Bogotá – Colombia. En bonita tarde con tiempo seco se cumplió la corrida que le puso punto final a la temporada taurina de Bogotá. Dos orejas concedidas justamente son el balance de una corrida injusta para todos los sectores.

Con un lleno total en los tendidos de no hay «billetes» y gran expectativa en torno a un de los carteles mejor rematados de la temporada de la primera plaza de toros de Colombia, se lidiaron astados bien presentados individualmente, pero desiguales entre sí, mansos y flojos en su gran mayoría, provenientes de la ganadería cundinamarquesa de Juan Bernardo Caicedo.

He dicho que se concedieron dos orejas justas en una corrida que a mi modo de ver fue injusta. Injusta con la afición que lleno los tendidos hasta las banderas. Injusta con la empresa que planteo un cartel importante esperando un resultado igualmente importante. Injusta con los toreros que no encontraron materia prima para el triunfo e injusta para Juan Bernardo Caicedo, un ganadero que luego de mantener una  regularidad importante durante todo el 2008 y comienzos del 2009, incluyendo sus triunfos en Cali, Manizales y Armenia, quiso mostrar en su ciudad lo mejor, sin embargo, aquellas cosas del destino, le juntaron en dos tardes todos los astados que un ganadero no quisiera lidiar.

Quiero detenerme en analizar el trasfondo de lo vivido hoy en Bogotá, si bien es cierto que las cosas no rodaron bien, también es cierto que no podemos echarle la culpa de lo ocurrido a nadie en especial. Primero que todo porque la Corporación Taurina de Bogotá, como cualquier empresa hiso un planteamiento estratégico con el fin de garantizar un buen espectáculo. Integraron una terna en la que el cabeza de cartel fuese un de los toreros más importantes de las últimas décadas, Julián López – El Juli, junto al colombiano más destacado y de mejor cartel en tierras ibéricas, Luis Bolívar, rematando la nómina con un matador que viniera despertando gran interés en el escalafón español y es el caso de Cayetano Rivera, quien por todo su entorno familiar, histórico y farandulero, se ajustaba a lo requerido.

A la terna había que ponerle un encierro de garantía, que fuese del agrado de los toreros y eso se cumplía con los astados de Juan Bernardo Caicedo, lamentablemente los imponderables de la fiesta se confabularon en contra de todos, público, empresa, toreros, ganadero y en general en contra de la fiesta misma.

Las orejas justas fueron cortadas, la primera por Julián López – El Juli, al lidiar a un ejemplar que debería haber salido en cuarto lugar, pero teniendo en cuenta que el astado que saltó al ruedo como segundo de la tarde se inutilizó de sus cuartos traseros, el torero español, tuvo que correr el turno. A este El Juli lo entendió, dándole la medida exacta en las ejecutorias tanto con el capote como con la muleta. Toreo con las dos manos y probando los dos pitones, el conocimiento y la voluntad dieron forma a una faena interesante, la cual fue rematada con una estocada completa y la utilización de un descabello.

La segunda oreja cortada en el día de hoy correspondió al colombiano Luis Bolívar, que por estas fechas ha demostrado ser macizo en el concepto y práctico en la ejecución. Factores que en la corrida salieron a relucir frente al quinto de la tarde, un manso al que con voluntad y una faena encimista le sacó partido el vallecaucano. Bolívar demostró que los mansos tienen su lidia y que lo importante es encontrar el camino para ejecutar esa lidia correcta.

En resumidas cuentas las dos orejas de hoy fueron los premios justos a lidias correctas. Cayetano Rivera no tuvo trofeos, en parte por la falta de materia prima, pero en gran medida porque es un torero con un entorno demasiado mediático lo que le brinda cierto interés, pero no por ende un bagaje taurino. Rivera Ordoñez no le cumplió a Bogotá y si por el contrario quedó en deuda.

Gran nostalgia me embarga por haber visto finalizar la temporada de mi tierra con un espectáculo que no hiso que mis coterráneos salieran toreando por las calles, luego de despedir a los toreros por la puerta grande. Otra vez será mientras tanto mi sentimiento de amor por la fiesta seguirá creyendo y sobre todo apoyando la fiesta brava que se vive en la primera plaza de toros de Colombia, la Santamaría, mi Santamaría.