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Medellín – Colombia. Ni los ojos son ciegos, ni los que pagan son estúpidos, lo que vimos en el ruedo macareno no tiene presentación y así lo entendieron los cinco mil espectadores que asistieron a la plaza.

Una
corrida que tenía mucha expectativa se la cargo en primera instancia la
mala presentación de una «corrida» que trajo a la capital de la montaña
el señor César Rincón, luego el comportamiento desigual se sumó al
malefició y para finalizar una lesión para el diestro Castella acabo de
poner un tinte triste a la tarde de «toros». Lo que salió en Medellín,
con el respeto que me merecen los miembros de la junta técnica, fue una
novillada adelantada. De corrida no había si no los datos entregados por
el ganadero. No se puede probar con documentos pero los toros no
mienten a las retinas. Fueron seis novillos que apenas pasaban con cara
de «niños», ejemplares que apenas si mostraban sus genitales
descolgados. Que embistan o no eso es lo de menos y eso no se le puede
endilgar al ganadero, pero lo que sí, es que cuando se le contrate una
corrida, traiga una corrida y no un «remedo» de ella. La afición merece
respeto, al igual que las empresas. Ya decíamos que tanto parlamento por
una cadena radial en la que trabaja el señor Rincón frente a los toros
pesados y con mucho trapío tenía algo de fondo. Ya entendimos, aunque lo
presentíamos, que eso de que «es mejor un toro chico, sin tantos
kilos», que no sean tan aparatosos» era solo un abrebocas a lo que
veríamos. Quiera Dios que eso solo fuera por lo que nos mostró en
Medellín y no por lo que nos espera en un futuro cercano.

El
domingo en Bogotá el SEÑOR, capitán Barbero y su hijo nos demostraron
con un toro de 574 kilos, que si se pueden sacar toros a las plazas con
raza y peso. Que la cosa no es bajar la lámina, es acompañarla de edad y
trapío, pero sobre todo de lo primero. Si hay edad, la casta puede con
todo incluso con kilos demás. Los «niños» para los juegos, los «hombres»
para las corridas y lo de hoy fueron solo niños y esa es la verdad.

La
terna la conformaron Juan Mora, Sebastián Castella y Pepe Manrique.
Tres etapas de la fiesta, tres temperamentos distintos, pero sobre todo
tres toreros con deseos de agradar y triunfar.

El
cabeza de cartel, regreso con mucha expectativa entre el público y se
fue con más pena que gloria. En su primero toreo lentamente a un toro
sin fuerza que no transmitía. Mató de estocada tendida y dos
descabellos. El toro fue pitado y el de Plasencia silenciado. En su
segundo aprovecho poco lo que serbia que era el pitón izquierdo. Por el
derecho el toro iba corto y rebrincaba. Pinchazo y estocada. Otro que
fue pitado en el arrastre. Con el sexto que tuvo que lidiar por el
percance sufrido por Castella en el tercero no se acabo de acoplar y
este quizás fue el único que abrigo esperanzas de triunfo. El toro
pasaba bien pero la muleta retrasada y de mano no muy larga hacia que se
quedara y no se rebosará del engaño, lo que hizo que sucumbiera el toro
ante la falta de mando y se aburriera rápido. Mora mató de estocada y
silencio para ambos.

El
segundo altérnate fue Pepe Manrique, que no contó con suerte en el
sorteo y se llevó lo menos potable del encierro. Con su primero hubo
mucha voluntad y disposición frente a un «toro» que no pasaba, que se
quedaba bajo la muleta. Que era tardo en la embestida, que caminaba y no
remataba luego de embarcarse en el muletazo. Un toro que el mismo
torero lo dijo «no podía ni con su alma» y eso que los toros no tienen
alma, que tal que la tuviesen. Mató de pinchazo y estocada y el toro
también fue pitado. El quinto también vimos a un Manrique voluntarioso,
con ganas de hacer, pero que finalmente no se acopló a las embestidas
inciertas de un toro que era fijo, flojo, sin trasmisión y lo peor sin
emoción, pero si con apariencia de querer embestir sin acabar de
convencer, ni al torero, ni a la parroquia. Mató de estocada y pitos
para el toro.

El
francés Sebastián Castella, quien completaba el buen cartel tan solo
pudo matar a su primero, al que le cortó la única oreja de la tarde,
trofeo quizás un poco largo, por cuanto si bien es cierto que el torero
galo nos brindó unos lindos estatuarios y tandas de buenos muletazos,
también es cierto que por momentos fue demasiado ensimista con un  toro
que requería de espacios y tiempos más medidos, sin tanto ensimismo y si
con mas pausa. Mató de gran estocada y cuando su oponente iba a caer le
pedio la cara y con un arreón en los estertores de la muerte lo alcanzó
por la cara posterior del muslo izquierdo haciéndolo caer de fea manera
sobre su clavícula izquierda provocando su fractura, pasó a la
enfermería y al hospital para ser intervenido quirúrgicamente.

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