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Cali – Colombia. Un Balsero y El Juli salvaron la tarde. Un indulto
luego de la cátedra del maestro de Velilla de San Antonio fue lo único
que quedó en la retina de los tres cuartos del aforo que taparon el
cemento de Cañaveralejo.
Se lidiaron astados de la ganadería de Las Ventas del Espíritu Santo, bien presentados a excepción del corrido en quinto lugar, un feo, alto, cuesta arriba y de menos cornamenta. El mejor el que correspondió a Julián López – El Juli, un astado con trapío, hechuras, reata, lamina, bondad, prontitud, motor, fondo y muchas «virtudes» más que le dieron la posibilidad de ser entendido por el joven  maestro de Madrid y poder salir del ruedo al toril, luego a la ganadería como justo premio al serle perdonada la vida.
 
El Juli nos permitió una vez más ver la técnica que tiene en la cabeza. Una faena en la que facturo con lances primorosos, de suavidad, temple y mando. Con la muleta impartió pases de todas las denominaciones. En repetidas ocasiones parado en solo sitio, con la derecha y con la izquierda, por bajo, con holgura y mucho trazo. Muchos de los muletazos tuvieron la cadencia y la lentitud suficientes para cualquier pintos se pudiese inspirar y plasmar sobre el lienzo la conjunción perfecta entre el hombre y su amigo el torero. La plasticidad se izo faena en la emoción broto por las palmas y los pañuelos blancos que fueron cubriendo los tendidos de la plaza caleña a medida que transcurría el tiempo. El Juli creó con Balsero los muletazos ya inventados, recordó las suertes conocidas, las calco en un papel nuevo, sin marcha y nos dejo extasiar como cuando llega a nosotros el primer y verdadero amor. Aunque por nuestras vidas hallan pasado miles de seres amados.
 
En su segundo, El Juli Bailo con el más feo, feo por sí mismo y más en comparación con sus hermanos de dehesa. Fue complicado, falto de calidad y garantías, sin embargo a este le saco un partido que ningún otro hubiese podido explotar.
 
El Cabeza de cartel fue Pepe Manrique, quien salto al ruedo con mucha ilusión, disposición que se vio frustrada tras recibir una fuerte golpiza que cambio el desarrollo del la lidia. Hubo voluntad y ganas. En su segundo hizo mella la golpiza del primero.
 
Por su parte Manuel Jesús – El Cid no entendió al que echó por delante, no se acomodo y tampoco descifró su complicada embestida, y no era indescifrable, cabe decirlo, pero el mapa de ruta se le perdió al español y no encontró el camino. En el que cerró el festejo le echo más ganas y con base en insistir puso alegría que tradujo en una oreja.

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