrar lo que había en el de Las Ventas, otro toro tardo y con poca fuerza. Brindó la lidia de su ejemplar a los hermanos Ordaz, ganaderos mexicanos, tierra donde Tomas fundamento los inicios de su carrera.
Con la muleta Tomas quiso basar su labor en la mano izquierda, el valor lo mayestático y lo planchado de su muleta hicieron vivir momentos espeluznantes en los que su humanidad se vio comprometida por la cercanía con los pitones, inexplicablemente su labor no recibió el premio de la música, sin embargo, luego de una estocada en todo lo alto recibió una oreja por parte de la presidencia
José María Manzanares, hijo del muy querido y recordado José Mari dejó en Bogotá su impronta de torero fino y firme promesa a llegar hacer figura. Con el capote, las verónicas, una media y las chicuelinas con que lanceo su primero de la tarde fueron un buen inicio por parte del torero de Alicante, la suavidad, las manos bajas y lo planchado de su capote dieron tiempo a los más lentos pintores para plasmar en el lienzo lo mostrado por el joven torero, lamentablemente, a este astado como a los dos anteriores se les acabo la fuerza al momento de ir al caballo. Con la muleta, no brindó y entrego su montera al callejón y con mucha disposición partió a la cara del astado para torear en redondo y dejarnos lo más importante de su torería en naturales de plasticidad y temple que fueron realizados uno a uno por las condiciones del astado. Mató de pinchazo y estocada en todo lo alto para recibir un trofeo por parte del palco de usía.
Luego de seis orejas en lo corrido de la tarde, Manzanares fue el encargado de cerrar el festejo y a fe que lo logró con letras de molde, sus brazos desmayados, el capote planchado surcando el camino para que Pegadiso se desplazara con prontitud fueron el marco perfecto para las verónicas del alicantino. Qué bien lanceo, que aseado y que lento. No permitió una vara fuerte para su toro y despidió este tercio con chicuelinas de mano baja. Brindó al público y rindió un «concierto» de bien torear con la mano derecha, pero lo grande de sus ejecutorias estuvo con la mano izquierda. Los naturales lentos, mandones y con suavidad predominaron en la última parte del festejo, la música acompañó los pincelazos de arte que conformaron el cuadro que Manzanares nos regaló. Mató de estocada certera y las dos orejas fueron concedidas sin reparo por parte de la presidencia. El toro fue despedido con fuertes por parte del respetable.
En la penumbra de la noche pasearon por el albero de La Santamaría tres toreros vestidos de gloria, ocho orejas fueron un resultado justo a lo visto en la primera plaza de toros colombiana, nadie se retiró de los tendidos hasta que los coletudos salieron por la puerta de la calle 27, máximo honor para los toreros.